Cómo tratar las pataletas
Durante el caos de patadas y gritos del momento, las rabietas pueden ser realmente frustrantes. Pero en lugar de verlas como catástrofes, trátelas como oportunidades para educar a sus niños.
Las rabietas van desde gimoteos y llantos hasta gritos, patadas, golpes y sostener la respiración. Son comunes en niños y niñas, generalmente en un momento en que los niños comprenden más que lo que pueden expresar. Imagine no ser capaz de comunicar sus necesidades a alguien: una experiencia frustrante.
María Alejandra Marín, diplomada de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Arteterapia de Nürtingen, Alemania, trabaja con niños desde los 4 años, “pero conozco niños que desde los 2 años tienen a sus padres en la palma de la mano”. Ella opina que mientras más temprano se pueda intervenir en el sistema del que el niño proviene, será mejor para todos.
Causas de las rabietas
Un temperamento difícil e impulsivo suele estar unido a la agresividad. Esta, además de su aspecto negativo, tiene uno positivo, la consecución de cosas complejas. “Sin un nivel saludable de agresividad no tendríamos capacidad de defensa”, señala la especialista.
La lógica y el sistema cognitivo intelectual de los niños están en construcción, y debido a eso pueden sentir emociones más fuertes que los adultos, y también mucha frustración por no poder alcanzar lo que quieren o necesitan.
Los problemas de desarrollo mental, continúa Marín, también dan mayor propensión a resolver problemas con conductas de tipo agresivo, el camino más corto entre el deseo y la meta.
Las normas de crianza pueden potenciar o inhibir la conducta agresiva. Marín menciona no poner límites o ejercer doble comunicación (padre permisivo, madre censuradora), que genera en los niños ansiedad, confusión e incluso conducta agresiva, por la falta de acuerdos en la crianza.
La imitación de la agresividad. “Los niños aprenden conductas agresivas por pura observación”.
Falta de lazos afectivos. “Un niño cuyos padres han desarrollado buenos lazos con él, es menos propenso a la conducta agresiva; se siente comprendido, protegido y experimenta confianza en su entorno más próximo”.
El ambiente tenso entre los padres generará problemas de aprendizaje escolar, los cuales a su vez provocan comportamientos agresivos.
La baja autoestima produce profunda inseguridad, inferioridad y ansiedad. “A su vez, las etiquetas que recibe el niño por su conducta consolidan el concepto negativo sobre sí mismo”.
Trastornos del lenguaje a nivel expresivo. En estos casos, los niños no pueden resolver sus problemas, sentimientos y pensamientos de manera verbal.
Qué hacer durante las rabietas
Ignórelas, dice Marín. “Como no se puede razonar con el niño en medio de un arrebato emocional, es mejor no intentarlo. Le toca al adulto guardar la calma, y si lo consigue, se dará cuenta de su asombrosa utilidad.
Apártese del niño. Intente hacer otras cosas, no lo mire ni de reojo, siga con la conversación y, si el niño está en un lugar seguro, abandone la habitación. La terapeuta explica que “se trata de una pataleta, no de una situación real; si no habría que actuar de otra forma”.
Dígale las cosas una sola vez. No repita ni grite. Ponga al niño en un lugar seguro y dígale lo que quiere que haga. Cuando se calme un poco, afírmele: “Juan, cuando hayas terminado de llorar, si quieres, vienes y jugamos”. Marín dice que la meta es que el niño abandone su actitud.
Cuando termine la rabieta, actúe como si nada hubiese ocurrido. Háblele dulcemente, abrácelo y siga la rutina normal. “Me alegro de que ya no llores, así podremos jugar”. Este tipo de respuestas, dice Marín, indican al pequeño que su pataleta no ha causado efecto y que conseguirá lo que quiere solo cuando sea bueno para él.
Después de la tormenta
No recompense la rabieta de su hijo al ceder, recomienda la doctora Jennifer Shroff Pendley, en el sitio educativo Kids Health. Esto solamente le probará al pequeño que la rabieta funcionó. En lugar de eso, elógielo verbalmente por recuperar el control.
Los niños pueden sentirse especialmente vulnerables después de una rabieta. Cuando estén calmados, abrácelos y reafírmeles que son queridos.
Asegúrese de que su hijo esté durmiendo lo suficiente. El buen sueño puede reducir las rabietas drásticamente. Las necesidades de sueño de los niños están dentro de un rango predecible de horas que depende de su edad, pero cada uno tiene necesidades específicas.
El papel del arte
El arteterapia facilita la comunicación con el niño a nivel no verbal, la expresión de eventos y sentimientos originados en estas etapas, señala Marín. Se crea una tríada: la relación entre el niño y el terapeuta, luego entre el niño y lo que ha creado y, finalmente, el terapeuta y la pieza de arte, destacando las interpretaciones que tengan relevancia en la realidad del niño, según las conversaciones con él y con sus representantes.
Entre las técnicas utilizadas está la inspirada en el libro Tienes dragones (2003), de Kathryn Cave y Nick Maland. El dragón es metáfora de los problemas y sentimientos incómodos del niño. “De esta manera puede reconocer que él o ella no son la pataleta, sino que esta es una conducta que le causa problemas o incomoda en su entorno”. Marín explica que así se refuerza el concepto de no confundir una conducta con la esencia del niño. “Mantenemos clara la actitud de que el niño es bueno y maravilloso; es su comportamiento el no adecuado”.
Al visualizar su ‘monstruo problemático’, el niño experimenta control sobre él. “Algunos han creado videos animados de cómo acabaron con su problema. Al externalizar y crear un monstruo, la conducta no adecuada se vuelve un poco tonta y no parece tan abrumadora y horrible”.
Otro ejercicio es el de las cajas de bienestar instantáneo. Este podría ser, propone Marín, un proyecto para un niño o una niña con pataletas recurrentes. Se le pregunta qué es lo que verdaderamente necesita cuando tiene una rabieta y se le ayuda a reestructurar sus respuestas.
Marín explica que seguramente el niño descubrió por casualidad que sus rabietas conseguían una respuesta del adulto: juguetes, dulces, atención. “Las pataletas tienen un fin concreto. Cuando este no es ventajoso, el pequeño deja de hacerlo en el 99% de los casos. Debe aprender que estas conductas son inaceptables, no lo llevan a ninguna parte, no ayudan a su frustración, no lo libran de alguna obligación ni modifican la manera de pensar de sus padres con respecto a algo”. (F)