¿Celiaquía o no?: Pruebas diferenciadoras
No todas las reacciones del organismo al gluten corresponden a esta enfermedad. Diagnosticar los desórdenes causados por estas proteínas es complejo.
El gluten es descrito como una proteína muy nutritiva, pero de difícil digestión. El cuerpo no dispone de las enzimas necesarias para digerirlo por completo. Pequeños restos se quedan sin digerir y, en algunas personas, producen problemas intestinales de varios tipos.
Pueden ser afecciones autoinmunitarias o de intolerancia, como la enfermedad celiaca (EC), pero también alérgicos, como la alergia alimentaria al trigo, o de sensibilidad al gluten no celiaca (SGNC).
La gastroenteróloga María Luisa Jara explica que en estos trastornos hay un componente genético, y son más frecuentes en determinadas familias. La doctora Vicenta Cevallos, de Interlab, especialista en Biología Molecular y Biotecnología, confirma que hay una predisposición genética, unida a condiciones del entorno y a conductas alimenticias. Además, algunos medicamentos pueden detonar los síntomas. Estos son muy similares, anota Lara, “por lo que su diagnóstico y diferenciación son complejos”.
Cevallos confirma la dificultad de distinguir un cuadro clínico del otro, y opina que en este momento el laboratorio es el mejor apoyo para establecer el diagnóstico etiológico.
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Variedad de pruebas
Cevallos señala que los exámenes de laboratorio diferencian estas condiciones a partir de moléculas que se generan por vías inmunológicas diversas. “Las celiaquías generalmente son por la vía de la inmunoglobulina A (IgA, defensa contra virus y bacterias que buscan instalarse en las mucosas); las alergias, por la vía de la IgE (respuesta contra los parásitos) y las intolerancias por la vía de la IgG (sintetizada por el cuerpo ante la invasión de bacterias, hongos y virus). Es decir que intervienen grupos celulares diferentes cuando el cereal o el gluten entra en contacto con el tejido intestinal”.
La enfermedad o esprúe celiaco es una intolerancia permanente al gluten. “El rechazo se produce de forma más lenta y discreta”, indica Lara. “Puede tardar días o semanas en aparecer, pero la intolerancia será para toda la vida. Atrofia la mucosa del intestino y su capacidad de absorción de nutrientes, vitaminas y minerales”.
Ante la sospecha de EC, el médico examinará los síntomas digestivos y extraintestinales del paciente y pedirá un análisis de sangre que incluya los marcadores serológicos de enfermedad celiaca. Cevallos enumera: anticuerpos antiendomisio (una prueba poco sensible), anticuerpos antigliadina IgA, anticuerpos antitransglutaminasa tisular IgA y, además, de inmunoglobulina A (para pacientes que pueden tener deficiencia de IgA).
“No obstante”, advierte Lara, “una serología negativa (ausencia de estos anticuerpos en sangre) no permite excluir por sí sola el diagnóstico de enfermedad celiaca”. Y esta podría no venir sola. “Deberá realizarse un examen de laboratorio completo que incluya perfil bioquímico, pruebas hormonales y autoinmunes, con lo que se pretende no solo detectar la presencia o no de EC, sino también valorar su afectación en el funcionamiento de todo el organismo y la posible presencia de enfermedades asociadas”.
Entre las pruebas que la gastroenteróloga considera imprescindibles están la biopsia duodenal, para ver el estado de las vellosidades intestinales y descartar otras enfermedades que comparten esa característica. “La cápsula endoscópica resulta de gran utilidad, ya que permite la visualización de todo el intestino, aunque no permite la realización de biopsia”.
¿Alergia o sensibilidad?
No son lo mismo. La alergia alimentaria al trigo se caracteriza porque la reacción inmunológica es inmediata, brusca (de minutos a horas), pudiendo evolucionar hasta el shock anafiláctico. “Puede ser transitorio”, afirma Lara, “o quedar de por vida”.
Para descartarla, indica Cevallos, se determinan los anticuerpos tipo IgE específicos para los cereales trigo, cebada y centeno, y aquellos que son específicos para gluten.
La SGNC, por su parte, presenta síntomas en horas o hasta unos pocos días después de la ingesta de gluten, y al igual que la EC, es permanente. Lara dice que no se puede determinar con facilidad a través de exámenes de sangre, y que en este caso no hay afectación de la mucosa intestinal. “Como no existen pruebas específicas para diagnosticar el trastorno de la sensibilidad al gluten, este se hace por exclusión, es decir, se debe excluir la presencia de enfermedad celiaca o alergia al trigo”.
Cevallos cita entre las pruebas para la SGNC la de anticuerpos IgG antigliadina, anticuerpos IgG antiTtG y anticuerpos IgG antigluten, trigo, cebada, centeno y avena.
Tratamiento único
Lara sugiere empezar con la realización de una dieta sin gluten (DSG) como prueba, “durante un mínimo de seis meses, preferiblemente un año, con controles clínicos y analíticos antes y después de la retirada del gluten. Al eliminar el gluten de la dieta, los síntomas mejoran hasta desaparecer”. Es, además, el único tratamiento disponible en la actualidad. “No existen ni están disponibles, por el momento, tratamientos farmacológicos, por lo que la dieta debe realizarse de manera estricta y mantenerse de por vida”. Los institutos nacionales de la Salud de EE. UU. admiten que las inyecciones de antialérgicos y probióticos “no han demostrado ayudar con las alergias alimentarias”.
Cevallos considera que si bien suprimir los alimentos que contienen gluten puede provocar retroceso de los síntomas y normalización de las pruebas de laboratorio en todos los tipos de intolerancia, “es mejor conocer y asegurarse del diagnóstico correcto a fin de no privar a los niños por error de nutrientes que estos cereales pueden aportar”. (I)
Personas vulnerables
La enfermedad celiaca es más común en mujeres caucásicas. Hay más probabilidades si alguien en la familia fue celiaco. También es más frecuente en personas con otras condiciones, como síndrome de Down, síndrome de Turner y diabetes tipo 1.
Si la dieta no funciona
De no haber mejoría de los síntomas al retirar por completo el gluten de la dieta, podría tratarse de otra anomalía, como el síndrome de intestino irritable (SII), que tiene causas poco claras, pero puede desencadenarse por infecciones y por estrés.