¿Introversión o timidez?
No todo el mundo se maneja con facilidad en su trato social. Lo que no se nota a simple vista es que dicha limitación puede deberse a más de una causa. Hay personas (aproximadamente el 50%) que nacieron con una predisposición social atenuada o introversión, que a menudo ‘viene en familias’. Los introvertidos prefieren grupos pequeños y reuniones de poca concurrencia y duración; se aburren, se ‘desgastan’ mucho cuando se les exige interacciones prolongadas y necesitan ‘recargarse’ estando solos, leyendo, haciendo introspección. No creen que ganan mucho asistiendo ‘por asistir’ a cualquier tipo de reunión, y eligen no ser el centro de atención. Por lo general no dan el primer paso hacia los demás, pero son receptivos, cálidos, buenos escuchadores y dotados de un amplio sentido común.
Ser introvertido no equivale a ser tímido. El segundo teme actuar de manera inapropiada y ser juzgado negativamente. Siente no poseer las cualidades requeridas para ser aceptado y continuamente está pendiente de su actuación. Esto coarta su expresión natural y termina actuando torpemente, sintiéndose abochornado y humillado aunque nadie lo haya tratado mal. Nunca está satisfecho con su desempeño social, aunque lo que más desearía en su vida es ser popular.
La introversión es un rasgo de la personalidad. La timidez se aprende de tempranas experiencias sociales negativas: intentos infructuosos de integrarse a un grupo o haber sido limitado o castigado por padres temerosos de interacciones sociales que no aprobaban, o haber sido empujado a socializar con un grupo que no lo aceptaba, o si le tocó vivir una ‘vergüenza familiar’ traumática o bullying. Padres autoritarios, fríos o agresivos son un agravante.
Afortunadamente, existen métodos terapéuticos, sobre todo la terapia cognitivo conductual, orientados a establecer con certeza las fuentes de su inseguridad y ansiedad frente al grupo y las vías más adecuadas para lograr su integración. (O)
