El espíritu del Antisana
El jueves anterior (11 de diciembre) se celebró el Día Internacional de las Montañas, fecha que los andinistas festejan con un ascenso especial.
El Día Internacional de las Montañas es como la fecha de cumpleaños de cada montañista; es decir, celebramos nuestro nacimiento.
Este año tenemos planeado subir a la cumbre del volcán Cayambe (5.790 m, Pichincha) durante el sábado 13 y domingo 14 (hoy), pero el año anterior nos dirigimos a otra de mis montañas favoritas: el Antisana (5.758 m de altura, entre las provincias de Napo y Pichincha), que no siempre te deja coronarla porque en la ruta puede presentar grietas y abismos inesperados.
El sábado 7 de diciembre del 2013, Antonio Morales, Alejandro León, Christian Ávalos, Francisco Comina, Edwin López, José Gualpa y yo, miembros del Club de Andinismo Colegio Montúfar, y los montañistas de la Brigada de Fuerzas Especiales Patria, liderado por el montañista-rescatista sargento Óscar Arce, coronamos la cumbre del volcán Antisana. Roberto Logroño, Christian Balladares, Patricio Castro, Walter Salas, Diana Troya, Carlos Vicuña, Darwin Jiménez, Susana Cueva (+) y Óscar Cueva fueron parte de esta ascensión, pero no lograron completarla.
Primero, la meditación
En el campamento que se realizó antes del ascenso, en las faldas del gigante, nos sentamos en círculo para comentar cómo sentíamos a la montaña en nuestras vidas. Recuerdo especialmente las palabras de mi amiga Susana Cueva (fallecida en mayo anterior, por atropellamiento): “Nosotros los montañistas debemos dejar de ser egoístas y dejar de pensar que alcanzar la cumbre es el éxito de practicar esta actividad. No es competencia, es sentir lo que la montaña quiere expresarnos”; el Antisana era la montaña predilecta de Susana; su sueño era estar ahí.
Luego Óscar Arce dio la oración de los andinistas militares y Antonio Morales exclamó la oración de permiso de entrada al Apu Antisana (apu significa espíritu de la montaña). Para finalizar, organizamos siete cordadas, tal como llamamos a grupos de 2 o 3 montañistas asegurados entre sí por una cuerda.
A media noche nos colocamos la ropa adecuada (3 capas: la primera consiste en poliéster; la segunda, tela polar, y la tercera, un impermeable rompevientos), las botas, el arnés y el casco con linterna. En la mochila iban la cuerda, el equipo técnico para anclajes, gafas, guantes extra y comida-bebida de marcha (té caliente, fruta, hidratantes). Todo listo y salimos al glaciar, el cual se ha reducido drásticamente por el calentamiento global.
Llegamos al hielo
En el glaciar nos colocamos los crampones en las botas (acoples de puntas de acero para asegurarse en la nieve), nos encordamos con nuestros compañeros y decidimos cuándo nos detendríamos, cuándo hidratarnos y el ritmo del ascenso.
La primera hora de ascenso es primordial para ver cómo será la dinámica de la escalada, es cuando vemos el ritmo, analizamos si alguna cordada tiene alguna novedad o algún tema en especial. Es así que uno de los integrantes tenía dolor estomacal y decidió bajar (la seguridad es lo primordial en esta actividad).
Aproximadamente a las dos de la madrugada estábamos enfilados en medio del glaciar. Óscar Arce (brigada Patria) y su cordada lideraban a buen ritmo; yo diría rápido. Como era una salida en que los integrantes no éramos de un solo club o institución, estandarizamos las reglas del ascenso para no tener inconvenientes arriba.
Sin embargo, a las tres de la mañana, a 5.300 metros, hubo una confusión. La cordada líder tomó a la izquierda, mientras que la segunda (nosotros) no alcanzamos a ver en qué dirección fueron.
Aquí tuvimos que detenernos hasta que se unan quienes venían atrás de nosotros y tomar la decisión de ir a la izquierda o seguir derecho. El Antisana se caracteriza por tener cierta dificultad técnica y cualquier decisión hay que tomarla inmediatamente. Decidimos que la otra cordada militar siga por la izquierda, buscando rastro de los líderes, y nos alcancen metros arriba; las demás cordadas continuamos recto.
Más adelante encontramos a la cordada líder, que nos esperaba porque nos habíamos demorado demasiado. Luego ellos continuaron (las dos cordadas militares) y nosotros descansamos 5 minutos. Allí dos cordadas del club Montúfar decidieron bajar.
Continuando con el ascenso, a 5.400 m, nos topamos con un ícono del montañismo ecuatoriano: Santiago Quintero, quien escaló en solitario la pared sur del Aconcagua y ascendió el Everest sin oxígeno.
En esta ocasión, Santiago estaba como guía con un cliente. También vimos a otro montañista reconocido por su experiencia y profesionalismo: Gaspar Navarrete, quien también estaba con un turista.
Ver a dos gigantes del montañismo ecuatoriano en medio del Antisana genera mayor confianza y mayor responsabilidad. Como iban con clientes, el paso de sus cordadas era más lento que el nuestro, por tal razón los pasamos.
A las 05:30 empezaba a aclarar el día y logramos ver una grieta que no nos dejó pasar un año antes, es decir, en el 2012 hasta aquí llegó nuestro ascenso, pero en esta ocasión logramos atravesarla ya que vimos un paso abierto de manera natural en los últimos meses.
Las dos cordadas líderes se adelantaron nuevamente, nos habían dejado atrás por unos 30 minutos. Seguimos caminando, ya con el cansancio en el cuerpo, hasta que el amanecer llegó para regalarnos el espectáculo único de ver al Antisana totalmente despejado. Eso ocurre solo una vez en la vida de un montañista.
Sorteando los últimos desniveles del glaciar y una que otra grieta pequeña, logramos la famosa cumbre del Antisana a las 07:20.
El abrazo de cumbre es una tradición entre nosotros los montañistas, porque es un regalo al esfuerzo, dedicación, constancia y al éxito alcanzado en cada jornada, y solo un andinista puede entenderlo. Festejos y fotos por unos 15 minutos y empezamos el descenso que duró unas 3 horas y media. Pero la memoria de esa experiencia nos quedará eternamente, porque coronar una montaña es un logro fantástico que, aunque llegues a cumplirlo más de una vez, siempre se siente como único e irrepetible. (I)
Ruta ascendente
Con motivo del Día Internacional de las Montañas, instaurado por las Naciones Unidas en el 2003, la organización Turismo Sostenible Ecuador organizó el viernes anterior el Segundo Encuentro Nacional de Montañeros del Ecuador 2014 para analizar el momento que atraviesa esta actividad.
Juan Carlos Veloz, uno de los organizadores, indica que el montañismo ecuatoriano ha crecido en las dos últimas décadas.
La alta montaña tiene un gran potencial como atractivo turístico, ya que el país tiene “mágicas montañas equinocciales, una operación turística con guías especializados, agencias operadoras de turismo de aventura, transporte turístico y el papel importante que el Ministerio de Turismo ha invertido en comunicar al mundo sobre Ecuador”.