La noria, La Perla
Al igual que otras metrópolis, de otros países, Guayaquil también tiene su noria. Desde las orillas del caudaloso pero manso río Guayas, treinta y seis cabinas se levantan, a una altura de 57 metros, desde donde tenemos una vista panorámica de la ciudad. Esta rueda se vuelve entonces, en una especie de mirador giratorio en la que, por unos doce minutos, desde que tomamos asiento en sus cómodas butacas, podemos apreciar la urbe con otra perspectiva.
No hay que asustarse, no hay velocidad y menos vértigo. Es un recreo visual y placentero.
Los tickets para acceder a la noria se obtienen en la boletería. Como en todo lugar de servicio al público, manténgase en la línea hasta que llegue su turno. No se adelante ni se haga el ‘vivolín’. Todo a su tiempo.
Los valores están segmentados, los niños y la edad de oro pagan la mitad.
Hay trato preferencial para las personas de tercera edad. No proteste porque los hacen pasar primero. Es señal de respeto a quienes nos anteceden en la vida.
También tienen trato preferencial quienes llegan en sillas de ruedas o utilizan bastón. Toda persona con minusvalía es atendida de manera especial.
No hay que dar propina a los trabajadores y guías de La Perla, pero un cordial ‘gracias’ paga su atención.
Si va en gallada, deberán dividirse. Las cabinas tienen capacidad para seis personas. No insista.
Siga cuidadosamente las instrucciones. Si es diestro, suba y baje de la cabina con el pie derecho; en caso contrario, hágalo con el izquierdo.
No debe ingresar con alimentos ni bebidas. Hay lugares cercanos como Puerto Santa Ana, donde encuentra una variada oferta gastronómica.
Tampoco está permitido ingresar a las cabinas con un cigarrillo prendido ni con mascotas.
Aunque en cada módulo hay sistema wifi no le recomiendo que se distraiga con esto. Lleve su capacidad de memoria disponible para que se deleite captando fotografías desde La Perla a la Perla del Pacífico.
Se va a encontrar con muchos turistas, nacionales y extranjeros. Recuerde que los buenos anfitriones proporcionan agrado y bienestar a los visitantes. Es el momento de una atención cordial en uno de nuestros más preciados bienes públicos: La Perla. (O)