El camino perdido
“Existen en nuestras vidas ciertas cosas marcadas con un sello que reza: “Solo cuando me hayas perdido y recuperado, apreciarás mi valor”.
Salimos al mundo a la búsqueda de nuestros sueños e ideales, pese a saber que a menudo imaginamos en lugares remotos lo que en realidad está al alcance de nuestras manos. Cuando descubrimos el error, nos damos cuenta del largo tiempo que perdimos buscando tan lejos aquello que teníamos tan cerca. Nos dejamos entonces atormentar por el sentimiento de culpa por los pasos errados, la vana búsqueda y el dolor que causamos.
No debería ser así: aunque el tesoro que anhelas esté enterrado en tu casa, solo lo encontrarás cuando te alejes. Si Pedro no hubiese sufrido el dolor de la negación, nunca hubiera sido escogido jefe de la Iglesia. Si el hijo pródigo no lo hubiese abandonado todo, su padre jamás lo habría recibido a su vuelta con regocijo.
Existen en nuestras vidas ciertas cosas marcadas con un sello que reza: “Solo cuando me hayas perdido y recuperado, apreciarás mi valor”. De nada sirve intentar acortar este camino.
En la ciudad española de Burgos, el padre Marcos García decía: “A veces Dios nos quita una bendición para que le podamos comprender más allá de las gracias y los ruegos. Él sabe hasta dónde puede poner a prueba a un alma, y nunca va más allá de ese punto.
“En esos momentos, no debemos decir que Dios nos ha abandonado. Él jamás haría tal cosa; somos nosotros los que, a veces, le abandonamos a él. Si el Señor nos envía una gran prueba, también nos otorga su gracia para que la podamos superar. Cuando nos sentimos lejos de él, debemos hacernos la pregunta: ¿Estoy sabiendo aprovechar aquello que él ha puesto en mi camino?”.
En Japón, fui invitado a visitar el templo Zen Budista de Guncan-Gima. Al llegar allí, me sorprendió que la bellísima estructura, situada en medio de un bosque inmenso, estuviera junto a un gigantesco terreno baldío. Cuando le pregunté al encargado por aquel terreno, me explicó:
Es el lugar de la próxima construcción. Cada veinte años destruimos este templo que está usted viendo, y lo volvemos a construir al lado. “De esta forma, los monjes carpinteros, pedreros y arquitectos pueden siempre ejercer sus habilidades, y enseñárselas, a través de la práctica, a sus aprendices. También mostramos con ello que nada en la vida es eterno, pues incluso los templos están en un proceso de constante perfeccionamiento”.
Si el camino que recorres es el de tus sueños, comprométete con él. No dejes abierta la puerta de salida, con la excusa de que “esto se acerca, pero no es lo que busco”. Esta frase tan utilizada guarda la simiente de la derrota.
Asume tu camino. Aunque hayas de dar pasos en falso, aunque tengas que destruir y construir constantemente, aunque sepas que puedes dar más de ti. Si aceptas tus posibilidades hoy, con toda certeza mejorarás en el futuro.
Al maestro Achaan Chah le dieron una hermosa parcela, para que construyese en ella un monasterio. Chah debía emprender un viaje y ausentarse por un tiempo, así que dejó la construcción en manos de sus discípulos. A su vuelta, cinco meses más tarde, las obras no habían empezado todavía. Los discípulos habían encargado varios estudios a los arquitectos locales.
Uno de ellos preguntó: —¿Cuál de los proyectos debemos llevar adelante? ¿Cómo proceder para decidir acertadamente?
Chah dijo: —Cuando se quiere el bien, los resultados son siempre buenos.
Liberados así del miedo a errar, tomaron una decisión y el resultado fue magnífico.
Afronta tu camino con valentía, no temas la crítica de los otros. Y, sobre todo, no dejes que tu propia crítica te paralice.
Dios es el Dios de los valientes. (O)