Historias en Japón: Competir, respetar y amar
“No se puede medir un sentimiento como se mide una carretera. Si haces esto, vas a empezar a hacer comparaciones con lo que te cuentan, o con lo que esperas encontrar”.
Compitiendo con los americanos
Al visitar Japón, para la promoción de El Peregrino de Compostela (Diario de un Mago), le pregunté al editor Masao Masuda cómo los japoneses habían conseguido conquistar mercados que antes eran de los americanos.
—Muy sencillo— respondió Masuda. Los americanos tienen una idea, se encierran en una sala con datos de encuestas, toman decisiones, y gastan una energía enorme en demostrar que tenían razón. Nosotros no queremos probar nada a nadie: dejamos que cada ser humano manifieste sus necesidades, e intentamos solucionarlas. El resultado práctico es que cada uno acaba comprando lo que ya deseaba antes.
»Quien solo desea demostrar que tiene razón, acaba actuando de manera equivocada.
El verdadero respeto
Durante la evangelización de Japón, un misionero fue hecho prisionero por samurais.
—Si quieres seguir vivo, mañana tendrás que pisar la imagen de Cristo delante de todo el mundo— dijeron los guerreros.
El misionero se fue a dormir, sin ninguna duda en el corazón: jamás cometería semejante sacrilegio, y estaba preparado para el martirio.
Se despertó en mitad de la noche y, al levantarse de la cama, tropezó con un hombre que dormía en el suelo. Casi se cayó de espaldas: ¡era Jesucristo en persona!
—Ahora que ya me has pisado, ve ahí fuera y pisa mi imagen— dijo Jesús. Porque luchar por una idea es mucho más importante que la vanidad de un sacrificio.
Destruyendo y reconstruyendo
Me invitaron a Guncan-Gima, donde hay un templo del budismo zen. Cuando llego allí, me quedo sorprendido: la bellísima estructura está situada en medio de un inmenso bosque, pero tiene un gigantesco terreno baldío al lado.
Pregunto por la razón de aquel terreno, y el encargado me explica:
—Es el local de la próxima construcción. Cada veinte años, destruimos este templo que ves, y lo reconstruimos al lado.
»De esta manera, los monjes carpinteros, albañiles y arquitectos tienen la posibilidad de estar siempre ejerciendo sus habilidades, y enseñarlas —en la práctica— a sus aprendices. Mostramos también que nada en la vida es eterno, y que incluso los templos están en un proceso de constante perfeccionamiento.
La medida del amor
—Siempre quise saber si era capaz de amar a mi mujer como usted ama a la suya —le dijo el periodista Keichiro a mi editor Satoshi Gungi, mientras cenábamos.
—No existe nada más allá del amor —fue la respuesta—. Es él lo que mantiene el mundo girando y las estrellas suspendidas en el cielo.
—Lo sé, pero ¿cómo voy a saber si mi amor es lo bastante grande?
—Intenta saber si te entregas, o si huyes de tus emociones. Pero no hagas preguntas como esta porque el amor no es grande ni pequeño; es apenas el amor.
»No se puede medir un sentimiento como se mide una carretera. Si haces esto, vas a empezar a hacer comparaciones con lo que te cuentan, o con lo que esperas encontrar. De esta manera, lo que haces es ir siempre escuchando una historia ajena, en lugar de recorrer tu propio camino.