Misterio de los encuentros
Decía Vinicius de Moraes en una de sus canciones: “La vida es el arte de los encuentros”, aunque haya tantos desencuentros en la vida. Recibí un correo electrónico de un periodista brasileño; le pregunté si podía reproducir sus palabras en esta columna y me dijo que sí.
“Tengo en casa una pared imantada con una tinta especial que tiene la propiedad de funcionar como un imán. Tengo en ella muchas fotos, que se aguantan con pequeños imanes, como los de la puerta del frigorífico. Un domingo estaba en el salón con mi mujer, con quien llevo casado cuatro años, cuando decidí contarle un sueño que había tenido la noche anterior, sobre un tío mío, muerto en 1981 y que se llamaba Luiz. Nunca le había hablado de él, pese a que jugó un papel muy importante en mi vida. Mi padre, sirio, trabajaba de sol a sol y yo apenas lo veía: salía a las seis de la mañana y volvía a las diez de la noche. Mi tío Luiz, hermano de mi madre, ambos hijos de mi abuelo, que también era sirio, vivía en la casa. Tenía una visión diferente de la vida, nunca se acostumbró a la rutina de un trabajo normal, y a mi padre le costaba entender que un hijo sirio no trabajara duro. Pero yo, todavía un niño, no me daba cuenta de la situación y, así, me acostumbré a su presencia y adoraba su compañía”.
“En 1981, mi tío murió de forma trágica; todos sufrieron mucho, y en la familia acabamos alejándonos. En los años que siguieron continué manteniendo relaciones tan solo con uno de mis primos, Ahmad. Me hice periodista, me fui a trabajar para una revista hasta que decidí dejarlo todo y salí a recorrer el mundo durante seis meses. Volví para trabajar en un periódico, y cuando quise ponerme en contacto con Ahmad, no pude. Desde 1989 no tuve más noticias de él. A finales de 2003, hablando con mi mujer, me acordé de un sueño que tuve en el que estaban mi tío y mi primo Ahmad. Allí le conté por primera vez esa historia y decidí pone una foto de mi tío en la pared imantada”.
“El martes siguiente estaba en mi despacho (ahora trabajaba en TV) cuando mi secretaria me informó de que había un tal Ahmad al teléfono que decía ser mi primo. Como mi nombre aparece con frecuencia en los créditos de determinados programas, acostumbro a recibir llamadas de árabes de todas partes de Brasil, que se consideran primos míos. Siempre los atiendo, pero aquel día estaba muy ocupado y le dije a mi secretaria que no podía coger esa llamada. Ella volvió a llamarme: el hombre insistía en que era mi primo. Aparte de mi padre, mi madre y mis tres hermanos, todos mis parientes están en Siria. Entonces ella me dijo que el hombre se identificaba como Ahmad, hijo de Luiz, nieto de Mohamed y María”.
“Me quedé de piedra. Cogí el teléfono, no pude contener la emoción y me puse a llorar. Ahmad me dijo que siempre veía mi nombre en los créditos de ciertos programas, pero nunca quiso ponerse en contacto conmigo, porque temía que no fuese yo su primo. Pero en un reportaje en televisión aquel domingo habían hablado de un hospital en un suburbio de Río de Janeiro que se caía a pedazos. El reportaje tuvo una gran repercusión y llevó a otros programas de información a ocuparse del asunto. Al ver a un periodista de la televisión en la que trabajo, le pidió mi número de teléfono y pudimos reencontrarnos después de catorce años”. (O) www.paulocoelhoblog.com