‘Agachadito’ galapagueño y más
La calle de los quioscos en la isla Santa Cruz ya es una parada obligada para muchos turistas.
Viajar hasta las islas Galápagos para sentarse a comer en mesas y sillas sacadas y puestas en una calle, ¡sí! aunque quizás no sea el objetivo principal de su visita al archipiélago, es ya una tradición para muchos turistas.
El sitio web TripAdvisor recoge algunos comentarios de los comensales que visitaron la llamada calle de los quioscos en la av. Baltra y Charles Darwin (junto al colegio Galápagos).
“Es un comedor que está en la calle donde hay varios puestos de comida. Las mesas están colocadas en la calle. Allí podés comer langosta y otros tipos de pescados superfrescos. La comida es espectacular y la atención, muy buena. ¡Para recomendar!”, dice Martha, de Córdoba.
“Fuimos a ver el lugar por recomendación de un mochilero. La calle de los quioscos es muy sencilla, más para lugareños que turistas, cosa que nos encanta. La comida fue sorprendentemente rica, barata y los lugares no tienen nada de lujo, pero mucho de humano, ¡ja! pasen y vivan su propia experiencia. Nosotros probamos de todo. Maravilloso”, comenta Marcelo C., otro visitante gaucho, quien alaba la comida de Servisabrosón, cuyo propietario es Alberto Vásquez.
Alberto es de la provincia de Santa Elena, pero tiene más de dos décadas con su negocio en las islas. Primero fue una tienda (Serviabasto) y hoy es el restaurante Servisabrosón. Él está allí para ofrecer a los turistas el verdadero pescado asado (“que es dorado”), y con plátano y papá (“como lo hacen los costeños”). “¡Sale riquísimo”, dice.
Además del pescado, también asa carne, pollo, camarón, vegetales, langostinos, langostas. “¡Lo que me den para asar yo lo aso!”. Él ofrece platos más económicos de $ 8 o $ 10 y también puede servir un langostino de 4 o 5 libras por $ 35. Claro, entonces necesitará al menos de otro invitado en su mesa para poder compartir ese banquete marino.
La noche de mi visita, el número de comensales que ocupan las mesas se incrementa mientras avanzan las horas. Y, al caminar, las ofertas de los dueños de los locales llegan como si se caminara en la Bahía de Guayaquil. “Venga, ¿qué le ofrecemos?”, “¿Buscando qué comer? Pase, pase a ver nuestro menú”. Todos los cocineros están dispuestos a calmar el hambre que provocan los largos chapuzones en las playas y las caminatas por los paisajes volcánicos de las islas.
Una de ellas es Gladys Quishpe, propietaria del quiosco Playa, Sol y Mar, quien viene de la ciudad de Quito. Además de ofrecer pescados (el brujo, el más tradicional) y mariscos, también brinda pastas y pizzas. Aunque esta calle tiene a su propio italiano, Pippo, cuyo local (La Trattoria de Pippo) es el primero de los quioscos y les da la bienvenida a los visitantes hambrientos. Otros quioscos populares son el de Renato y el de K. F. William. Si usted continúa avanzando, también encontrará cocteles, arroz con menestra, platos manabitas, mariscos al ajillo y encocados, y, si desea un postre, hay una heladería (Le Fígaro), al final, al otro extremo.
Pero tampoco vaya tan tarde, no es un lugar noctámbulo (aunque también ofrecen almuerzos) y varios quioscos apagan sus fogones y cocinas desde las 22:00.
Visita del NYT
En junio, la prensa internacional hizo eco de la gastronomía y diversión en las islas, a través de la visita de la periodista Allison Amend de The New York Times.
Inicialmente, ella también comenzó su tour por las islas, en tierra y no en un crucero, como muchos otros turistas eligen hacerlo. “Un viaje con base en tierra es más asequible y sí te deja experimentar lo mejor de una aventura en Galápagos, sin tener que dormir con los movimientos de una embarcación”, relata.
Para comer, esta viajera eligió Il Giardino, restaurante con especialidades italianas, construido en un local esquinero de madera en la avenida Charles Darwin. Su estructura corresponde a las características de un bio lounge, cuyo objetivo es contribuir al cuidado del medio ambiente.
“Puerto Ayora no es una ciudad de fiesta, pero hay bares que sirven a los turistas hasta tarde y una noche mi anfitrión me invitó a una fiesta gratuita organizada por la comunidad, en un anfiteatro en exteriores. Un camión de comida vendía cervezas por $ 1 y empanadas por $ 2,50”.
Finalmente, Allison decidió agendarse un viaje de ‘un par de días’ a la isla Floreana y luego regresar a Puerto Ayora para tomar su vuelo hacia Quito. Allá, en Floreana, quizás vivió el verdadero encanto de las islas: “De pie en la cima de la montaña de Floreana, viendo al océano donde islas más pequeñas parecían fantasmas en el horizonte, experimenté, por primera vez en mi vida citadina, el silencio calmado y profundo de ser el único humano en kilómetros”. Usted elija cómo dejarse encantar. (I)
Un viaje con base en tierra es más asequible y sí te deja experimentar lo mejor de una aventura en Galápagos, sin tener que dormir con los movimientos de una embarcación”,
Allison Amend,
The New York Times