Estética y Sentido Común

Por Paula Tagle
18 de Marzo de 2012

“No hay que entender mucho de naturaleza para saber que esto atrae tiburones, los pone atentos y hambrientos. Y para colmar la ironía, diez turistas buzos de otra embarcación se encuentran, al mismo tiempo, bajo el agua”.

Son las tres de la tarde en Punta Vicente Roca, nos disponemos a hacer un paseo en panga en busca de pingüinos y tortugas marinas.

El mar luce como espejo, reflejando la silueta del volcán Ecuador, con sus negros diques de lava atravesando escoria oxidada. No hay ondas en el océano, ni espuma; lo que vemos sobre el agua se muestra idéntico bajo ella. Primero asoman varios mola mola, peces gigantes que al recostarse sobre la superficie se confunden con la luna. Luego aparecen, alborotados y amontonados, gaviotines de cabeza blanca. Gorgonias, anemonas y erizos pintan la costa en tonos de belleza única y primitiva.

Damos la vuelta, y aquella magia perfecta de la punta colisiona contra una visión que tardamos en procesar: Dos botes grandes y varias pangas de pesca anclados en la bahía. Tienen derecho, después de todo buscan protección contra corrientes y vientos, aunque precisamente hoy el archipiélago entero es una mansa laguna. El problema es que se encuentran faenando su pescado.

Hombres vestidos en diferentes túnicas de trabajo, cortan, filetean y limpian. Escuchan música, conversan. Si estuviéramos haciendo otro tipo de turismo, hasta sería interesante acercarse, preguntarles sobre sus días en el mar, sus vidas, llenas de riesgos y sacrificios. Mas lo nuestro es exploración de la naturaleza, de conocer las especies que habitan un lugar privilegiado en el mundo.

No pretendemos ignorar la situación humana en las islas. Sin embargo, con la costa de Isabela tan amplia, de más de 200 millas lineales, ¿por qué han decidido faenar su pescado justamente en estos escasos metros? Cabe recalcar que turismo solo se puede realizar en zonas muy restringidas y específicas.

No se trata solo de un aspecto estético, que podría considerarse vano. Hablamos también de seguridad. En Las Encantadas todavía no se han registrado demasiados encuentros fatales con tiburones; los escualos cuentan con suficiente alimento. Mientras tanto veo como una tinaja entera de sangre de pez se vierte en el agua, junto con tripas de bacalao y quién sabe qué otros desechos.

No hay que entender mucho de naturaleza para saber que esto atrae tiburones, los pone atentos y hambrientos. Y para colmar la ironía, diez turistas buzos de otra embarcación (con autorización para realizar buceo) se encuentran, al mismo tiempo, bajo el agua. Están nadando con tortugas marinas y cormoranes, pero seguro que ya les ha caído alguna tripa encima, lo que es menos grave que un tiburón encima.

¿Tiene esto sentido alguno? No se trata de rechazar la realidad; que si hay pescadores, pues nos toparemos con ellos, compartiremos anécdotas, e incluso compraremos su pescado, siempre y cuando se respeten vedas, cuotas y medidas.¿Pero por qué faenan en sitios de visita, designados por el Servicio Parque Nacional Galápagos para actividades de turismo? Esto atenta contra la seguridad de las personas, contra todo sentido común. ¿Es que esperamos acaso que un tiburón dé el primer mordisco para tomar acción?

Completando el absurdo, un par de pescadores trabajaba desde la orilla, con el agua a la cintura. Cuando en Punta Vicente Roca está absolutamente prohibido el desembarco en tierra.

Esto lo viví junto a noventa pasajeros de diversos países, el 30 de enero del 2012, turistas de dos embarcaciones distintas. ¿Habrá llegado ya a la prensa internacional?

nalutagle@yahoo.com

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