El Rey de las Patatas: Noruegos en las islas
“El gobierno ecuatoriano ofrecía entonces veinte hectáreas gratis a los colonos y Thorval soñaba con tener su propia finca, ya que la hacienda de su familia había sido heredada por el hermano mayor”.
Santa Cruz cuenta con un sinnúmero de caminitos que nunca termino de conocer. Me adentro por uno de ellos en la vía Bellavista-Camote, es decir, en el flanco sur-este de la isla. Está sembrado de aguacates gigantes y termina en una alegre cabaña que luce como transportada de ajenas latitudes y tiempos. He llegado a la vieja casa de los Kastdalen, a Miramar, la propiedad del “Rey de las Patatas”.
Es una construcción de estilo noruego, de paredes de madera sobre una plataforma de cemento, parte de ella bajo tierra, donde se ubica la cocina. Los ventanales amplios de vidrio, traídos desde Noruega junto con las puertas, me permiten advertir la decoración interior, que parece no haber cambiado desde que la familia Kastdalen se instalara en estas tierras.
Llamo a la puerta, pero no hay nadie, y solo me queda reconstruir el pasado a través de las historias descritas por Stein Hoff en su publicación Drommen om Galapagos (El sueño de Galápagos). En 1935 arribaron a Santa Cruz los Kastdalen: Thorval, Maja, su hijo de 10 años Alf y la “tía” Lalla Christoffersen.
El gobierno ecuatoriano ofrecía entonces veinte hectáreas gratis a los colonos y Thorval soñaba con tener su propia finca, ya que la hacienda de su familia había sido heredada por el hermano mayor.
Durante el primer año su dieta consistió en bananas y cerdo; el cerdo era incluso más fácil de conseguir que las bananas, animales salvajes que se cazaban sin dificultad. Para 1936 los Kastdalen habían construido Miramar y podían aprovechar los cultivos de su propia tierra. Además tenían ganado del que sacaban leche, quesos y crema. Thorval sembró patatas, y se convirtió en el mayor productor de la isla, cosechando hasta tres veces al año.
Los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la base norteamericana en Baltra trajeron prosperidad a los isleños. Los Kastdalen proveían la mayoría de las papas, por eso Thorval llegó a ser conocido como “el Rey de las Patatas”. En aquellos años los víveres se transportaban en burro, por varias horas de camino, para aprovisionar a los habitantes de Puerto Ayora, al sur, o a la base de Baltra, al norte. Para entonces siete familias noruegas vivían en Santa Cruz.
No era fácil encontrar pareja para el joven Alf en una isla de escasa y dispersa población; tampoco zapatos, de talla 18, por lo que andaba descalzo la mayor parte del tiempo. Alf era autodidacta, muy interesado en idiomas y botánica. Cuando la estación Darwin se instaló en las islas, Alf pasó a colaborar en varios programas de investigación.
Finalmente el amor llegó a la vida de Alf Kastdalen, y en 1968 se casó con Corina Espín, originaria de Ambato. De ellos nacen dos hijos, Thorbaldo y María, y ahora hay nietos y bisnietos.
Thorval, Maja, la tía Lalla, Alf, el núcleo Kastdalen, prosperaron en estas tierras por su dedicación, optimismo y habilidad de disfrutar el trabajo duro. La familia posee además de su hacienda original, una planta de pasteurización de leche y confección de quesos y un hotel en el pueblo.
Cuando ya estoy a punto de irme de la propiedad, llega una hermosa joven, delgada, cabello largo, con la belleza que otorga la mezcla de etnias e historias. Es Nicole Ramírez, bisnieta del “Rey de las Patatas”; junto a ella revolotea un pequeño, el tataranieto, la tercera generación nacida en Galápagos de raíces noruegas. (O)