El reflejo del Golfo de Guayaquil
Desde el malecón Simón Bolívar nace un pasaje fluvial que revela el carácter natural de los nativos de esta tierra. Es como un río de sensaciones que desemboca en el Golfo de Guayaquil.
Pocos lo conocen. Es casi como un secreto íntimo compartido entre unos cuantos ecuatorianos -mayormente humildes- que entre sus experiencias incluyen navegar por este pasaje fluvial de 36 millas náuticas (66,7 km) de distancia.
Es el trayecto desde Guayaquil hasta la isla Puná, ingresando al Golfo de Guayaquil, que permite mirar sus orillas desde un enfoque distinto, con un toque idílico, como si el espectador estuviera ubicado al otro lado del espejo de las realidades.
Joffre Barreto, comunero de Puná que trabaja en promover este paseo con fines turísticos, considera que hasta ahora solo los habitantes de estas orillas han contemplado esa visión con paisajes que desde el muelle del Yacht Club Naval comienzan exhibiendo, a la izquierda, el follaje intenso de la isla Santay, mientras a la derecha se elevan las torres de las industrias del barrio del Astillero.
Pocos minutos después la ruta es puro verdor, que en la orilla derecha, la más próxima a la embarcación, exhibe el aleteo de aves acuáticas que revolotean entre los manglares y bosques, quizás agitada por la presencia cercana de pequeñas canoas de pescadores artesanales que buscan arrebatarle al Guayas las corvinas, los bagres, las lisas y variedades de camarones.
Solo los pescadores y demás pobladores, asiduos navegantes de la zona, conocen tal realidad que resulta cotidiana en sus existencias. También solamente ellos saben del cocodrilo de unos cuatro metros de longitud que con la marea baja deambula cerca del faro de Punta de Piedra, a medio camino de la ruta, buscando su alimento entre los peces. Además quedan sorprendidos cuando, al desembocar en la amplitud del Golfo, el estrecho pasaje se extiende para exponer la magnitud de los canales de Jambelí y del Morro, que llevan a mar abierto.
Estos son solo algunos detalles de esta ruta que es como la avenida 9 de Octubre, según la gente local, por ser la más concurrida por botes a motor que atraviesan caseríos como Masa I, Masa II y Puerto Roma, siendo este último el mayor.
Nueva época
Joseph Garzozi, director de Turismo del Cabildo, señala que en el 2010 ayudaron a los comuneros de Puná a ofrecer un servicio turístico en ese trayecto. “Con dos lanchas rápidas, la Cocodrilo I y la Cocodrilo II, pero a los pocos meses se dedicaron solo a realizar el transporte de los habitantes de los poblados”.
Freddy Ehlers, ministro de Turismo, impulsa actualmente un plan que pretende convertir al Golfo de Guayaquil en un atractivo para visitantes, con lo cual se beneficiaría a los 80 mil habitantes de sus orillas, y se reduciría el impacto producido por las camaroneras aledañas.
Joffre Barreto agradece el apoyo del Municipio y del Ministerio para desarrollar su servicio. “Ahora esperamos un préstamo por $ 300 mil del Banco Nacional de Fomento para adquirir dos lanchas, que harían el trayecto hasta Puná en unos 50 minutos, con regreso el mismo día. Serían exclusivamente turísticas”. Espera tenerlas para febrero próximo.
Esa ruta permitiría a más visitantes contemplar aquella mirada distinta para verse a sí mismos en el reflejo del Golfo.
Informes: Puná Travel Service, Joffre Barreto, 099-174-8362, paseos fletados para grupos de mínimo diez personas, a $ 30 por pasajero (ida y vuelta). Comité Cacique Tumbalá, Ángel Suárez, 098-920-0023, lanchas Cocodrilo I y II, usadas por los pobladores ($ 6, solo ida o vuelta), salidas a las 14:30 (lunes a viernes y domingo) y 10:00 (sábados); retorno a las 07:00 (lunes a viernes) y 08:00 (sábado y domingo). Puná Nueva cuenta con hotel. Paseos por el río Guayas, 099-754-8383, $ 3 adultos. Estos botes parten del Yatch Club Naval, en un viaje que dura aproximadamente una hora. Otros barcos salen desde el muelle del mercado Caraguay, pero tardan cuatro horas. Llamar y confirmar, porque se planean cambios en los sitios de salida.