Los vestigios del carbón en Lota
Es un turismo que nos introduce a las raíces de un pasado que fue crucial en la historia de Chile y de la humanidad.
A poco más de siete horas al sur de Santiago de Chile se ubica Lota, una localidad costera de 50 mil personas, encadenada entre cerros, que revela la impactante transición en la que pasó de ser la ciudad más industrializada a tener el más alto índice de desempleo (12,9 %) en ese país.
Sin embargo, sus habitantes se aferran al patrimonio que quedó tras siglo y medio de extracción del carbón, pese a que se dejó de producir hace quince años. Hoy, el conjunto de ese legado se ha convertido en su principal atractivo turístico.
Un domingo de septiembre, la población El Morro, en el sector de Lota alto, luce tranquila y casi despoblada con excepción de unos pocos niños que juegan en la calle. Lo primero que llama la atención son las humildes viviendas de madera construidas en la pendiente del cerro, donde sobresalen, fuera de sus cercas, prendas tendidas en alambres que son aireadas por la brisa marina.
Este es un barrio donde el oficio de la minería se heredó por varias generaciones. Así como la costumbre de las esposas de los exobreros que hasta hace pocos años restregaban los ennegrecidos uniformes de sus cónyuges en lavaderos comunitarios, de ahí el rito social de dejarlos a la entrada de las casas.
Al avanzar se observan decenas de viviendas aún afectadas por el terremoto del 27 de febrero del 2010, a pocos metros del Chiflón del Diablo, la mina que fue retratada con sus duras condiciones de trabajo por el escritor Baldomero Lillo en el clásico de la literatura chilena Sub terra (1904).
El descenso
El Chiflón (descenso subterráneo) hace catorce años se convirtió en el museo más importante de la ciudad, ya que tras su cierre como yacimiento carbonífero fue abierto al público en un tramo de medio kilómetro para ser recorrido con el concepto de turismo aventura, bajo condiciones similares a las que vivieron los mineros.
Por 4.000 pesos chilenos (unos ocho dólares), los visitantes pueden ingresar al interior de la mina con los mismos cascos linternas que utilizaron los trabajadores, no sin antes recorrer la locación de la película basada en Sub terra (2003), una antigua oficina del complejo industrial.
La mina es la única en el mundo que se encuentra bajo el fondo marino, debido a que sus laberínticas redes de cientos de galerías (ascendería a unos 30 km en total) yacen en medio de un manto mineral que hace 50 millones de años fue un bosque que se convirtió en carbón fósil, mientras que en su superficie se emplaza el Golfo de Arauco.
Ya en el interior, la expedición se realiza junto con uno de los guías como Daniel Núñez, de 53 años, que fue reconvertido a esa tarea después de 18 años en la minería y que además es hijo, nieto y bisnieto de hombres con el mismo oficio.
-Ustedes ingresan como empleados y saldrán como obreros, advierte.
Las galerías están protegidas por fortificaciones de eucalipto o acero que soportan el peso de toneladas de roca, aunque es común golpearlas con el casco por su baja altura hasta acostumbrarse a la poca iluminación y donde más de uno se lleva un susto ante el crujido de la madera o el goteo de filtraciones submarinas.
Ahí se pueden conocer curiosos detalles o anécdotas mineras como la de utilizar loros en jaulas para comprobar la presencia del altamente explosivo gas grisú, la evolución de las herramientas, los mecanismos de supervivencia al extraviarse en las galerías, parte de las extremas condiciones en las que laboraron hasta 16.000 hombres que a diario ponían en riesgo su vida (no hay datos exactos del total de fallecidos).
Se cree que la mina empezó a ser explotada artesanalmente en 1852, pero a fines del siglo XIX se incorporaron métodos avanzados de industrialización. Ahí el carbón no alcanzó a fosilizarse hasta convertirse en diamante, como sí sucedió en yacimientos de Brasil o el sur de África.
