Transformar el tiempo (I)
Mantengo una frecuente correspondencia electrónica con Stephan Rechtschaffen, un médico fundador del Omega Institute en Nueva York. En uno de sus correos, me avisa que me enviará su libro. Recibo Timeshifting (El giro en el tiempo) en portugués. Lo leo en una tarde, lo vuelvo a leer varias veces, ya que todos nosotros, todos los días, tenemos un problema relacionado con este asunto. En el texto, él hace algunas observaciones.
El tiempo no es una medida sino una cualidad Cuando miramos al pasado, no estamos rebobinando una cinta, sino recordando un destello de nuestro paso por la tierra. No se mide el tiempo como se mide una carretera, ya que damos saltos enormes hacia atrás (recuerdos) y hacia delante (proyectos).
Gestionar no es vivir La frase “el tiempo es oro” es una tontería. Tenemos que ser conscientes de cada minuto, saber aprovecharlo en aquello que estamos haciendo (con amor) o simplemente en la contemplación de la vida. El día comprende 24 horas y una infinidad de momentos. Si levantamos el pie del acelerador, todo dura mucho más. Claro, puede parecernos largo lavar los platos, pero ¿por qué no utilizar ese tiempo para pensar en cosas agradables, cantar, relajarnos, alegrarnos por ¡la vida!.
Sintonía con la vida Arthur Rubinstein fue abordado por una fervorosa admiradora que le preguntó: “¿Cómo puede tocar las notas con tanta maestría?”. El pianista respondió: “Toco las notas igual que los otros, pero las pausas ... ¡ah! Allí es donde está el arte”. El proceso de mi divorcio fue extremadamente doloroso, y pensé que, ocupando mi tiempo al máximo, conseguiría superar los momentos difíciles; pero no ocurrió como había previsto, ya que no me atrevía a mirar el dolor que había en mi alma. En un momento dado, “empecé a utilizar las pausas”: me sentaba, dejaba que viniese el dolor, que me alcanzase y que pasase. Poco a poco, fui reestructurando mi vida, entendiendo mejor las razones de la separación, y hoy mi exmujer trabaja conmigo, pues fui capaz de hacer frente al dolor y no limitarme a ocultarlo por detrás de numerosos trabajos.
Saber cuándo reflexionar o actuar Una paciente mía que tenía un problema de obesidad, dijo que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de curarse. Le dije que, cada vez que tuviera ganas de comer, observase su sensación de hambre, y se abstuviera de actuar. “¡Pero si tengo hambre!”, respondió. “Precisamente”, fue mi comentario. Si consigues convivir con esa sensación, observar el hambre, dejar que te dé con toda su intensidad, sufrir eventualmente, y en ningún momento actuar, pronto conseguirás atenuar tu ansiedad, y sabrás ser dueña de tu voluntad y no esclava de tus impulsos.
Sí, todos tenemos nuestros problemas, a los que debemos hacer frente ¿Por qué no hacerlo hoy? Parar. Pensar. De manera eventual, sufrir un poco. Pero al final, entender quiénes somos, qué sentimos, qué estamos haciendo aquí, en este momento, en lugar de intentar determinar la Agenda de la Vida. (O)