El futuro de la salud mental
El neuropsicólogo Antonio Puente, presidente 125 de la Asociación Estadounidense de Psicología, visitó Guayaquil en julio, invitado por la Universidad de Especialidades Espíritu Santo.
El psicólogo como un activista social. Esa es la propuesta que el doctor Antonio Puente hace al hablar de nuevas tendencias en psicología, pues está convencido de que esta ciencia puede llevar a la población de cada país a un nivel más alto de salud y justicia.
El bienestar de la persona, afirma, está basado en gran parte en la vida emocional y cognitiva. ¿Cómo integrar al psicólogo al marco de la salud?
“En los últimos años hemos tenido un problema muy serio”, alega. “En la salud, los psicólogos ocupamos un sitio muy bajo y no podemos contribuir como deberíamos”. Así que la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) está buscando presentar, en Estados Unidos, un aporte con doble efecto: que el costo de salud pública sea menor y que el beneficio para los pacientes sea mayor.
“Nos hemos dado cuenta de que no podemos ser solo docentes, científicos o clínicos. Tenemos que aplicarnos a los problemas de la sociedad. Y uno de ellos es la inmigración. Tenemos miles de niños que están separados de sus padres. Y sabemos que esta situación va a generar problemas emocionales a corto plazo y cognitivos a largo plazo. Los gobiernos necesitan entender el impacto de sus políticas”.
Defendiendo la ciencia
Este es un tema personal para el doctor Puente, quien nació en Cuba y salió de allí en 1960, a los 8 años. “Mi mamá, mi papá, 300 dólares, un bate de béisbol, un cambio de ropa y un chícharo de inglés”, rememora. Recibió su título de pregrado en la Universidad de la Florida y el de posgrado en la Universidad de Georgia. Estudió además en Caltech (Instituto Tecnológico de California), en el laboratorio del neuropsicólogo Roger Sperry (Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1981 por sus estudios sobre las funciones de los hemisferios cerebrales).
Al recibirse, salió temporalmente de Estados Unidos para trabajar en el Caribe. Cuando regresó al país, un lustro después, descubrió que sus documentos migratorios se habían vencido diez años antes. Después de trámites y exámenes, aplicó y recibió la ciudadanía estadounidense. Tuvo suerte. “No sabía que no tenía papeles, y al parecer el Gobierno tampoco sabía”, recuerda.
A partir de entonces ha sido profesor de Psicología en la Universidad de Carolina del Norte, en Wilmington, y es fundador y codirector de la Clínica Cape Fear, un centro bilingüe de salud mental para personas pobres y sin seguro médico.
Miembro de APA desde 1979, ha dedicado gran parte de su carrera a establecer diálogos con el Congreso y el Gobierno de los Estados Unidos sobre su tema primordial, el papel de los psicólogos en la salud. Actualmente invierte mucho tiempo en visitar países latinoamericanos.
“La psicología es la única disciplina en posición de proveer un modelo de cuidado integrativo, en el que todas las disciplinas de la salud colaboren para producir mejores resultados a más bajo costo”, dijo al ser electo presidente de la asociación, en 2017. “El paso inicial es borrar la división entre la salud física y la mental, y mientras tanto apuntalar esfuerzos en la salud mental. La psicología será la catalizadora para la asistencia sanitaria integral”.
Y así defiende la razón de una asociación de profesionales de salud mental. “Debe haber una voz para la psicología, pero muchas voces para conformarla: los industriales, los clínicos, los docentes, los investigadores, los que trabajan con el sistema judicial y las diferentes maneras de pensar”. Es importante unirse, dice, para que la psicología siga siendo tratada como la ciencia que se necesita más que nunca.
UNA CAPACIDAD POCO COMÚN
Los problemas sociales reflejan la ausencia de empatía, una capacidad que el doctor Puente ubica entre las funciones ejecutivas: planificar, resolver problemas, cambiar. “La empatía es la habilidad de entender a otros dentro del marco de sus vidas, no del mío. Es un complicado experimento emocional: controlar mis emociones personales para poder entender quién es el otro y por qué está ahora en esa situación”. Y a partir de eso cambiar la manera como pensamos en el otro.
¿Se puede aprender la empatía? El doctor Puente considera que esta es una capacidad que se aloja en el hemisferio derecho del cerebro. “La persona que nos enseña empatía, antes que nadie, es nuestra madre. Pero muchos de nosotros”, opina, “no tenemos esa capacidad” por un trastorno neurológico. O es posible que su crianza no le diera la facilidad de entender. Y en nuestra sociedad, que apenas está desarrollando respeto por las discapacidades físicas y cognitivas, no hay tolerancia para las personas que no tienen capacidad de empatía.