Verdadera autoridad

Por Carlos Muñoz Gallardo
14 de Septiembre de 2014

La lucha por el poder en las organizaciones es causa de permanentes conflictos que desgastan innecesariamente las dinámicas relacionales y organizativas, generando divisiones y bandos que afectan la unidad y visión común de la organización. Existe un concepto errado de autoridad en el cual el jefe busca imponerse ante los demás intentando mostrar al otro quién es el que “manda”.

El autoritarismo contiene algunas visiones distorsionadas de las personas a quien se debe guiar, las cuales son vistas como una amenaza o como alguien que carece de iniciativa o capacidades propias; detrás de dichas actitudes se esconde la soberbia, creyéndose superior al resto y atropellando con frecuencia la dignidad de los trabajadores.

El jefe autoritario tiende a querer mantener todo bajo control; nada se puede hacer sin su permiso; quiere reglamentar todo. Solo él dicta órdenes, las cuales deben ser acatadas con prontitud y sin discusión. No admite excepción alguna a sus exigencias.

La persona autoritaria busca justificar las actitudes prepotentes argumentando la incapacidad de terceras personas o creyendo que es la única manera de hacer que las “cosas funcionen”. El miedo o la amenaza puede dar resultados en el corto plazo, pero nunca generará una adhesión, compromiso y fidelidad en el largo plazo.

El líder auténtico genera espacios de libertad en el cual el trabajador puede desarrollarse; apoya e incentiva iniciativas sin sentirse amenazado por el desarrollo de sus compañeros de trabajo. Reconoce los logros de los demás y es agradecido con el apoyo recibido pues sabe que no es posible avanzar

solo. El líder auténtico escucha realmente a los demás, no se siente amenazado por opiniones distintas a las suyas. No pretende tener todas las respuestas ni tener la última palabra en todo. Es capaz de reconocer sus errores y pide ayuda para superarlos.

El verdadero poder es el servicio y no el autoritarismo. El liderazgo basado en la entrega y servicio lejos de ser una debilidad, rompe las barreras inútiles y distancias que dividen a la institución. Lo que verdaderamente arrastra y genera compromiso es la integridad, justicia y coherencia de la persona que ejerce la autoridad.

carlosmunoz@humane.edu.ec

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