Entre plagas: Ratas, hormigas y personas
“Son bichos que arribaron con el hombre. Nosotros los trajimos, por accidente, o, como es el caso de caracoles, tilapias, garrapateros, cientos de plantas, y más, por ignorancia e incluso estupidez”.
Cuando menciono que habito en las islas Galápagos, la gente exclama: ¡Pero qué lindo, rodeada de animalitos! Y en efecto así vivo, aunque estas criaturas no sean exclusivamente lobos marinos y piqueros. Hay muchas otras que conforman mi entorno y a las que cuesta acostumbrarse. Me refiero, por ejemplo, a ratas, hormigas coloradas, y en los últimos meses, a un caracol gigante venido nada más y nada menos que ¡del África!
Son bichos que arribaron con el hombre. Nosotros los trajimos, por accidente, o, como es el caso de caracoles, tilapias, garrapateros, cientos de plantas, y más, por ignorancia e incluso estupidez.
Mientras coloco veneno, medito en que así como estos indeseables son introducidos, yo también lo soy. Si alguien tuviera derecho a quejarse serían los ciempiés gigantes, pinzones y tortugas, especies que pertenecen a las islas. Soy tan introducida como la indeseable rata que hace fiestas en mi casa. Se siente tan dueña de la misma que me deja pedazos de ponzoña sobre mi propia cama.
Consigo tierra para sembrado; pero hay que ser cuidadoso de que con ella no me invadan hormigas coloradas (por eso dejo a un amigo parado sobre los sacos a ver si le pican primero, luego decido), y debo chequear que la última plaga, el caracol horroroso, no se infiltre en mi pequeño territorio. ¿A quién se le ocurriría introducir esta peste? Debíamos haber aprendido evaluando los estragos que las especies que no pertenecen a las islas han producido.
Desesperada por las ratas invasoras consulto a los amigos, pido al Cimei (Comité Interinstitucional para el Manejo y Control de Especies Introducidas) que me venga a rescatar. Justo ahora carecen de veneno, y hay que ser cuidadoso con estas sustancias, porque erradicando plagas se puede afectar una especie nativa.
Alguien me aconseja adoptar un gato. Sin embargo, los felinos (introducidos también) cazan pinzones y lagartijas. Y entre mi campaña contra las ratas y mi deseo por ser consecuente con el ambiente me lleno de disyuntivas y contradicciones. ¿Qué es lo correcto? Tal vez lo óptimo sería agarrar mis maletas y volver al continente. Convertirme en una criatura introducida menos.
Las ratas me han creado un conflicto existencial, ¿quién diría? Bueno, por algo se afirma que son entes inteligentes. Han bajado como cabo comando por unos colibríes de adorno que tenía colgados de un balconcito, se me comieron el ala de una mariposa de vidrio y en sus orgías nocturnas rompieron un elefante de cerámica.
Estoy agotada, física y mentalmente. ¿Sembraré cebollines en mi jardinera, cuando estos tampoco son de Las Encantadas? Es más razonable cosechar aquí que seguir importando productos con los que se corre el riesgo de continuar introduciendo problemas. ¿Y por qué diablos tengo un elefante de adorno, si en Galápagos jamás se escuchó de elefantes, ni de colibríes, ni de mariposas azules? Me cuestiono por todo, me estoy volviendo loca.
Por suerte llega el momento de escapar a las áreas del Parque Nacional, donde la mayoría de bichos con que me topo son de estas tierras y mares. Pablo Barriga (Fundación Pájaro Brujo) dice que el gran reto del ser humano es vivir siendo consecuente con lo que piensa y declara. Cuesta, habitando un patrimonio natural de la humanidad, encontrar el equilibrio. Un primer paso es cuestionarse, evaluar la secuela de cada acto. No es fácil, pero es nuestro deber con Galápagos y el planeta todo.