Adolescentes en las redes sociales
Al entrar en la adolescencia, los chicos que ya están en redes sociales arman allí gran parte de sus vidas. Un documental de la CNN revela un mundo que los padres no conocen.
Tener 13 es el especial de la CNN que va acompañado del reporte Redes sociales y el mundo oculto de la cultura adolescente, que abre unas cuantas ventanas a la experiencia juvenil de postear, comentar, bromear y curiosear en Instagram, Twitter y Facebook.
Aunque no todo chico está o quiere estar en las redes a esa edad, muchos sí. Y estos se acostumbran a ser espectadores de instantáneas escogidas de la vida de sus compañeros de clase. Muchos están encantados de esa conexión adicional, pero incluso los adolescentes con mayor habilidad social pueden sentirse excluidos de alguna foto divertida que muestra algún evento al que no fueron invitados. Pueden verse envueltos en una pelea en línea. O pueden sentirse heridos por falta de apreciación al contar los ‘Me gusta’ de sus publicaciones. Si para ellos es difícil, para los jóvenes que experimentan poco éxito social en el mundo real es peor.
Marion Underwood, decana de la Escuela de Ciencias de la Conducta y del Cerebro de la Universidad de Texas, y coautora de Tener 13, dice que muchos de los comentarios y acciones de los adolescentes sondeados sugieren que las redes sociales tienen gran poder para afectar sus emociones diarias en maneras que pueden inquietar a sus padres. Una niña dijo que se tomó unas 100 o 200 selfies hasta que obtuvo una buena para publicar. Otra subía fotos a Instagram, buscando aprobación, y solo recibía silencio. Muchos otros pasaban horas revisando las imágenes que mostraban las vidas virtuales de sus compañeros.
Entre los resultados más positivos de la investigación estaba la importancia de que los padres se involucren más a esta edad. “Si los chicos sienten que sus padres están siguiendo su actividad en línea, se estresan menos en caso de que surja un conflicto en línea. Perciben que sus padres se preocupan, que conversan sobre ellos”. El reporte también da recomendaciones sobre el monitoreo en línea.
Dibujen las fronteras
Underwood está a favor de dejar que el joven pruebe las redes y que sea una experiencia positiva. Pregúntele por qué quiere unirse y si tiene alguna meta. Expóngale lo negativo: puede ofender con sus publicaciones o ser ofendido con una publicación ajena. Hagan un pacto de no usar teléfonos en el dormitorio a la hora de dormir ni en la mesa, usted podrá ser su amigo o seguidor en la red y se reunirán en un par de semanas para conversar del tema.
Empiecen con Instagram
Underwood lo describe como un servicio un poco más simple y benigno. “A los niños les gusta mucho poner cosas divertidas y positivas en Instagram”. La mayoría sigue con facilidad las reglas no escritas del sitio, publicar una vez por día y comentar con frecuencia. Muéstrele cómo funciona, creen la cuenta juntos y ajusten la privacidad. Sugiere dejar Facebook para después y evitar Twitter si es posible, debido a que se presta a que el usuario escriba lo primero que se le pasa por la cabeza.
Alerta con la curiosidad
Aunque los jóvenes no publiquen, están mucho tiempo en la red mirando lo que otros comparten. Así aumentan sus posibilidades de ver cosas que podrían perturbarlos, cosas tan básicas como comprobar que sus amigos hacen cosas en grupo, sin ellos. Compararán inevitablemente sus experiencias a las de todos los demás, sin meditar en que se trata de imágenes con filtro, seleccionadas de entre múltiples tomas para dar la impresión de que están pasando increíblemente bien. “Si los ve pegados a Twitter o Instagram, aun sin teclear, interésese”, dice Underwood. Pregúnteles qué pasa.
Si su hijo admite que se siente ignorado o herido por lo que alguien hizo en internet, considérese afortunado de que le esté hablando de ello. “Su primer y más importante trabajo es escuchar”, dice Betsy Brown Braun, especialista en desarrollo infantil. “Así que escuche. Valide y empatice sin fingir”.
Si el adolescente cree que su vida no se parece a las aparentemente perfectas vidas de los otros, hablen de lo producidas que son esas imágenes y anímelo a pasar menos tiempo allí, si eso no lo está haciendo feliz. “La razón número 1 para que los chicos pasen curioseando en redes es por aburrimiento”, dice Underwood. “Haga arreglos para que estén menos aburridos”.
¿Su hijo de 13 tiene cuenta en alguna red social? Coméntenos
Usted sí debe curiosear
Su trabajo, según Underwood, es ser un observador amigable y silencioso. Dé ‘Me gusta’, si quiere, pero no comente. Eso sí, fíjese en lo que se publica y se discute. “Usted es un par de ojos extra”, asegura Braun, para un niño que todavía no sabe lo que es seguro o lo que puede ser hiriente. “Pero deje que cometa sus errores”.
No se guíe por lo que él publica. Eso no es un medidor de bienestar. Tal como sus amigos, su hijo podría estar fabricando una imagen de su más perfecto yo. Mejor pregúntele cómo se siente en vez de confiar en los emoticones.
Comparta sus experiencias
Si se ha sentido excluido, fuera de lugar o desanimado mientras revisa sus redes sociales, dígale a su hijo, sugiere Braun. Podría incluso sentarse con él a mirar la cuenta de Facebook de usted y hacer notar a sus amigos que corrieron maratones, se fueron de vacaciones o estuvieron en una fiesta de la que usted no se enteró. “De esta manera, si su hijo pasa por algo similar y se siente mal, no será algo que no ha presenciado antes. Y lo buscará a usted para hablar”.
No espere que su hijo sea usted
“A los 13, lo que más quieres de tus fotos es que muestren lo divertido que eres y los muchos amigos que tienes”, reporta Underwood. “A medida que crezcan eso se reducirá, pues tampoco querrán ser vistos como buscadores de atención o desesperados por mostrar que tienen amigos. Creo que se vuelven más sofisticados en lo cognitivo y entienden el impacto que tienen en la gente. Pero a los 13 están emocionados por el simple hecho de estar en redes. Puede que no les moleste seguir a un montón de personas que no los siguen”.
O puede que les importe mucho. “Sería tan bueno si pudiéramos inmunizarlos para que sus sentimientos no fueran heridos”, admite Braun. “Pero no se puede. Y sin embargo, a través de estas experiencias a veces dolorosas, se puede lograr aprendizaje y crecimiento social y emocional”.
Tener 13 siempre ha tenido esa sensación de caminar por la cuerda floja entre adolescencia y niñez, entre la conciencia de sí mismo y el encerramiento en sí mismo, entre ser tú y ser la persona que quieres que otros vean. Las redes sociales pueden haber amplificado ese acto de equilibrismo, pero no lo inventaron, una instancia más para que los padres encuentren su propio balance entre guiar a los hijos y dejar que encuentren solos el camino. (F)