Diario de viaje inexistente: Ante todo, saber vivir
“A veces, cuando los demás necesitan nuestra ayuda, nos desesperamos porque eso nos impide aprovechar la vida. Otras veces, cuando nadie nos necesita, nos sentimos inútiles”.
La Piscina del Diablo
Veo una bella piscina natural cerca a la aldea Babinda, en Australia. Se acerca un aborigen.
—Tenga cuidado de no resbalar —dice. “El pequeño lago está circundado de rocas, pero estas son aparentemente seguras y se puede caminar por ellas”.
—Este lugar se llama Piscina del Diablo —continúa el chico—. Hace muchos años, Oolona, una bella nativa casada con un guerrero de Babinda, se enamoró apasionadamente de otro hombre. Huyeron juntos a estas montañas, pero el marido consiguió alcanzarlos. El amante escapó, mientras que Oolona era asesinada aquí, en estas aguas. “Desde entonces, Oolona confunde a todo hombre que se acerca con su amor perdido, y lo mata con sus brazos de agua”.
Más tarde, pregunto al dueño de un hotel acerca de la Piscina.
—Puede ser superstición —comenta—. Pero el hecho es que en estos últimos diez años han muerto allí once turistas, y todos hombres.
Reflexionando sobre el pasado
De una manera u otra, todos hemos tenido experiencias difíciles en la vida. Esto forma parte de nuestro viaje por esta tierra, y aunque a menudo pensamos que “las cosas hubieran podido ser diferentes”, el hecho es que no podemos cambiar el pasado. Por otra parte, es una falacia que todo lo que nos sucede tenga su lado bueno; existen cosas que dejan marcas muy difíciles de superar, heridas que sangran.
¿Cómo librarnos, entonces, de nuestras experiencias amargas? Solo existe una manera: viviendo el presente. Entendiendo que, aunque no podamos cambiar el pasado, sí podemos cambiar la próxima hora, lo que sucederá, las decisiones que tomaremos antes de dormir.
Como dice el viejo proverbio hippy: “Hoy es el primer día del resto de mi vida”.
De nuestras posibilidades
Anoto en mi ordenador unas palabras de K. Casey que leí en una revista de avión:
“¡Qué curiosa es la raza humana, tan parecida y tan diferente! Somos capaces de trabajar juntos, construir las pirámides de Egipto, la Gran Muralla china, las catedrales de Europa y los templos de Perú. Podemos componer música inolvidable, trabajar en hospitales y crear nuevos programas informáticos.
Pero, en algún momento, todo esto pierde su significado, y entonces nos sentimos solos, como si formáramos parte de otro mundo, diferente de aquel que ayudamos a construir. “A veces, cuando los demás necesitan nuestra ayuda, nos desesperamos porque eso nos impide aprovechar la vida. Otras veces, cuando nadie nos necesita, nos sentimos inútiles. Pero así somos, seres humanos complejos que estamos empezando a entendernos a nosotros mismos; no vale la pena desesperarse por ello”.
Antes de una conferencia
Una escritora china y yo nos preparábamos para hablar en un encuentro de libreros americanos. La escritora, extremadamente nerviosa, me comentaba:
—Si ya es difícil hablar en público, imagine entonces tener que explicar su libro en otro idioma.
Le pedí que no siguiera, o acabaría poniéndome nervioso yo también, pues su problema era igual al mío. De repente se dio la vuelta, sonrió, y me dijo bajito:
—Todo irá bien, no se preocupe. No estamos solos: mire cómo se llama la librería de la mujer sentada detrás de mí.
En la placa de aquella mujer ponía: “Librería de los Ángeles Reunidos”. Tanto mi compañera como yo conseguimos hacer una excelente presentación de nuestros trabajos, pues los ángeles nos habían dado la señal que estábamos esperando.