El peligro de las relaciones “de rebote”
Cuando una pareja, o uno de sus miembros, decide terminar la relación afectiva, es muy improbable que el rompimiento sea totalmente ‘limpio’, es decir, que no deje alguna huella emocional sin resolver. El tema se complica si fue una relación prolongada, si hubo sentimientos intensos, si hubo planes formales (o si se trata de un divorcio). Ambos tendrán que enfrentar por separado una nueva realidad; cómo lo hagan puede tener consecuencias muy significativas a corto y largo plazo.
En tal situación es normal sentir soledad, vulnerabilidad, necesidad de solidaridad, y es la ocasión para recibir apoyo de los más cercanos mientras se analiza la realidad actual y se busca reconciliación con el pasado. Lo ideal es poder mirar hacia adentro y repasar la historia para encontrar las concretas causas del fracaso y aprender de ellas, tal vez admitiendo alguna falla, tal vez fijándose objetivos más acordes con su personalidad. En otras palabras, de esta gran prueba se debe salir más maduro para disminuir las probabilidades de fracasar otra vez.
Sin embargo, hay quienes no utilizan esta oportunidad para reflexionar y mejorar, sino que piensan que, ya que se sienten disminuidos en su ego, emocionalmente golpeados, con la autoestima baja, lo que necesitan es sentirse atractivos e importantes para alguien que les muestre afecto, y usualmente lo consiguen pronto. Estas son las relaciones ‘de rebote’, indiscriminadas, sin espera, sin profundidad. Su objetivo es escapar del estrés de revisar la relación recientemente terminada, ingenuamente creyendo que descubrir lo nuevo con otra persona va a eliminar el enfrentamiento con el pasado (y considerará a esta persona como su salvación).
Pero el pasado no desaparecerá; una vez concluido el entusiasmo inicial emergerán las mismas fallas anteriores, los mismos reclamos, las mismas inmadureces, solo que hará responsable de ellas a su nueva relación. En otro giro de este tema, puede que la nueva relación en verdad le sirva a esta persona para ayudarse a ganar un poco de tiempo mientras convalece de los golpes y, cuando sienta que se ha recuperado lo suficiente como para saber qué es lo que quiere, se dé cuenta de que esto no es lo que necesita, y termine esta ‘relación de transición’. En ambos casos la otra persona lleva la peor parte. (O)