En East London: El parque olímpico
¡El reto urbanístico del nuevo milenio! Un recorrido muy educativo sobre la inmensa obra que conmocionó Londres para poder asumir los Juegos Olímpicos.
Juegos Olímpicos 2012
“Protégeme de lo que quiero”, escribió un autor anónimo en El árbol de los deseos, flamante obra que Yoko Ono expone en la Serpentine Gallery en Hyde Park de Londres. ¿Se le habrá cruzado por la cabeza ese interrogante al Comité Organizador de Londres (Locog siglas en inglés) el día que anunciaron a Londres como la sede de los Juegos Olímpicos 2012? ¿Cómo levantar fondos de un presupuesto inicial estimado en 3 mil millones de euros ($ 4.600 millones) para transformar la deprimida zona Startford y darse cuenta que en realidad se requerían 9,3 millones de euros ($ 14 mil millones)?
La primera vez que visité Stratford fue hace siete años. El atractivo del barrio era un centro comercial construido en los años setenta, unos rieles de tren muy propios de alguna escena de la película Trainspotting, rodeados de edificios abandonados, ventanas rotas y guetos de inmigrantes de las condiciones más desfavorecidas de Londres. Stratford limita con el distrito Hackney y Bethnal Green, área conocida por sus altos índices de desempleo y delincuencia.
Fue allí donde en el verano del año pasado reventaron violentos actos vandálicos de jóvenes que saquearon almacenes por doquier. Pero cabe también mencionar que la zona de Hackney se ha convertido en el área cool y trendy, hogar de artistas plásticos y actores emergentes y establecidos. Últimamente la actriz Emma Watson escogió este barrio por su deseo de vivir donde la gente “normal”.
Desde la estación de metro Bromley-by-Bow se observan los rascacielos de Canary Wharf, el motor financiero de la ciudad. Noventa mil personas trabajan en bancos, servicios financieros del City de Londres, una de las tres capitales financieras a la par que Tokio y Nueva York.
Lamentablemente, la riqueza generada en esas pocas cuadras no llega a las calles vecinas que conforman Stratford y sus alrededores. Hoy regreso al profundo este londinense, a escarbar las capas de la ciudad que se prepara a recibir a 40 mil atletas del mundo.
Basta cruzar el puente para adentrarse en un barrio donde parece que el tiempo se detuvo. En el siglo XVIII fue una zona industrial que albergó molinos y fábricas de gin.
Escenas de ese tiempo quedan grabadas en los cuadros que William Hogarth retrató sobre los efectos del abuso de gin en la población londinense y que se admiran en el Museo de Londres o el National Gallery.
Por su cercanía a los muelles del río Támesis la zona fue altamente bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, los pintorescos edificios de ladrillos vistos cubiertos de hiedra y las calles empedradas que sobrevivieron las explosiones sirven de lugar para filmar dramas de Charles Dickens y Sherlock Holmes.
En el estudio de TV 3 Mills Studio que yace junto al antiguo molino de maíz, el director de cine británico Danny Boyle dirige a 10 mil jóvenes voluntarios que ensayan a diario la obra inspirada en The Tempest, de Shakespeare, la que abrirá el show de apertura en el estadio el 27 de julio.
Dejo atrás los molinos y fábricas y camino por la calle que bordea los canales de agua en dirección al parque olímpico. Dicen que estas olimpiadas son las más ecológicas de la historia. Sorprenden las aguas cristalinas de los canales, antiguas arterias de transporte durante la revolución industrial.
Para la limpieza y regeneración de sus aguas se cumplieron con altísimos estándares ecológicos, se removieron 30 mil toneladas de lodo, 130 carretas de supermercado, sofás, bicicletas y hasta vehículos.
El Orbit
Bello, frágil, femenino. Feo, inútil y caro. Opiniones extremas provoca el diseño del artista británico-hindú Anish Kapoor que se levanta en el centro del parque olímpico. El ojo humano se fija en la escultura más alta del Reino Unido, con 115 metros de altura, pintada intencionalmente de rojo para no fusionarse con el paisaje gris.
Anish Kapoor invitó al ingeniero Cecil Balmond a crear la torre que resalta por su asimetría y fluidez.
Al excéntrico alcalde de Londres Boris Johnson se le ocurrió la idea de edificar una atracción turística que posea el mismo peso que el London Eye frente a Westminster.
