Azogues, la cañari
La capital del Cañar está a solo 35 km de distancia de Cuenca, lo cual resulta una invitación para explorar detalles de una cultura muy ligada a los ecuatorianos.
Una plaza asentada en las avenidas Juan Bautista Cordero y Oriente rememora la presencia del pueblo cañari en el territorio hoy ocupado por las provincias de Azuay y Cañar, aproximadamente entre los años 500 d.C. y 1533 d.C.
La Plaza Étnica Cañari narra tal pasado a través de un mural del cuencano Fausto Cardoso inspirado en esta leyenda: Dos hermanos nómadas, Ataorupagui y Cusicayo, lograron salvarse del diluvio universal al ascender al cerro Guacaiñán, ubicado al noreste de la actual Azogues.
Los hermanos tuvieron un segundo golpe de suerte porque dos guacamayas con cabeza de mujer les dejaban diariamente los alimentos que les permitieron sobrevivir, llegando posteriormente a tener descendencia con ellas para poblar este territorio señalado por una serpiente como el indicado para fundar una ciudad.
La presencia física de tal civilización puede ser sentida por dos complejos arqueológicos cercanos, los cuales se cree también fueron ocupados por los incas invasores: Cojitambo, ubicado a 11 kilómetros al oeste de la ciudad, conformado por estructuras de piedra que se distribuyen alrededor de una plaza central. El segundo es Ingapirca, que a unos 53 kilómeros al norte de Azogues exhibe una ciudadela considerada el más importante vestigio arqueológico del país.
Sin embargo, el viajero también puede conocer mejor a estos ancestros dentro de Azogues, ya que el museo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo de Cañar, cuenta con una variada muestra de elementos cañari.
Por las calles
Esos son los complementos adecuados a cualquier visita a la capital del Cañar, que desde hace un siglo suele significar primero la contemplación de la iglesia de San Francisco, emplazada en el sector oriental de la ciudad, ya que sus amplias escaleras conectadas a una imponente fachada con dos torres se ha convertido desde su construcción, en 1912, en el atractivo local más emblemático, y el hogar de la imagen de la Virgen de la Nube, patrona de la urbe.
Las caminatas citadinas suelen seguir en dirección noroeste para llevar a la avenida de la Virgen, considerada un corredor turístico donde se asientan talleres artesanales que exhiben el talento de los habitantes en el tejido de bordados que se transforman en las tradicionales polleras que viste la cholita azogueña.
Pocas cuadras de distancia separan esta vía de la plaza central, en donde vemos que la iglesia de San Francisco tiene un firme competidor arquitectónico: la catedral local, que fue construida desde fines del siglo XIX con piedra amarilla que se ilumina en un imponente diseño de arcos que culminan con una elevada torre, mientras que su altar principal fue bellamente tallado por los artesanos de San Antonio de Ibarra, famosos por estos trabajos.
Ese paseo puede despertar el apetito. La recomendación típica es probar las cascaritas (cuero crocante de chancho) y el hornado en Cuchilandia, local ubicado en la sureña avenida 24 de Mayo.
Desde allí, la vía de retorno a Cuenca está cerca, pero lo más recomendable es detenerse en la parroquia Borrero para contemplar la labor de talentosas tejedoras de sombreros de paja toquilla, quienes mayormente expenden sus trabajos por precios que van de $ 15 a $ 60, según la fineza del tramado.
Vistiendo uno de esos sombreros, y con la retina repleta de las visitas realizadas, queda el corazón contento de haber pisado sobre las huellas de los cañaris.
Fuentes: Revista VistalSur (Facebook), Municipio de Azogues.