La disciplina en la formación de los niños

01 de Febrero de 2015
Liliana Anchundia

El límite entre disciplina y tiranía es muy fino, y se necesita sensatez y madurez para saber hasta cuándo y hasta dónde se debe ser firme en el proceso de formar y educar.

A medida que los niños crecen van adquiriendo independencia, por lo que es importante reforzarles el sentido de responsabilidad con disciplina, especialmente para inculcarles buenos hábitos y modales.

¿Desde qué edad empezar?

El psicólogo clínico Juan Diego Almeida aclara que la disciplina no es algo que únicamente se deba aplicar para guiar a un niño o persona a mantener un patrón determinado de conducta.

La disciplina, señala, se la debe modelar desde los primeros años de vida del ser humano, con el fin de que se interioricen los mensajes y códigos a los que están expuestos para que puedan fácilmente asimilarlos.

Esto con el fin de que no solo sean atravesados a nivel del discurso por “la disciplina”, sino por una “autodisciplina” que les permita discernir lo permitido de lo que no lo es.

La Dra. Marjorie Parra Rivera, psicoterapeuta de la Unidad Educativa Integral Sudamericano, señala que los padres deben disciplinar a los niños desde los primeros años de vida para fijar horarios de alimentación, sueño y aseo; de esta manera los pequeños adquieren la responsabilidad y el compromiso de mantener hábitos, valores, modales y principios.

Ordenados y organizados

Consultado sobre si hay una estrecha relación entre la disciplina y el logro de objetivos, Almeida puntualiza que dependiendo del contexto y la connotación que se le dé a la palabra, tiene relación con la obtención de logros a largo y mediano plazo, debido a que la persona, y en este caso los niños, pueden desarrollar a través de actos repetitivos su estado de conciencia que les permitirá darse cuenta rápidamente de las cosas a su alrededor, y a su vez, esto ayuda en la formación de su carácter y personalidad, volviéndolos así más ordenados y organizados, o al menos “reglados” para poderse adaptar sin inconvenientes a la sociedad.

Parra agrega que el autocontrol y la perseverancia son frutos de la disciplina; y hace falta mucho de ambos para lograr las metas.

Ingenio y creatividad

Se podría pensar que la exagerada aplicación de la disciplina riñe con la libertad requerida para fomentar la creatividad y el ingenio. Almeida cree que esto depende de la manera en que se la aplique, pues muchos tienden a relacionar la “disciplina” como una forma de sanción o castigo, y esta es vista de manera negativa, en ocasiones hasta represiva e inhumana.

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Si nos referimos a este eufemismo, dice, es probable que el ingenio y la creatividad sean reprimidos en la infancia, puesto que estos elementos (ingenio y creatividad) tienen mucha relación con el estado emocional de las personas. Pero esto no es un determinante, pues en ocasiones al estar inmerso en situaciones aversivas o normas disciplinarias, muchos niños logran ingeniárselas para sobrellevar y mejorar su calidad de vida a través de este factor, por lo que en ocasiones se puede convertir en un detonador de motivación.

Lo recomendable es equilibrar nuestra manera de ejercer autoridad y modelar conductas que pretendamos se repitan en nuestros hijos, recomienda Almeida, puesto que sería una incoherencia disciplinar si nosotros como padres, no pasamos también por la norma.

Amonestaciones

El sitio web ehowenespanol.com lista varias maneras de disciplinar a los hijos sin aplicar castigos físicos:

Prohibirles que realicen su actividad favorita es una enorme motivación para evitar que se porten mal. Los pequeños pueden ser impedidos de jugar fuera de la casa por algunas horas, mientras que para los más grandes la prohibición puede abarcar días.

“Negarle privilegios”, como el tiempo que pasa frente al televisor o los videojuegos, motiva a los chicos a elegir portarse bien, pero hay que asegurarse de elegir un privilegio que signifique mucho, algo que su hijo realmente extrañará, y mantenerse firme en cumplir el plazo impuesto.

Enseñarles sobre las “consecuencias naturales” y las “consecuencias lógicas” de sus acciones y elecciones les ayuda a los chicos a aprender que existen reglas no solo en el núcleo familiar, sino también en el exterior.

Si el menor se rehúsa a hacer su tarea, puede permitirle que elija no hacerla, explicándole los problemas que tendrá en la escuela y dejándolo experimentar el regaño de la maestra, incluso la pérdida de año. Si la niña juega con la pelota dentro de la casa, aun si le está prohibido y rompe una ventana, ella debe ayudar a limpiar y trabajar haciendo quehaceres domésticos a cambio de una cierta cantidad de dinero para reemplazar la ventana.

Además, el “reforzamiento positivo” es tan importante como la amonestación. Muchos padres se olvidan de esta técnica. Cuando el niño se porte bien, dígale cuánto usted aprecia esto. Los niños adoran recibir atención y estarán motivados a hacer sentir a sus padres orgullosos si ven que estos notan su buen actuar.

El riesgo del exceso

La disciplina se interioriza en un individuo en los primeros años de vida, luego se vuelve autodisciplina, que le evita al ser humano consecuencias destructivas, fruto de la falta de control en su vida. Sin embargo, la disciplina excesiva se puede convertir en tiranía. Y el límite entre disciplina y tiranía es muy fino; se necesita sensatez y madurez para saber hasta cuándo y hasta dónde aplicarla, señala Parra.

Para Almeida, disciplinar de manera excesiva a un niño conlleva riesgos en sus áreas afectivo-emotivas y en su interacción social. Hay que partir del hecho de que la persona que disciplina en “exceso” tiene altas expectativas sobre el otro al cual le está ejerciendo su autoridad; esto, debido a trasfondos psicológicos que deberían de ser tratados, pues la presión que ejerce sobre el otro genera un sentido de indefensión, baja autoestima, poca tolerancia a la frustración, entre otros factores que comprometen su salud mental.

Ejercer autoridad con amor

Como padres, somos llamados a disciplinar a través del ejemplo, reflexiona Almeida. Esta será la única herramienta que al final nos dará resultados positivos y no podrá ser cuestionada. Los niños aprenden más rápido haciendo que recibiendo órdenes, por esto es importante comprenderlos y pensar como ellos, para poder atraerlos a nuestra realidad.

Y añade que ejercer disciplina sobre nuestros niños es ejercer autoridad con amor. Órdenes cargadas de afecto harán que ellos asimilen mejor su paso de la infancia a la madurez. En muchas ocasiones el castigo será necesario, pero nunca hay que olvidar que hasta el “castigo” tiene que estar investido de amor, de afecto, si no crecerán creyendo que el acto de disciplinar es algo malo y sancionador, al cual, en ocasiones habrá que revelarse para sobrevivir. (F)

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