Hombres y Fragatas

Por Paula Tagle
29 de Octubre de 2017

Es la hora del coctel en la cubierta de observación, la parte más elevada del barco. Los huéspedes se reúnen para catar vinos ecuatorianos mientras navegamos alrededor del islote Daphne. El sol se va ocultando lentamente, huele a sal y el sonido del viento se confunde con el barullo de las conversaciones humanas.

Una fragata nos sigue, y dudo que sea por el vino o el olor a bocadillos de queso y trucha ahumada. Mi amigo Antonio Adrián comenta: “Es que con el aire caliente que asciende del barco, no necesita hacer esfuerzos para volar, el único problema es que a lo mejor no va en la misma dirección que nosotros; en algún punto tendrá que decidir si prefiere avanzar con la corriente u optar por su propio rumbo. Es lo fácil versus lo que dicta la propia voluntad”.

Antonio y yo nos miramos y sonreímos, percibiendo que lo que él acaba de decir se puede entender en un plano filosófico. Hablamos de una fragata, pero es lo que seguramente ocurre con cada organismo, e innegablemente se aplica a los humanos.

En efecto, están las personas que optan por vivir como los demás, acatando normas impuestas y/o dogmas, en entera aceptación, y los que a pesar de que les cueste esfuerzo, eligen analizar situaciones, creencias y enrumbar en sus propios destinos.

La fragata nos acompaña por un lapso de treinta minutos, para luego alejarse hacia el Este, mientras nosotros proseguimos rumbo norte, hacia la isla Bartolomé. Podía haberse contentado con el aventón, olvidando a donde quería realmente llegar.

Contemplo a quienes me rodean. ¿Qué tanto logramos hacer lo que deseamos de nuestras vidas? ¿Hasta qué punto somos libres, tanto de pensamiento como acción? ¿Quiénes habrán tomado sus caminos por inercia?

Las fragatas pueden alejarse cientos de millas de la costa, pero si tienen un polluelo a quien alimentar, siempre habrá retorno. Primero está la responsabilidad (o el impulso) por preservar la propia especie, y supongo que contra ese instinto no hay voluntad que pueda.

Unos se arriesgan más que otros, con ideas innovadoras, nuevas maneras de entender el mundo, la ciencia. Otros continúan actuando como la mayoría, aceptando sin discusión lo impuesto. Están los que se van lejos del hogar, eligen trabajos distintos, emigran y se arriesgan. Otros se quedan en el mismo sitio la vida entera, con las calles y tiendas de siempre, la familia cerca. Supongo que tanto los unos como los otros viven con la duda sobre aquella senda que no se tomó.

Miro a la tripulación que me rodea. Estos hombres y mujeres se han distanciado del hogar. Viven meses separados de los que aman, optaron por un trabajo que los ha alejado de su zona de confort. Se pierden de ver crecer a los hijos, de acompañar a sus familiares en los momentos difíciles, o los muy alegres, cumpleaños, navidades, nacimientos. No ha sido el camino más sencillo, pero aquí siguen, algunos a punto de jubilarse, sonriendo al turista y con la mejor disposición. En casa tienen madres enfermas, o niños que requieren de atención,  sin embargo, ellos continúan dando lo mejor de sí mismos.

La fragata, los comentarios de Antonio, el ver a la tripulación atenta al trabajo, me recuerda que su camino no ha sido el de dejarse arrastrar por la corriente. Son luchadores. Hoy dedico mis respetos y homenaje a mis compañeros embarcados, cualquiera que sea su cargo. (O)

nalutagle@yahoo.com

  Deja tu comentario