Enfrentarse al VIH
Saber que se ha infectado con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) causa gran impacto. Entérese cómo seguir adelante.
Cuando una persona recién se entera de que está infectado con VIH sufre un gran impacto. Lo primero que pasa por su mente es relacionar el diagnóstico con la enfermedad y la muerte. Esto es producto de cómo el virus de la inmunodeficiencia humana entró en la historia, a las imágenes e ideas que lo asociaban con el desgaste físico severo y al término inevitable de la vida.
Sin embargo, la psicóloga clínica Claudia Zambrano, de la fundación Vidha, explica que aunque en la actualidad el tratamiento médico y el acceso a los servicios ha cambiado radicalmente el panorama, un segmento muy grande de la población aún mantiene presente tales imágenes e ideas de los primeros años de la epidemia.
Otros de los pensamientos que surgen en la persona infectada es el temor al rechazo y a la marginación social. Lamentablemente, agrega, la falta de información sobre las vías de transmisión del VIH hace que el rechazo tan temido exista y que el individuo se vea afectado por respuestas de estigma y discriminación, y que además se vulneren sus derechos, entre otros.
También, dice la psicóloga clínica Martha Martínez Chávez, líder del departamento de Psicología del hospital de Infectología José Rodríguez Maridueña, la persona infectada siente mucho miedo, angustia e incluso enojo consigo misma por no haberse cuidado y coraje con la persona que quizás lo contagio. “Normalmente echan la culpa a la última persona con la que tuvo relaciones sexuales, sin darse cuenta de que pudo haber sido infectado por alguna pareja que tuvo años antes”.
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“Muchas personas infectadas con el virus tienen dificultad para saber con quién se contagiaron, porque no tienen en su memoria el haber tenido relaciones con alguien que físicamente se veía enfermo; y eso es una idea equivocada”.
Además, agrega, sufren de depresión, ansiedad, problemas con el sueño, falta de apetito, lloran mucho y se autoaíslan e incluso evitan tener el control médico para no ser descubiertos. Asimismo temen comunicarle a la familia que están infectados con el virus.
Estos sentimientos pueden durar semanas o meses, es como una etapa de duelo. Lo normal son seis meses, tiempo en que la persona logra adaptarse a la nueva situación. Sin embargo, hay quienes tardan más hasta aceptar el diagnóstico.
En la mayoría de los casos, dice, lo comunican a su cónyuge o pareja activa. Pero también temen hacerlo para no ser rechazados o culpados. Por eso mienten e incluso no usan preservativos con la idea de que si él o ella tiene el VIH, su pareja también ha de estar infectada, cuando a veces no es así.
“Lo ideal es que la persona infectada le comunique a la pareja su situación para que pueda a tiempo evitar el contagio o a su vez empezar un control a tiempo”.
Guía para compartirlo
Generalmente, anota Zambrano, en los centros de atención para las personas que viven con VIH existen consejeros y profesionales capacitados que brindan apoyo y guía para dar el paso de compartirlo con su pareja y luego, según el deseo de la persona, a algún otro familiar de su confianza.
No existe, añade, ninguna obligatoriedad de compartirlo con todo su círculo familiar o social, ya que la persona que lo padece no implica ningún riesgo para los demás en ningún espacio de intercambio social como la casa, el trabajo o la escuela, entre otros.
En los casos que exista ocultamiento total podría estar marcado por un severo temor al rechazo. Puede ser que en el pasado haya sido testigo de discriminación a otra persona que vive con VIH o que conozca la opinión y el carácter de sus familiares. Son varios los factores que pueden influir en una postura de ocultamiento total.
“Lo ideal es comunicarlo a la pareja en primera instancia con honestidad y prontitud, ya que la vida del cónyuge debe ser atendida inmediatamente en cuanto a medidas de control y cuidado”.
En cuanto a la comunicación a la familia, siempre se recomienda que existan familiares de apoyo que conozcan el diagnóstico, pero esta comunicación debe hacerse previo a una evaluación del círculo familiar, la persona infectada tiene la libertad de decidir si desea compartirlo o no con la familia ampliada y con quiénes compartirlo.
Según Zambrano, la comunicación a los hijos dependerá de las edades de los mismos y es recomendable que conlleve una preparación previa para evaluar su madurez emocional, las relaciones intrafamiliares, entre otras.