Al final de una hora de recorrido, antes de ascender, se debe pasar en cuclillas por una estrecha galería, a esta altura la temperatura ha bajado lo suficiente como para que los visitantes al hablar exhalen vapor debido al agotamiento.
“Es fantástico conocer nuestras raíces, lo sacrificado que era la vida de los mineros, encontré impresionante el tesón que nos transmite, lo recomiendo mil veces, uno aquí vive la historia misma”, expresa la turista Blanca Hernández, quien rescató un fragmento del mineral en su visita.
Otros atractivos
En un breve paseo por el centro de la urbe se hallan múltiples vestigios de una época anterior como son los pabellones (edificios multifamiliares de exmineros), junto a los tradicionales hornos de leña comunitarios, donde se reúnen las esposas para conversar mientras se cocina el tradicional pan amasado con chicharrones conocido como manche, el principal almuerzo en las minas.
Al cesar la explotación carbonífera en 1997, miles de obreros quedaron desempleados, hubo programas de integración laboral que en su mayoría no funcionaron. Hoy se desempeñan en áreas como el transporte, pesca, albañilería, comercio, viven de una pensión por sus años de servicio, no consiguen trabajo por su edad o se reúnen en bares a departir las melancólicas tardes lotinas.
Otro sitio muy visitado es el Museo histórico de Lota, que transporta en el tiempo hasta los contrastes entre quienes dirigieron la ciudad y laboraron en sus industrias, por medio de personajes caracterizados a la usanza del siglo XIX que relatan los principales hitos de la localidad.
En el lugar se obtienen reveladores datos como que Lota fue la segunda ciudad en Sudamérica con energía eléctrica (la central hidroeléctrica Chivilingo fue inaugurada en 1897), la primera en Chile con teléfono, calles adoquinadas y alcantarillado.
Enfrente se sitúan las 14 hectáreas del parque Isidora Cousiño, lugar que en antaño sirvió de punto de encuentro de la clase acomodada y hoy aún conserva su diseño paisajístico que emula el esplendor de la Belle Époque. A diario lo visitan decenas de personas en busca de esparcimiento al aire libre en medio de glorietas, suntuosas estatuas y elegantes jardines, donde se puede disfrutar de la mejor vista del Golfo de Arauco.
El rescate patrimonial ha sido crucial para reflotar el turismo como el que encabeza Ana María Peña, quien desde niña aprendió a ser guía de los visitantes y ahora ha puesto en práctica su experiencia con niños entre 8 y 14 años que son conocidos como los Patrimonitos, mediante un proyecto del Municipio local, en el que asisten a los diez monumentos históricos nacionales de la ciudad los fines de semana o feriados para difundir su legado.
Pía Flores, de 12 años, señala que a partir de que integra el grupo ha encontrado el significado de varias tumbas de la iglesia San Matías Apóstol y del cementerio. “Hay que rescatar lo que se perdió de Lota. Muchas personas no conocen la historia de nuestra ciudad”, afirma sobre su comuna, que en el 2005 se postuló a ser Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
HISTORIA
Para el docente de la Universidad Santiago de Chile (USACh) y autor del libro El carbón de Lota, Hernán Venegas, las minas cerraron por un proceso de envejecimiento de la eficiencia del carbón como combustible en el mundo.
El historiador sitúa su auge entre las décadas del cuarenta y cincuenta (antes de la utilización del petróleo), periodo en el que las calefacciones, las fábricas, el ferrocarril y las embarcaciones necesitaban de él. Agrega que no pudo competir económicamente con las minas a cielo abierto de otros países. Venegas asegura que la familia Cousiño, propietaria de la empresa del carbón por cerca de un siglo a fines del siglo XIX, empezó a crear un complejo industrial y una ciudad planificada donde se emplea a gran parte de la población descendiente mapuche en otras tareas como la fundición de cobre, fábricas de vidrio, cerámica, tubería y ladrillos.