Del Oriente Medio: Suerte y destino
“No se trata de escuchar lo que ciertas personas dicen de falso: lo importante es continuar haciendo lo que yo considero verdadero”.
Aprovechando la suerte
Este relato está basado en un cuento de Sa’di de Shiraz en
el libro Gulistan (El jardín de las flores).
Una vez un rey de Persia se había mandado a hacer un anillo con una piedra preciosa engastada. Cierta tarde, aburrido de la vida, se dirigió a la mezquita de Musalla, cerca de Shiraz, ordenó a sus soldados que colocasen el anillo en lo alto de un poste de madera y convocó al pueblo:
—Quien consiga disparar una flecha que pase por el centro del anillo lo ganará de regalo, junto con cien monedas de oro.
Cuatrocientos arqueros se ofrecieron para tirar sus flechas. Todos lo hicieron. Y todos erraron.
Cerca de allí, un joven estaba jugando con su arco cuando una de las flechas se desvió con el viento y fue hasta la mezquita, atravesando el centro del anillo.
El rey le entregó la joya y las monedas de oro, y sus cortesanos lo llenaron de regalos. En cuanto el joven salió del palacio, lo primero que hizo fue quemar su arco y sus flechas.
—¿Por qué haces esto?— le preguntó un noble que pasaba.
—Porque un hombre tiene que entender que a veces la suerte llama a su puerta, pero no debe dejarse tentar porque ella lo engañe, y termine convenciéndole de que tiene talento.
Sabiendo escuchar los insultos
En el reino del Oeste vivía una reina llamada Layla. Su sabiduría iluminaba la tierra como el sol, su belleza cegaba a los hombres y su riqueza era mayor que la de cualquier otro soberano.
Cierta mañana, su principal consejero solicitó una audiencia y comentó:
—¡Gran reina Layla! Sois la más sabia, más bella y más rica mujer del mundo. Pero he escuchado cosas que no me agradan: algunas personas se burlan o protestan de vuestras decisiones. ¿Por qué, a pesar de todo lo que habéis hecho por vuestros súbditos, ellos aún no están contentos?
La reina sonrió y respondió:
—Mi fiel consejero, sabes cuánto yo he hecho por mi reino. Siete regiones están bajo mi control y todas ellas disfrutan de paz y prosperidad. En todas las ciudades, las decisiones de mi corte son justas e inspiradas.
Puedo hacer casi todo lo que quiero. Puedo ordenar que se cierren las fronteras, sean clausurados con cerrojos los portones del palacio, y el cofre del tesoro sellado por tiempo indefinido.
Pero existe solo una cosa que no puedo hacer: mandar al pueblo que se calle. No se trata de escuchar lo que ciertas personas dicen de falso: lo importante es continuar haciendo lo que yo considero verdadero.
Eligiendo el destino
Un hombre preguntó al famoso mulá Nasrudin:
—¿Cuál es el sentido de la vida?
—Creer.
—¿Creer qué?
—Tú crees que las cosas están yendo bien y no lo están, entonces llamas a eso “falta de suerte”. Tú crees que las cosas no están tan mal como pensabas y te consideras afortunado. Tú crees que puedes controlar el futuro y pasas a creer que tienes talento e intuición. Crees que el futuro terminó siendo peor de lo que esperabas y llamas a eso destino. Pasas la vida creyendo cosas, en vez de tomarlas como son. (O)