Letizia, excolega
A partir de este 19 de junio ya no podré llamar por su nombre a mi excolega Letizia Ortiz Rocasolano. Su investidura como reina de la monarquía española conlleva un tratamiento especial, lo que significa que además de las normas que se observan en cualquier acto social, deberemos anteponer los vocativos que corresponden a su jerarquía.
Aquí es cuando se aplica el protocolo, que lejos de ser una rigurosa y acartonada forma de saludo, recibimiento, desarrollo y despedida de un evento, nos garantiza la regulación de cada paso en el acto donde nos encontremos con monarcas, como en este caso, o con altos dignatarios gubernamentales, oficiales, diplomáticos o de orden internacional.
• Lo primero que se debe aplicar es el respeto a las tradiciones y costumbres de las personas con quienes nos relacionamos.
• Recordar que los actos oficiales pueden ser de carácter general y público o privado y limitado, como fue la entronización de los nuevos monarcas, lo que significa que los asistentes, convocados por invitación personal, están ubicados en los lugares que han sido destinados para cada quien.
• Los invitados deben llegar con la invitación en la mano, presentarla y esperar que un ataché los conduzca al sitio asignado. No pueden cambiarse de lugar, aunque “más allacito” esté su comadre Marujita.
• El tratamiento para cada dignidad está establecida en función del rango que cada quien ostenta. En el caso de Felipe de Borbón, dejó de ser su alteza real, el príncipe de Asturias, para convertirse en el rey, por lo tanto el vocativo es su majestad.
• La ubicación física también indica prevalencia, por esa razón, la reina siempre está al lado derecho del rey. Igual que el vicepresidente de una nación o empresa está al lado derecho del primero en funciones.
• Como ya sabemos que todos los actos, privados, públicos, empresariales, deportivos, sociales, tienen como marco general la cortesía, debemos de aceptar “sin chistar” las normativas que se han designado.
• Los medios de comunicación tenemos lugares asignados para la cobertura periodística. Nos ubican previamente en un lugar donde fotógrafos y camarógrafos, por la naturaleza de su función, no interfieran en la realización del evento.
• Imposible correr atrás de la reina y gritarle: “Heey, Letizia, un saludito para…”.
• Durante los discursos no se debe conversar, ni así sea “en chiquito”.
• Entonces, adiós a la Ortiz Rocasolano, bienvenida Letizia, su majestad. Aunque en privado, el trato es optativo.