Guía naturalista: Formador e inspirador

Por Paula Tagle
29 de Enero de 2017

“Es nuestra responsabilidad hacer que cada visitante de las islas se enamore, a través de ellas, de la vida en la tierra, y asuma su responsabilidad con el planeta”.

Un guía es un intérprete de la naturaleza. Como intérprete debe explicar, con palabras sencillas, las interacciones que se observan entre las especies, entre lo vivo y lo inerte, referirse a la geología, a las corrientes marinas, a cada factor que caracteriza un sitio específico. Que el visitante tenga una idea completa de lo que ocurre en el entorno que observa. Pero el propósito de la interpretación no es instruir, sino provocar; la información debe llegar como una revelación para forjar conexiones intelectuales y emocionales entre la audiencia y el significado inherente al recurso.

Eso para empezar. Pero si el guía asume su rol completamente, su función es también transmitir un mensaje de conservación, inspirar a los pasajeros en el cuidado del medio ambiente; que ya no es una opción, sino más bien una obligación, y un mecanismo para nuestra supervivencia como especie.

Con el día a día de las actividades de guías, vamos olvidando esta misión, este compromiso tácito con el Parque Nacional Galápagos y con el mundo. Las prácticas se hacen más bien mecánicas; lo que decimos sigue siendo interesante y dinámico, pero a ratos carece de un mensaje final. Olvidamos que contamos con mucho poder.

Cada guía lleva hasta dieciséis personas por excursión, además, aproximadamente 200.000 individuos visitan Galápagos al año, es decir, 200.000 posibles embajadores del planeta, con quienes los guías estamos en contacto directo, los tenemos como audiencia cautiva por horas, incluso días.

Un gran amigo me comenta “Galápagos cambió mi relación personal con los reptiles, ahora los soporto”. De pequeño, Esteban, salía corriendo ante cualquier lagartija, le daban asco. En las islas, donde las especies no muestran aprensión por los humanos, y en general, por ninguna otra criatura, los reptiles ignoran nuestra presencia. Ellos carecen de temor, y nosotros vamos perdiéndolo también. Galápagos hace que el miedo se desvanezca. Ese pánico que nace de enfrentarse a lo desconocido, a lo que no entendemos. En mi caso, Galápagos transformó mi relación personal con los insectos, ya no arranco despavorida ante la presencia de una avispa.

Porque en Las Encantadas podemos ver fácilmente las interrelaciones de la red de la vida, las conocemos.

Esa es otra ventaja del guía naturalista, contribuye a que se desvanezca el miedo, haciendo aflorar respeto, un respeto mutuo entre las especies de las islas y los pasajeros.

Con respeto nace la responsabilidad. Si los humanos perdiéramos el miedo por las culturas que son distintas a las nuestras, tan solo con conocerlas, las relaciones entre las diferentes etnias, comunidades, países, serían muy distintas. Sin temores reconoceríamos las tantas similitudes, podríamos convivir con respeto. El miedo irracional por lo que ignoramos se vence simplemente acercándonos y aprendiendo.

El intérprete de la naturaleza, enseña, inspira, disipando desconfianzas y miedos.

Al momento hay más de trescientos inscritos para el examen de admisión al curso de guías naturalistas. Y tal vez solo 140 lleguen a serlo. Tanto para los que comienzan su camino de intérpretes, como para los que llevamos años en esto, tomémonos el tiempo para recordar nuestro rol como educadores, nuestro poder de mensajeros y motivadores. Es nuestra responsabilidad hacer que cada visitante de las islas, se enamore, a través de ellas, de la vida en la tierra, y asuma su responsabilidad con el planeta. Cada uno de nosotros puede hacer la diferencia. (O)

nalutagle@yahoo.com

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