En el 2010, cuando anunció el inicio de la construcción, en su característico discurso lleno de superlativos expresó que “si el Orbit se hubiese construido en tiempos romanos los hubiera dejado boquiabiertos. Dejaría pequeña las aspiraciones de Gustave Eiffel. Y sin lugar a dudas se convertiría en el mejor espectáculo sobre la tierra, en la más grandiosa ciudad del planeta”.
De hecho la idea surge cuando Jonhson se encuentra con el hombre más rico de Gran Bretaña, Lakshmi Mittal, en el Foro Económico de Davos 2009 y le propone al magnate del acero crear un símbolo que perdure a las Olimpiadas de Londres 2012. Poco le costó al alcalde de cabello rubio y despeinado (experiodista de The Daily Telegraph) convencer a Mittal que donase 17 millones de euros ($ 26 millones) para su construcción.
Kapoor y Balmond unieron fuerzas para inventar una torre mítica. Y analizaron la pintura de Brueghel y su torre de Babel y hasta la mismísima torre Eiffel. El resultado final es un espiral que cambia según uno camine. “El Orbit representa la esencia de los Juegos Olímpicos: ponerse al límite, construir lo imposible”, dijo Mittal en una entrevista al diario The Guardian. O tal vez sea una declaración de poder al demostrar todo lo que se puede construir con acero.
El Orbit estará abierto al público el 28 de julio. Se espera que 5 mil visitantes admiren a diario la vista panorámica de la ciudad.
La mantarraya de Zaha Hadid
A la superestrella de la arquitectura contemporánea Zaha Hadid le encargaron diseñar el centro acuático; según los críticos, el edificio más bello del parque olímpico.
Inspirado en una mantarraya, recibirá a 70 mil espectadores durante las Olimpiadas. Posterior a los juegos se eliminarán las extensiones laterales y solo quedarán dos mil asientos. ¿El precio de esta edificación? 270 millones de euros o $ 415 millones.
Hadid, arquitecta de 62 años nacida en Bagdad, no solo posee el título de Dama, también fue nombrada por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del planeta. Los aclamados diseños firmados por ella incluyen el Guangzhou Opera House en China, el Museo Nacional de Arte Siglo XXI en Roma, por mencionar algunos. Hasta el momento en que se escribía este reportaje, no había recibido invitación a la inauguración de los Juegos Olímpicos, ni a la primera competencia acuática del edificio que ella mismo diseñó. La venta de los tiques ha sido casi como ganarse una lotería, a los que afortunados han tenido acceso.
El Westfield
El centro comercial más grande del Reino Unido abrió sus puertas el año pasado en Stratford. Es el segundo mall de esta cadena australiana en edificarse en Londres; el primero se inauguró en el 2009, en Sheperds’ Bush (oeste de Londres).
De acuerdo con la guía del tour por Stratford, Themes Halvantzi-Stringer, el mall ha ofrecido 10 mil plazas de empleo para los habitantes de la zona. (Según el Stratford Centre los Juegos Olímpicos crearán un total de 20 mil fuentes de trabajo). Se estima que el 80% de los espectadores de los Juegos Olímpicos atravesarán el Westfield, lo que repercute un alto número de ingresos para la economía de la zona.
Sin embargo, un morador de la zona que trabaja en bienes raíces explica que el desarrollo de Stratford se daría con o sin el parque olímpico, debido a que existía un enorme terreno en desuso que se utilizaría tarde o temprano.
“Los Juegos Olímpicos han apresurado la inversión. El Westfield marca la diferencia a largo plazo porque a la par se están construyendo casas, oficinas y se ha mejorado el sistema de transporte. Pero también sospecho que habrá dos Stratfords: el que no habrá cambiado y el nuevo con apartamentos recién edificados para jóvenes profesionales o gente que vive del Estado”, explica el corredor de bienes raíces de la zona James Hayes.
Un millón de turistas de todo el mundo visitará la ciudad durante los Juegos Olímpicos. Y los londinenses se preguntan cómo se transportarán durante las Olimpiadas con un servicio de metro de por sí ya saturado.
Lo más probable es que alquilen las bicicletas del programa creado por el alcalde Jonhson con estaciones repartidas en diversas zonas de la urbe. Muchas empresas han pedido a sus empleados que trabajen desde casa el mes que duran las Olimpiadas y así evitar el caos pronosticado.
Entonces, ¿logrará Londres impulsar la economía después de este evento? ¿Superarán las expectativas impuestas por el comité organizador? De momento, la ciudad es una fiesta y los ojos del mundo están puestos en ella.
¿Serán exitosos los Juegos Olímpicos a largo plazo? Solo el tiempo lo dirá.