Generalmente, agrega Martínez, cuando son niños menores el padre o la madre infectada no se lo dicen. En este caso, se los apoya porque no tiene sentido hacerlo. En cambio, cuando los hijos son adolescentes o adultos se recomienda decírselo, ya que estos están en riesgo de cometer el mismo error del padre o la madre, ya que están empezando una vida sexual.
En cambio, la situación con los niños con el VIH es totalmente diferente, ya que quien le pasa la infección es su propia madre o padre. Entonces explicarles el diagnóstico a ellos es un proceso que toma más tiempo, y es la psicóloga de niños quien debe hacer esta labor.
Superar el problema
Si la persona infectada tiene pareja siempre se procura reforzar el vínculo de manera que el cónyuge se convierta en un puntal importante de apoyo y comprensión, tanto para el uno como para el otro. Y si el afectado no la tiene se evalúa el círculo familiar, los puntales de apoyo intra y extrafamiliares que puedan contribuir en distintos ámbitos.
Pero, dice Zambrano, en general para superar las respuestas emocionales frente a un diagnóstico de VIH se necesita de la decisión de la misma persona, comprometerse a actualizar la información que conoce, asistir a los centros de apoyo, a las consultas psicológicas y a los espacios de consejería. Superar las respuestas iniciales es un proceso que se da poco a poco y que necesita de apoyo constante.
La familia, explica, también debe estar informada de manera correcta sobre las vías de transmisión del virus, para que pueda superar los temores erróneos en cuanto al trato diario con el familiar infectado. Es importante también que conozca que con los actuales tratamientos se puede superar el temor a una muerte cercana.
Incluso es necesario saber acerca del acceso a los servicios de salud y la gratuidad, entre otras, ya que ayuda a superar la ansiedad sobre los costos del tratamiento. “Para enfrentar la nueva vida de vivir con VIH en la familia se debe armar con información y no tener miedo de buscar ayuda, existen muchos centros de apoyo a los que se pueden acceder para empezar este camino”, asegura Zambrano.
Evaluar ideas
Una persona que recibe el diagnóstico de infección por VIH en todos los casos deberá tener atención psicológica. Es necesario evaluar qué ideas tiene sobre el VIH, sus expectativas y temores, de manera que el profesional pueda conducir a la persona por un proceso de reestructuración, es decir, revisar sus concepciones actuales en todo sentido y ajustarlas al nuevo estilo de vida que implica vivir con VIH. El número de sesiones es indistinto, lo fundamental es la incorporación de recursos personológicos de afrontamiento frente a la cronicidad del cuadro clínico.
Las terapias cognitivo conductuales, refiere Martínez, son las que más se aplican con los pacientes, sirven para cambiar la forma de pensar, empezar a perdonarse y a mejorar ese estado depresivo en el que se encuentran, a buscar otras opciones y tratar de ver los recursos positivos con los que cuentan.
“Lo ideal es que la persona infectada con VIH le comunique a la pareja su situación para que pueda, a tiempo, evitar el contagio o a su vez empezar un control a tiempo”, Martha Martínez, psicóloga clínica.
En el hospital de infectología también es obligatoria la consulta psicológica cuando va a empezar el tratamiento antiviral. Es muy importante, ya que con información y apoyo el paciente sale rápidamente del estado depresivo y reactivo a un diagnóstico reciente. “El problema mayor que actualmente experimentamos es la dificultad que tiene el paciente de comprometerse al control médico crónico y a la toma del medicamento correctamente y a cambiar su estilo de vida”.
Por eso, Martínez sugiere que busquen ayuda psicológica en cualquiera de los departamentos de consejería de los centros de Salud Pública (MSP), en los hospitales como el de Infectología José Rodríguez Maridueña, Teodoro Maldonado Carbo, del Niño Francisco de Ycaza Bustamante o en el Hospital Maternidad Enrique Sotomayor. De hacerlo, aprenderán a sobrellevar su actual condición.
Informes: Martha Martínez Chávez, psicóloga clínica del hospital de Infectología José Rodríguez Maridueña. Telf.: 229-4251, ext. 135. Claudia Zambrano, fundación Vidha. Telf.: 256-8863.