El tesoro de Ancón
Esta parroquia de Santa Elena nació como un campamento petrolero regido por ingleses que, entre 1919 y 1976, dejaron un legado que hoy luce felizmente fundido con el imaginario local.
La presencia británica en Ancón provocó que haya sido común escuchar el idioma de Shakespeare en sus barrios, acantilados y playas.
Por ello bien podemos comenzar afirmando que muchas houses de este destino exhiben windows verticales que brindan un look very cool.
Esas viviendas son características del denominado barrio Inglés, el cual alojaba a las familias británicas de los directivos de la Anglo Oilfield Company, mientras que los obreros ecuatorianos (y muchos jamaiquinos) vivían en barracas divididas en habitaciones.
Pedro Muñoz Espinoza, zarumeño de 90 años, llegó a Ancón en 1946 como mecánico tornero. “Los ingleses nos daban agua, energía eléctrica, gas por tubería, alimentos… Y en cada casa, si algún foco se quemaba, con reportarlo alguien llegaba a cambiarlo”, recuerda.
Sin embargo, había restricciones. “Cuando algún familiar nos visitaba, había que avisar antes”. Así, la familia anfitriona recibía más comida para el invitado, que podía quedarse máximo 15 días.
Muñoz trabajó para la Anglo hasta que los ingleses abandonaron Ancón, en 1976, tras lo cual laboró para la Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE), que tomó la zona, y luego Petroecuador.
Pero ya nada era lo mismo. En los años 70 decayó el interés en los pozos de Ancón porque el país puso la mirada en los nacientes yacimientos de la Amazonía. Eso provocó un olvido estatal que dejó calles sin asfaltar, aunque también una pureza rústica atada a la mayor tranquilidad.
Ruta del Copey
Los ingleses construyeron su campamento en 1919, sin embargo, el primer pozo petrolero de Ancón (y del país) fue inaugurado 8 años antes, el 5 de noviembre de 1911.
Conocido como el pozo 001, los restos de esta reliquia lucen arrimaditos a la playa al final de un sendero de tierra imposible para vehículos.
Tal visita bien podría considerarse obligada (y aventurera) en la llamada Ruta del Copey (copey significa petróleo en lengua nativa), promovida por el Ministerio de Cultura y Patrimonio desde el 2011, con motivo del centenario de la explotación petrolera en el país.
Ese organismo estatal ya ha restaurado varios inmuebles de los barrios Inglés y Guayaquil (de los obreros), que hoy son parte de una ruta turística que invita también a conocer miradores naturales hacia acantilados, el Club Andes (donde nació deportivamente su hijo más famoso, Alberto Spencer), el Club Ancón (el más ‘chic’ de la época) y el cementerio inglés.
La guía Gilda Tumbaco indica: “Se dice que en el club Ancón habita una niña fantasma, de cabello largo y rubio, seguramente británica... Y en el cementerio hay árboles de guasango que debes golpear e insultar para que curen a los alérgicos que quedaron con la piel irritada por tocarlos”. Tal creencia fue aprovechada por un inglés que, al ver a su hijo enronchado y sin poder curarlo con médicos, llevó a su pequeño para que les dé durísimo a esos árboles. “Y el niño se curó”, señala Gilda.
Ella es voluntaria en el Centro de Información Turística Ancón, entidad que opera en un restaurado edificio de arquitectura inglesa, antes utilizado como matriz de la Anglo, y hoy parte de un complejo ocupado por Pacifpetrol, compañía que hoy explota esos campos.
El centro cuenta con una pequeña muestra de muebles, aparatos y utensilios empleados por la firma europea. “Tenemos desde archivadores hasta máquinas que medían el nivel de agua y aceite en pozos. También extintores de incendio, cubiertos y ollas; son una ventana a esa época”, agrega la guía.
Esa habitación posee también fotos de obreros trabajando en aquellos primeros pozos que generaron riqueza. Sus ojos dan una amable bienvenida a este paseo histórico.
Aunque también, para quienes tengan nostalgia por esos tiempos añejos de té y galletas a la 5 de la tarde, pueden significar un sincero welcome... y thank you por visitarnos.
Informes: Centro de Turismo. 099-100-2780, 290-6045. Hostal Ancón: 099-963-3132.