Paternidad en la era moderna

07 de Agosto de 2016
Frank Bruni | NYT

Un periodista político hizo la crónica de los viajes que realizó y los presidentes que conoció junto con su hijo con síndrome de Asperger en el libro Love That Boy, publicado en abril de este año.

De niño, continuamente me aleccionaban en las diferencias entre las mamás y los papás. Las madres cuidaban y protegían y tendían a llorar. Los padres juzgaban y nos hacían llorar. Y mientras las madres sentían la presión de prodigar tiempo y afecto a sus hijos, los padres podían ir y venir. En tanto cumplieran con su papel de mantener la casa, todo lo demás era negociable.

Hay algo de esa psicología y conducta en el veterano periodista político Ron Fournier que, a los 52 años de edad, es más o menos de mi edad. Es decir, él creció en la misma cultura que yo. Pero hace casi seis años, él se enteró de que la incomodidad social que sentía su hijo Tyler no era solo eso. Se trataba de un “autismo de gran funcionalidad” en palabras de un especialista. Tyler, que entonces tenía doce años, tiene el mal de Asperger.

A raíz de ese diagnóstico, Fournier recibió una solicitud de su esposa; no, más bien fue una orden. Él tenía que pasar más tiempo con Tyler. Así empezó una serie de viajes del padre con el hijo en los que aprovecharon su amor común por la historia para construir un sólido puente entre ellos dos.

Fournier hace la crónica de esos viajes en un libro, Love That Boy. Su título es lo que le dijo el presidente George W. Bush (“Ama a ese chico”) durante una visita que hizo Fournier con Tyler a la Oficina Oval en 2003, cuando el niño tenía cinco años. Notando la rareza de Tyler y la incomodidad de Fournier, el presidente le hizo esa admonición en tres palabras.

El libro narra la forma en que Fournier llegó a cumplir el mandato y está escrito como súplica a todos los padres para que vean a sus hijos claramente y ajusten sus expectativas a la realidad. Pero al leerlo, me impresionó un tema adicional, algo que solo se descubre entre líneas. La narrativa de Fournier habla de la paternidad; específicamente, la paternidad en el aquí y el ahora.

Él examina sus sentimientos y sus fallas como padre con una desnudez que era rara en padres de las generaciones anteriores. Él lucha con mucho sentimiento para definir el tipo de padre que es y el que quiere ser. Llora y tiembla. Y es un reflejo de muchos de los papás de hoy, que han cambiado tanto con respecto de los de ayer. En Fournier yo veo a mis dos hermanos, que no adoran a sus propios hijos más de lo que nuestro padre nos adoró a nosotros, pero que lo hacen de una manera más gentil y tierna, sin miedo a abordar discusiones y a exhibir emociones que la mayoría de los hombres evitaban antes.

En Fournier veo al beisbolista Adam LaRoche, que el mes pasado llegó a los titulares cuando renunció a los Medias Blancas de Chicago, dejando atrás un salario de 13 millones de dólares, porque un ejecutivo de su equipo le dijo que ya no podría hacer lo que hacía con su equipo anterior, los Nacionales de Washington: llevar a su hijo de catorce años a que lo acompañara en las prácticas.

“De una cosa estoy seguro”, explicó LaRoche en una declaración en la que habló de la familia y la paternidad. “No lamentaremos jamás haber pasado mucho tiempo con nuestros hijos; más bien lo contrario”. La reacción en el mundo del béisbol fue tan reveladora como su decisión. Él suscitó elogios generalizados de sus compañeros beisbolistas, incluso de los Medias Blancas que dejó atrás. Por supuesto, LaRoche tiene la suerte de contar con la libertad económica para tomar la decisión que tomó.

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Padres más presentes

Según encuestas del Centro de Investigaciones Pew, los hombres de ahora pasan con sus hijos casi tres veces más tiempo que los hombres de hace medio siglo. Y sienten el conflicto de no dedicarles más. Mientras que el 23 por ciento de las madres siente que pasa menos tiempo con sus hijos del que debería, 46 por ciento de los padres tiene esa sensación.

Lo mismo le sucede al presidente Barack Obama cuando habla de sus hijas y sus esfuerzos por llegar a casa a tiempo para cenar con ellas las más veces que se pueda. Obama, por cierto, aparece en el libro de Fournier, como muchos otros presidentes, vivos y muertos, pues Fournier y su hijo visitan las bibliotecas presidenciales y porque él cubrió los gobiernos de Obama, de Bush y de Bill Clinton.

También cubrió la gestión de Clinton como gobernador de Arkansas. Fournier recuerda que en la oficina del gobernador había un pupitre estilo antiguo, para que Chelsea pudiera hacer su tarea cerca de él. “Él era un padre muy consentidor y dedicado”, afirmó Fournier cuando hablé con él la semana pasada.

Pero mucho antes de Obama y Clinton hubo padres mimosos y efusivos. Teddy Roosevelt les escribió tantas cartas tan reflexivas a sus seis hijos que en 1919 fueron reunidas en un libro que fue todo un éxito de ventas.

En el libro de Fournier, ser un papá totalmente involucrado es tanto una obligación como una liberación, lo que les permitió a los dos descubrir ciertas facetas de sus hijos y de sí mismos que no hubieran podido encontrar de otra manera. Ellos constituyen el sostén no solo de un hogar estable y de una orientación firme. Ellos aman a ese niño. (F)

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