De negativos a positivos
De la calidad de sus pensamientos dependen algunos procesos, como su ritmo cardiaco.
En las mañanas, al salir del club después de nadar y ducharme, me cruzo con un corrillo de pequeños que llegan con sus cuidadores a realizar actividades orientadas a niños. No puedo evitar saludarlos, pedirles que choquen la mano y desearles que la pasen en grande. Salgo del club con una sonrisa de oreja a oreja, con el ánimo muy en alto no solo por mi propio ejercicio sino también por mi interacción con esos adorables representantes de la próxima generación.
¡Qué forma tan maravillosa de empezar el día!
Cuando le conté esta experiencia a una compañera de la alberca y mencioné que estaba escribiendo una columna sobre los beneficios de las emociones positivas en la salud, ella me preguntó: “¿Qué haces con la gente que siempre está negativa?”. Ella, en realidad, tenía en la mente a sus padres, cuya negatividad crónica parece arrastrar a todo el mundo hacia abajo y hacer en extremo desagradables las visitas familiares.
Durante medio siglo viví con un hombre que sufría de arranques periódicos de depresión, por lo que entiendo lo difícil que puede ser el negativismo. Hubiera querido conocer muchos años atrás la obra de Bárbara Fredrickson, psicóloga de la Universidad de Carolina del Norte, dedicada al fomento de las emociones positivas. Y en particular su teoría de que acumular “pequeños momentos de positividad”, como mi interacción diaria con esos niñitos, con el tiempo puede producir un gran bienestar en general.
Las investigaciones llevadas a cabo por Fredrickson y otros científicos demuestran que podemos determinar quién florece y quién no por la medida en que puedan generar emociones positivas. Más que una súbita racha de buena suerte, los momentos breves pero repetidos de sentimientos positivos pueden constituir una defensa contra el estrés y la depresión, fomentando la salud tanto física como mental, según muestran los estudios.
Esto no quiere decir que siempre tengamos que ser positivos para tener salud y felicidad. Es evidente que hay situaciones que provocan naturalmente sentimientos negativos en la más optimista de las personas. Las preocupaciones, la tristeza, el enojo y otras experiencias desalentadoras tienen su lugar en la vida cotidiana. Pero ver siempre el vaso semivacío va en detrimento de la salud física y mental e inhibe la capacidad de recuperarse de las inevitables tensiones que nos presenta la vida.
Los sentimientos negativos activan una región del cerebro llamada cuerpo amigdalino, que participa en el procesamiento del miedo, la ansiedad y otras emociones. El Dr. Richard J. Davidson, neurólogo y fundador del Centro de Mentes Saludables de la Universidad de Wisconsin en Madison, ha demostrado que la gente en la que el cuerpo amigdalino se recupera lentamente de una amenaza tiene más posibilidades de sufrir una variedad de problemas de salud que aquellas personas que se recuperan rápidamente.
Tanto él como Fredrickson y sus colegas han demostrado que el cerebro es plástico, es decir, tiene la capacidad de generar células nuevas y trayectorias y que es posible entrenar a los circuitos del cerebro para fomentar respuestas positivas. Esto quiere decir que es posible aprender a ser más positivos adoptando ciertas conductas que fomentan la positividad.
Por ejemplo, el equipo de Fredrickson descubrió que una capacitación de seis semanas en una forma de meditación centrada en la compasión y la amabilidad provoca un aumento de emociones positivas y de sentido de conexión social, además de mejorar el funcionamiento de uno de los nervios principales que regulan el ritmo cardiaco. El resultado es un ritmo cardiaco variable que, como explicara en una entrevista, está asociado con beneficios médicos objetivos, como el control de la glucosa en la sangre, menor inflamación y recuperación más rápida de un ataque cardiaco.
El equipo de Davidson mostró que aun dos semanas de capacitación en meditación centrada en la compasión y la amabilidad generan cambios en los circuitos cerebrales vinculados con un aumento en conductas sociales positivas, como la generosidad.
“Los resultados apuntan a que dedicar tiempo a adquirir las conductas que generan emociones positivas nos ayuda a ser más sanos, más sociables, más resistentes”, señaló Fredrickson en el boletín mensual de los Institutos Nacionales de Salud en 2015.
En otras palabras, observa Davidson por su parte, “puede considerarse que el bienestar es una habilidad y que, si la practicamos, la podemos mejorar”. Aprender y practicar regularmente conductas que promueven emociones positivas puede volvernos personas más felices y sanas. Por lo tanto, hay esperanza para gente como los padres de mi amiga si deciden tomar medidas para adquirir y reforzar conductas positivas.
