Casa de los de Roy En Santa Cruz

Por Paula Tagle
19 de Agosto de 2012

“En cada rincón hay detalles únicos, nada se le ha escapado al hijo que paso a paso, con sus propias manos, ha edificado con profundo amor la casa para su madre”.

Por encima de las cedrelas del kilómetro cinco vía a Bellavista, en la isla Santa Cruz, sobresale un techito color tierra. Es la terraza de la nueva casa de Jaqueline de Roy, un espacio encantador no solo por la belleza de sus detalles, sino porque ha sido construida enteramente por su hijo Gil.

El quería tener a la madre a pocos metros de su propia morada, y en dos años de trabajo ha creado una vivienda con jardines de colores y paredes con nichos suficientes para desplegar los objetos confeccionados por la familia a lo largo del tiempo.

Jaqueline ya había vivido en la parte alta de Santa Cruz. Fue allí donde se instaló con su esposo André y su hija Tuy, de 3 años de edad, cuando llegaron a Galápagos en 1955. Al principio vivían en una carpa erguida sobre una plataforma de madera, a varios metros del suelo, para evitar ataques de cerdos y vacas salvajes. Venían de Bélgica y buscaban un sitio alejado del ruido de la civilización para criar a sus hijos y dedicarse a lo suyo, el arte.

En 1957 nació Gil; como familia de cuatro se establecieron realizando diversas labores, más que para conseguir dinero, para evitar necesitarlo. Se convirtieron en autosuficientes, pescando, cazando, sembrando y construyendo con sus propias manos.

Los niños nunca tuvieron educación formal y, sin embargo, hablan y escriben de manera fluida inglés, francés, español y alemán. Cuando Tuy tenía apenas 19 años, ya había publicado sus fotografías en la revista Audubon, y Gil, aún adolescente, recorría como capitán las costas de Galápagos llevando expediciones varias y pescando para proveer a los suyos.

La familia se fue luego a vivir al pie del mar, en la playa Los Alemanes, donde construyó una casita sencilla, muy básica y sin embargo primorosa, porque está llena de lámparas, cerámicas y obras hechas por André y Jaqueline.

Jaqueline tiene ahora 88 años y sigue activa como siempre. Vive de la creación de joyas en plata que representan piqueros, cormoranes, tiburones, criaturas de las islas. Su única nieta, Natalie, hija de Gil, sigue sus pasos, confeccionando collares y pulseras de diseños y colores maravillosos.

Tuy, con doce libros a su haber y cientos de publicaciones en revistas internacionales de gran prestigio, radica en Nueva Zelanda. Pero Galápagos es el punto de reunión de toda la familia, y a partir de ahora, el kilómetro cinco, donde Gil edificó la casa.

Las paredes son de lava, extraída del mismo terreno; puertas, mesones, pasamanos, se han elaborado de la llamativa cedrela que crece en los alrededores, árbol introducido pero de gran utilidad para la construcción y decoración. La luz entra por el techo en forma de tela de araña y por las inmensas ventanas.

En uno de los baños se ha conservado la lava original, y las plantas crecen naturalmente sobre ella, incluso la ducha es una pequeña cascada entre las piedras. Y en lo más alto, una terraza con vista al mar, a la zona de transición, a los barcos en la bahía. Gil dejó intacto un pequeño túnel de lava, al pie de la casa, donde se reúnen las lechuzas a pasar la noche.

En cada rincón hay detalles únicos, nada se le ha escapado al hijo que paso a paso, con sus propias manos, levantó con profundo amor la casa para su madre.

nalutagle@yahoo.com

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