Lecturas breves
No cuestionar la búsqueda
Aunque no podemos controlar el tiempo de Dios, es parte de la condición humana querer recibir lo que se espera lo más rápido posible. O para ahuyentar lo que está causando el miedo.
¿Cómo decirle a un corazón apasionado que esté tranquilo, que contemple los milagros de la creación en silencio, que se libere de las tensiones, de los miedos y de las preguntas sin respuesta?
La ansiedad es parte del amor, y no debe ser culpada por ello.
¿Cómo puedes decirle a alguien que no se preocupe cuando él ha invertido su dinero y su vida en un sueño y todavía no ha visto ningún resultado? El agricultor no puede acelerar el progreso de las estaciones del año con el fin de recoger la fruta que plantó, pero se espera con impaciencia la llegada del otoño y el tiempo de la cosecha.
¿Cómo se puede pedir a un guerrero no sentir ansiedad antes de una batalla? Él se ha entrenado hasta el agotamiento para ese momento, ha dado lo mejor de sí mismo, y mientras él cree que está preparado, teme que su esfuerzo sea en vano.
La ansiedad nació en el mismo momento en que la humanidad. Y ya que nunca seremos capaces de dominarla, vamos a tener que aprender a vivir con ella, al igual que hemos aprendido a vivir con las tormentas.
Despertar al amor
Al igual que hay muchos caminos hacia la cima de una montaña, también hay muchos caminos para lograr nuestro objetivo. Ayudemos a reconocer el único que vale la pena seguir, aquel en el que el amor sirva para ser encontrado.
Ayudemos a despertar el amor dormido dentro de nosotros antes de despertar el amor en otras personas. Solo entonces seremos capaces de atraer el afecto, entusiasmo y respeto.
Ayudemos a distinguir entre las batallas las que son nuestras, las que se impulsan en contra de nuestra voluntad y batallas que no podemos evitar porque el destino las ha puesto allí.
A mantener los ojos abiertos de manera que podamos ver que no hay dos días siempre iguales. Cada uno trae consigo un milagro diferente, lo que nos permite seguir respirando, soñando y caminar en el sol.
Que nuestros oídos también estén abiertos a escuchar las palabras que surgen de repente de la boca de uno de nuestros compañeros, a pesar de que no hemos pedido su consejo y no tiene idea de lo que está pasando en nuestra alma en ese momento. Y cuando abramos la boca, que hablemos no solo el lenguaje de los hombres, sino también el lenguaje de los ángeles y digamos: ‘Los milagros no van en contra de las leyes de la naturaleza; solo pensamos eso porque no conocemos las leyes de la naturaleza’. Y cuando logremos esto, podemos inclinar nuestra cabeza con respeto diciendo: ‘Estaba ciego, pero ahora puedo ver. Yo era tonto, pero ahora puedo hablar. Estaba sordo, pero ahora puedo escuchar. Porque Dios hizo su milagro dentro de mí, y todo lo que pensé que se había perdido ha sido restaurado’. (O) www.paulocoelhoblog.com