Un estímulo para decidirse
Los test vocacionales permiten conocer los intereses de los futuros universitarios en un mundo con cambios continuos en las carreras, profesiones y gustos.
Escoger una carrera universitaria puede ser una de las decisiones más difíciles, porque está ligada a un oficio o actividad al que uno va a estar dedicado la mayor parte del resto de su vida. Puede ser también un poco complicado si uno no está seguro de cómo se ve en el futuro inmediato.
El momento de la selección no debería ser experimentado ni con estrés ni apuro. Las universidades se apoyan en los test vocacionales para conocer, por medio de categorías de preferencias, qué le llama más la atención a los estudiantes y lo que les gustaría hacer al corto plazo. Las pruebas arrojan las dos mejores opciones de intereses.
Para Malca Goldenberg, directora de Bienestar Estudiantil de la Universidad Casa Grande, no es suficiente el test vocacional para definir el futuro profesional, sino conocer las habilidades y destrezas del alumno. Las dos situaciones se contraponen: para qué uno es bueno, frente a lo que le gusta y puede hacer mejor.
La nueva generación
Si bien es cierto que la oferta de educación superior se ha ampliado en función de las nuevas necesidades del mundo moderno, sobre todo las relacionadas con la tecnología, internet, el campo virtual y digital, Tomás Empuño, psicólogo clínico y director del Laboratorio de Psicología de la universidad Católica de Santiago de Guayaquil, aclara que en este aspecto la batería de pruebas vocacionales no señalan una carrera específica, sino un campo donde el estudiante se sienta capaz. De ahí se abre el abanico de carreras. “Si las pruebas dicen que es bueno para la mecánica, eso implica que puede seguir desde la ingeniera civil hasta la robótica o computación. Si es bueno para el campo literario, no es que va a estudiar literatura, sino que usa mejor el lenguaje, el recurso de la palabra, es persuaszxivo, entonces es apto para seguir derecho, periodismo, gestión empresarial... las personas no son buenas para una sola carrera, sino en un campo”.
Para las profesiones modernas, Goldenberg aconseja a los jóvenes tener en claro los estudios que conllevan a esos nuevos trabajos. “Significa estudiar carreras básicas y luego especializarse a través de pasantías, masterados, cursos, aprendizajes a nivel digital, de internet, de herramientas tecnológicas y eso sucede en todas las carreras”.
Por otro lado, también hay un interés hacia carreras novedosas, sobre todo las que tienen menos cantidad de años, porque implican insertarse en el mercado laboral en menor tiempo. “La juventud de ahora es mucho más práctica que la generación de sus padres”, reflexiona Goldenberg.
Proyectos de vida
El escogimiento va de la mano con el “proyecto de vida”, en el cual el joven tiene definido a dónde quiere ir, qué quiere hacer y qué quiere conseguir. Para eso, Empuño recomienda a los recién graduados empaparse del campo profesional que les atraiga antes de entrar a la universidad. “No necesariamente decidir al terminar el colegio. Se pueden tomar un semestre, un periodo sabático, para hacerse pruebas, contactar profesionales, hacer una especie de exploración... Si no tiene las habilidades necesarias, ese tiempo puede servir para prepararse cuando ya tiene una opción. No es un año de vacaciones, es un tiempo de investigación de exploración, de conocimientos, para quitar la mala hierba y ver dónde abonar”.
Según Goldenberg, también sucede que los futuros universitarios escogen carreras que han idealizado, porque son muy jóvenes, tomando en cuenta que en promedio, el ingreso a la educación superior se inicia a los 17 o 18 años. “Son conscientes de que están en una etapa buena de su vida, con muchos nuevos retos, vivencias, libertades, disciplina, límites... pero muchos no están acostumbrados por la madurez emocional, que no tiene nada que ver con las cualidades cognitivas. Es decir, tienen el ingreso a la universidad por sus notas y cociente intelectual, pero todavía les falta desarrollar la madurez, sobre todo a los varones”. (G.Q.B.)
Los primeros orientadores vocacionales
La mayoría de las situaciones de indecisión tienen más que ver con las presiones de los padres que con las de ellos mismos, manifiesta Malca Goldenberg (de la Universidad Casa Grande).
“Muchas veces los retos no son solo del chico, sino de la familia: cuando hay apoyo, hay menos conflicto; cuando no hay apoyo o están en contra de la situación, o no permiten que cambie de carrera, que sigan las carreras tradicionales hay más conflictos con el alumno”.
Pero para eso están los padres, dice Tomás Empuño (de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil). “Ellos son la guía para construir el proyecto de vida de los jóvenes. Son los primeros orientadores, porque van detectando desde chiquitos los gustos e intereses de sus hijos, y le ayudan a moldearlos. Cuando llegan a los 16 - 17 años es más sencillo escoger”, aclara.