‘No me avergüenzo de ser sensible’
Desde que tuve uso de razón me di cuenta de que era una niña muy sensible, pues lloraba por todo. Pienso que se debía a que siempre viví con mis padres en un ambiente de campo donde me rodeaba mucha paz y mis mayores diversiones eran cazar palomas, pescar en el río o andar en bicicleta.
Nunca tuve mucho contacto con amistades fuera de la escuela y tampoco me llevaban a fiestas infantiles y menos tocaba los adornos en casas ajenas. En resumen fui una niña feliz, pero muy sobreprotegida. Lo malo es que crecí creyendo que todo era bueno y cuando me enfrenté a la realidad de la ciudad empecé a darme cuenta de que la maldad existía hasta en mis compañeras de escuela.
Esto me fue traumatizando, pues crecí pensando que mi forma de ser era equivocada y cada vez que algún compañero de trabajo se reía de mí por alguna expresión mal dicha, me lastimaba. Esto hizo que me sintiera no tan capaz o que en realidad yo tenía algo malo, pero una buena amiga me motivó a no hacerle caso y a buscar ayuda de un profesional. Así que acudí donde una psicóloga que contesta cartas en El Especialista y me indicó que ser sensible no es malo y que más bien era una característica muy importante en mí que no debía bloquear, porque siempre es bueno expresar lo que uno siente sin temor a avergonzarse, es decir, lo que a muchos les hace falta. Ahora soy muy feliz y con mi autoestima elevada.
Jazmín,
Guayaquil