El buen comienzo de los niños
Existen problemas de aprendizaje y de conducta que se pueden minimizar o prevenir en los niños. La psicóloga clínica Evelyn Brachetti creó programas para enseñar cómo hacerlo.
Si un niño hace berrinches, se pone irritable, no come bien, está triste, tiene problemas con el sueño, no hace las tareas escolares adecuadamente o es más lento que otros, tiene una causa que la condiciona.
Estudios indican que probablemente haya nacido con zonas cerebrales inmaduras a causa de cómo estaba estructurado su cerebro, y que a su vez causan dificultades en el aprendizaje y la conducta.
Unas de esas áreas pueden ser la límbica que controla las emociones o también el lóbulo frontal que comanda las funciones ejecutivas. La misión sería aprender a detectar signos de inmadurez funcional en niños pequeños tanto en el área emocional social como motora o condicionante cognitivo del aprendizaje.
Según la psicóloga clínica y educativa Evelyn Brachetti, la zona límbica que controla las emociones, por ejemplo, puede estar afectada por varias razones como: la herencia, el estado anímico de la madre durante el embarazo y los primeros años de vida.
“Pero si el entorno del niño comprende su estructura y aprende a manejarlo cambiando la actitud y el sistema de atribuciones se puede evitar que aparezcan en ellos los problemas de aprendizaje y de conducta”, asegura.
Para el doctor Jorge Eslava, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Neuropsicología (SLAN) y del Instituto colombiano de Neurociencias, las causas de tales dificultades en los niños son múltiples, pero también puede que no haya ningún problema de tipo hereditario, sino que durante la gestación hubo inconvenientes en la formación de los diversos tejidos, entre ellos, el cerebro.
“Basta recordar que en la “construcción de un bebé” (y solo con relación al cerebro) es necesario dotarlo de algo así como cien mil millones de células cerebrales. Luego llevarlas a un sitio determinado y después conectarlas entré sí de una manera apropiada. El milagro es que salga bien. Adicionalmente, la madre puede sufrir enfermedades que lesionen al bebé en formación. Es por eso por lo que se insiste en la vital importancia de un adecuado control prenatal”, asegura.
Eslava considera que si bien los padres no pueden detectar las anomalías en las distintas zonas cerebrales de sus hijos, lo que sí pueden hacer es estar atentos a que ellos tal vez no evolucionan de la manera apropiada, no ganan en el desarrollo lo que otros niños de su edad (aunque es bien cierto que no hay niños homogéneos y por ello es normal cierto grado de disparidad) o si presentan conductas y actitudes que son motivo de preocupación. Entonces, agrega, deben consultar con un profesional idóneo y será este el que determine si hay o no dicha anomalía.
Investigaciones realizadas hace treinta años por la doctora Brachetti, en su consultorio particular y que fueron aplicadas en el colegio Alemán Humboldt de Guayaquil, como un proyecto experimental, indicaron que sí es posible detectar en los niños distintos signos sutiles de diferencias funcionales o maduracionales de algunas áreas cerebrales desde que son muy pequeños.
El programa consistía en la detección y estimulación como método preventivo de problemas de aprendizaje y conducta, como un aporte de la neurociencia a la educación y a la clínica.
A los niños del preescolar se les hizo seguimiento durante dos años y luego se continuó con ellos por dos años más en la primaria. Esto para ver si lo que se había aplicado en los alumnos en el preescolar había servido para que no tengan problemas en la primaria.
De hecho durante años, agrega, no había necesidad de apoyo especial para aprender a leer, escribir o calcular, y las calificaciones regulares desaparecieron.
“Lo visionario de nuestro proyecto, iniciado muchos años antes de ser publicado por otros investigadores y con resultados evidentes obtenidos, ofrece material importante para aportar a la ciencia”, asegura Brachetti.
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Años después, dice la psicóloga, pudo ver que en otros lugares había gente que descubría aspectos similares a lo que ella estaba investigando, pero sin estar en contacto. Como, por ejemplo, el “Síndrome Z” causado por una sobrecarga funcional en el hemisferio derecho.