En su libro más reciente, Amor 2.0, Fredrickson señala que “la positividad compartida –cuando dos personas participan de la misma emoción– puede tener un impacto aún más grande en la salud que una experiencia positiva vivida por una persona sola”. Pensemos en esas ocasiones en que vemos una obra de teatro graciosa con un amigo de gustos similares a los nuestros, cuando les contamos a otras personas buenas noticias, un chiste o un incidente divertido. Fredrickson también enseña meditación de “amabilidad amorosa”, centrada en dirigir a otras personas deseos magnánimos. Esto puede hacer que, a fin de cuentas, la gente “se sienta más en sintonía con los demás”, afirma.
¿Cómo ha logrado mantener una actitud positiva?Coméntenos
Estas son algunas actividades que Fredrickson y otros investigadores recomiendan para fomentar las emociones positivas.
Aprecie el mundo que lo rodea. Puede ser un ave, un árbol, un hermoso amanecer, o incluso una prenda de ropa que lleve otra persona. Puede ser algo tan simple como ayudar a alguien a cargar sus bolsas de la compra o darle instrucciones a un extraño para que llegue a su destino.
Establezca y fomente sus relaciones. Establecer relaciones sólidas con amigos y familiares mejora la sensación de valía y, como han demostrado estudios de largo plazo, está asociado con una buena salud y una larga vida.
Fíjese metas que pueda alcanzar. Quizá usted quiera mejorar su tenis o leer más. Pero sea realista: una meta impracticable o demasiado difícil puede generar un estrés innecesario.
Aprenda cosas nuevas. Puede ser un deporte, un idioma, un instrumento de música o un juego que le inyecte una sensación de logro, de autoconfianza y de resistencia. Pero también en este caso hay que ser realista en cuanto al tiempo que nos va a llevar y tener la seguridad de que contamos con el tiempo necesario.
Aprenda a aceptarse a sí mismo, con todo y defectos. Más que en sus imperfecciones y fracasos, concéntrese en sus atributos positivos y en sus logros. La gente más adorable que conozco no tiene ninguna de las características externas de amabilidad, pero brillan por la belleza interna de su interés, compasión y consideración de los demás.
Practique la resistencia. En lugar de dejar que lo abrumen las pérdidas, el estrés, los fracasos y los traumas, considérelos experiencias de aprendizaje y pasos hacia un futuro mejor. Recuerde el dicho: cuando la vida te dé limones, haz limonada.
Practique la atención consciente. Cavilar en los problemas del pasado o las dificultades del futuro agota los recursos mentales y distrae la atención de los placeres del presente. Olvídese de las cosas que no puede controlar y céntrese en el aquí y el ahora. Considere la posibilidad de tomar un curso de meditación de atención consciente. (F)
ANTES DEL CONSEJO MÉDICO
Entre aquellos que parecen ser más resistentes y más capaces de retener sus emociones positivas, están las personas que han practicado varias formas de meditación. De hecho, hay creciente evidencia que sugiere que varias técnicas, incluyendo la meditación, la terapia cognitiva (un tipo de psicoterapia) y autoafirmación (pensar en las cosas que son importantes para usted) pueden ayudar a desarrollar las habilidades necesarias para hacer cambios positivos y saludables.
“La investigación apunta a la importancia de ciertos tipos de entrenamiento que pueden alterar circuitos cerebrales en una manera que promueva las respuestas positivas”, dice Davidson. “Nos ha llevado a concluir que el bienestar puede ser considerado como una habilidad vital”.
La doctora Emily Falk, neurocientífica de la Universidad de Pensilvania, está haciendo un acercamiento diferente. Ella está explorando la autoafirmación. Su equipo encontró que cuando a las personas se les pide que piensen en cosas que para ellos son significativas, se activa una región del cerebro que reconoce la relevancia personal. Esta actividad cerebral puede transformar cómo las personas responden al consejo médico.
“Si usted le dice a alguien que pasa sentado durante demasiado tiempo y que necesita cambiar ese comportamiento, se puede poner a la defensiva y buscará razones por las cuales ese mensaje no aplica para él”, dice Falk. “Pero si lo conduce a que reflexione en las cosas que valora antes de aconsejarlo, ese cerebro reaccionará distinto”.