El respeto no se impone, se enseña

Por Ángela Marulanda
26 de Junio de 2016

Podría pensarse que hoy los padres respetamos más a los hijos que antes y, hasta cierto punto, es cierto. Ahora somos conscientes de que gritarlos y golpearlos o imponer nuestras ideas a la fuerza no es la forma apropiada de lograr que hagan lo que queremos, lo cual es muy positivo.

Lo que no es positivo es que hayamos asumido que respetar a los niños es sinónimo de permitirles lo que se les antoje. El respeto no implica darles gusto en todo, ni aguantarles desplantes ni permitir que nos insulten cuando están contrariados ni tolerar que atropellen nuestros derechos y se apropien de nuestras cosas porque les gustan o porque perdieron las suyas…

El respeto a los hijos incluye ponerles límites con la misma cortesía con que se los ponemos a sus amigos así como llamarles la atención con la decencia con que lo hacemos con los demás. También es validar sus gustos aunque no coincidan con los nuestros (mientras no sea perjudicial) y tener con ellos las mismas consideraciones que tenemos con los demás; no acosarlos para que hagan todo mejor y más rápido de lo que realmente pueden hacerlo y entender que, como todavía no se dominan a sí mismos, actúan impulsivamente, no por malvados sino por inmaduros. Y también tener presente que desarrollar las cualidades y capacidades de los niños es un proceso de aprendizaje, no un suceso, que toma cierto tiempo.

A respetar se enseña respetando y por eso amenazar a los hijos para que nos respeten porque somos mayores, suele dar lugar a que se rebelen o hagan lo que les ordenamos solo mientras nos teman. Cuando respetamos a los niños tanto como esperamos que ellos lo hagan con nosotros, nos ganamos su admiración porque no solo somos un modelo de lo que esperamos ver en ellos, sino que los tratamos con la misma decencia y cortesía, ¡porque usualmente recibimos exactamente lo que damos! (O)

www.angelamarulanda.com

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