“Incluso el libro Niños, familia y caos, del australiano Dr. Harry Nash, proporcionaba datos similares a los investigados por mí en un cuadro en que denominé “Síndrome Z” ambos correspondían al síndrome ADHD”, asegura.
Detectar signos blandos
¿Pero qué son los signos blandos? Según Brachetti, son signos externos que se pueden observar sin que la otra persona se lo diga. Por ejemplo, si el padre mira los ojos del niño y no tienen brillo, es un signo de que su sistema límbico no está funcionando bien. O si el pequeño se tapa los oídos cuando oye la licuadora, es porque tiene una sobresensibilidad auditiva. Estos son ejemplos entre muchos otros.
“Los padres deberían aprender a observar estos signos. Hay unos que se ven desde el nacimiento y otros que van apareciendo a medida que el niño crece”, dice la psicóloga.
La idea es descubrirlos antes de que el niño entre a la escuela. Si él tiene problemas afectivos emocionales desde muy temprano, porque los trae de fábrica, eso carga mucho su hemisferio derecho. Entonces, el hemisferio izquierdo madura tarde, repercutiendo en una lentificación del lenguaje y más tarde del aprendizaje de lectoescritura.
Brachetti asegura que se puede influir y mejorar la calidad de vida de un niño estimulando signos maduracionales blandos. El objetivo es optimizar las áreas de maduración lenta influyendo en el momento en que se genera y prevenir a tiempo consecuencias funcionales.
“El cerebro es capaz de ser estimulado desde afuera. Eso es algo que hace diez años no se sabía. Nosotros trabajamos intuitivamente con ejercicios y comprobamos que éramos capaces de hacer que este órgano mejore su funcionamiento, sobre todo en lograr optimizar las condiciones neuronales y compensar lo que de fábrica tenía falloso el niño”.
Brachetti agrega que es necesario entrar gradualmente a comprender que los hijos o alumnos son diferentes porque así funciona su cerebro y son los padres y maestros que deben cambiar la forma de actuar y enseñar. Además, los adultos tienen que ser instruidos sobre cómo ayudarlos en la casa con un poco de guía.
¿Están en riesgo?
Es importante conocer los antecedentes genéticos familiares que predisponen a tener vulnerabilidad hacia ciertas condiciones.
Brachetti dice que si se conoce que en la familia hay alguien con bipolaridad y hay un niño que a los 2 años hace unos berrinches horribles, con alteraciones del sueño y alimentación y, además, tiene irritabilidad puede intuir que está en alto riesgo de tener una bipolaridad, y hay que ver qué se hace para evitarlo.
El tratamiento en la parte pedagógica es realizada con textos específicos y en lo posible efectuada por los padres, quienes se convierten en terapeutas.
Por último, si los adultos que están a cargo del niño no detectan o no les dan importancia a los signos blandos, pierden la oportunidad de minimizarse o compensarse dichas funciones mediante programas específicos trabajados en etapas cruciales de desarrollo”, asegura la psicóloga.
Sus treinta libros
La doctora Evelyn Brachetti (foto) recientemente hizo la presentación de sus 30 libros de estimulación de neuropedagogía. El primero apareció hace 29 años y lo fue puliendo. Estos cubren todas las áreas funcionales que el niño requiere para aprender, como por ejemplo, atención y concentración, de velocidad, de precisión de trazos para aprender mejor caligrafía, orientación espacial para entender mejor las matemáticas, de estructuración del pensamiento matemático. Incluso de conciencia fonética para mejorar la lectoescritura.
“Son usados en muchos colegios, por psicopedagogos y a nivel de varios profesionales y sabemos que sirven”, asegura la autora.
Jorge Eslava considera que los textos recogen la experiencia de la doctora Brachetti, y por ello se convierten en un valioso auxiliar para el maestro de niños de ciclo inicial.
“Por supuesto –como con todos estos textos– no se pretende reemplazar el saber del maestro que sigue siendo el pilar central de todo el proceso pedagógico”, agrega Eslava.