¿Quién mantiene la paciencia?

25 de Agosto de 2013

Saber controlarse en momentos críticos implica armarse de valor para tomar serias decisiones.

Si una persona tiene la capacidad de posponer e incluso renunciar a satisfacciones inmediatas por otras mediatas que le representen mayores beneficios y que, además, posee el potencial para sobreponerse y superar situaciones de dificultad y dolor, se debe a una virtud: la paciencia.

En psicología se la relaciona con el concepto de tolerancia a la frustración. Esta ciencia dice que se la pone a prueba solo en circunstancias adversas que demandan la capacidad de dilatar una reacción producto de emociones.

El psicólogo clínico Gabriel Moreno Layana considera que la paciencia es la habilidad que tiene una persona para tolerar situaciones desfavorables ante las cuales no tendríamos control alguno como, por ejemplo, la muerte de un familiar o un desastre natural.

“Esta permite alcanzar resultados más elaborados, coherentes, lógicos, planificados y efectivos. Es aplicable, además, a cualquier circunstancia. Como para quien ahorra, por ejemplo, dinero para estudiar, y con paciencia debe renunciar a ciertos fines que podrían producir satisfacción inmediata”.

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Según la psicóloga clínica Cecilia Chávez Bowen de Larrea, es necesario en todo momento tener paciencia para tomar decisiones del día a día de manera serena, racional y mirando a futuro el resultado. “Una decisión que puede cambiar la vida: matrimonio, divorcio, mudanza, por ejemplo, no puede tomarse por impulso”.

También, dice Moreno, nos permite encontrar más de una solución posible y sobre todo reconocer riesgos en cada una de las decisiones que se toma. Esta forma de pensar se debe a un aprendizaje o a un entrenamiento que se obtuvo desde los primeros años de vida, dentro de la familia, dirigido a demostrar la necesidad de renunciar a fines más básicos del ser humano por otros elaborados que, consciente o inconscientemente, se reconocen como más beneficiosos o convenientes.

Forma de ser

La persona que tiene paciencia, dice Moreno, no muestra reacciones viscerales o impulsivas, es más analítica, reflexiva y capaz de planificar sus actos con mayor facilidad. Incluso, puede proyectarse al momento en el que consiga resultados futuros, lo que le permite abstenerse de satisfacciones presentes.

También, agrega, es más consciente de las necesidades de otras personas, así como del tiempo real de cada paso hasta la consecución de un objetivo. Por lo tanto, es muy probable que la gente paciente sea más empática.

La persona paciente, indica Chávez, sabe que no todos pueden controlarse, así que suele ser la conciliadora en su familia o grupo de amigos o trabajo. Si recibe una mala noticia, una grosería o sufre un accidente, podrá mantener la calma y organizar sus pensamientos para superar el percance. Esto no significa que reprimirá un enojo o una pena, pero no dejará que la situación la sobrepase y la haga decir o hacer algo que no considere correcto.

¿Pero la paciencia tiene límite? Moreno explica que si se considera esta virtud en su sentido más estricto, este no existe. Sin embargo, sí se puede confundir paciencia con pasividad, que se caracteriza por la falta de decisiones y acciones más por miedo que por un proceso analítico.

“La persona pasiva aparentaría tolerancia y paciencia, pero eso podría llegar a permitir abusos hasta sentirse ultrajada o violentada en su integridad, así como aceptar con conformismo condiciones injustas sobre las que puede tener influencia si se decidiera a intervenir”.

Nada satisface

Una de las situaciones límites que más hacen perder la paciencia a alguien, dice Chávez, es experimentar el dolor de su familia o las injusticias. Incluso, cuando alguien pasa la mayor parte de su vida siendo impaciente, va a perder muchos momentos bonitos por quejarse de lo negativo y va a causar incomodidad en los demás.

Esto pasa, agrega, con la persona que se queja al hacer fila, al manejar, en las reuniones de padres de familia y hasta cuando llaman por teléfono y se demoran al contestar. Es alguien que no es feliz y todo le molesta. No ha encontrado armonía en sí misma y por eso nada la satisface.

“Guiarse por impulso puede traer decisiones erradas, pero los seres humanos nos equivocamos y de cada error aprendemos. Para tener equilibrio a veces es bueno salirse de planes. Además, si la impaciencia es ya un estilo de vida, es muy perjudicial. A nivel emocional causa inestabilidad, peleas familiares y a nivel de salud física, se ven trastornos gástricos con frecuencia”.

También, expresa Moreno, alguien impaciente se muestra impulsivo, con respuestas precipitadas que muchas veces conducen a errores. Tiene conductas desordenadas como, por ejemplo, hábitos de consumo desmedido, dificultad para visualizar las recompensas futuras de proyectos y esfuerzos actuales, percibiendo estos como intentos vanos o una pérdida de tiempo. Asimismo pueden ser menos conscientes de las necesidades de otros individuos y solo ser extremadamente sensibles a las propias, característica también de la falta de empatía y del egocentrismo.

En conclusión, manifiesta Chávez, es preferible seguir la sugerencia de la psicología del budismo tibetano, que dice: “Tener paciencia es la fuerza interior de no dejarse llevar por la negatividad. Es preferible escoger mantener la claridad emocional cuando el otro ya la perdió. En ese sentido, es decidir mantener la mente limpia, libre de contaminación de la rabia y del apego”. (S.M.de.C)

Cómo entrenarse

Si alguien quiere aprender a tener paciencia, Gabriel Moreno indica varios tips que pueden ayudar para entrenarse:

• Proyectarse imaginariamente a los resultados futuros, recordando que estos serán la recompensa de las dificultades en el presente. Tener la seguridad de que es por estos objetivos que vale la pena tolerar y vencer obstáculos.

• Recordar que existe un tiempo para cada circunstancia o evento, que hay procesos que solo a su ritmo podrán culminar.

• Ser consciente de las necesidades de otras personas, pues nadie puede dedicar su tiempo a resolver nuestros problemas.

• La impaciencia usualmente va acompañada de ideas como lo terrible que sería no conseguir algo deseado. Sería aconsejable que la persona que quiera fortalecer su paciencia intente anticiparse a no conseguir lo esperado y que pueda pensar en posibles sustitutos para el fin en cuestión.

• Visualizar la espera de un gran resultado en pequeñas metas, cada una con su propio ritmo, que requiere de atención y esfuerzo particular en cada momento. Un día a la vez, una libra a la vez, un año de estudio a la vez, una materia a la vez, entre otras.

• Entrenarse en pequeños objetivos. Si puede lograrlo con paciencia, poco a poco estará más dispuesto a esperar por resultados que requieran mayor cantidad de tiempo.

• La paciencia es también un hábito y como tal requiere ejercicio continuo.

• No todo es psicológico, si está irritable e impaciente con frecuencia, hágase un chequeo médico.

• Trate de organizarse. Ordene sus actividades por prioridad y no acepte que lo recarguen de trabajo.

 

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