Esplendor de los Apalaches
El Appalachian Trail (ruta o sendero de los Apalaches) propone una caminata extrema en el este de Estados Unidos.
La idea de explorar el Appalachian Trail llegó a nuestras vidas, pues habíamos leído sobre esta ruta. Sabíamos que sería una jornada fuerte y nos preparamos para ello. Mi compañera de vida y exploraciones (Priscilla Altamirano) y yo entrenamos en las lomas de la cordillera Chongón Colonche, en el sector conocido como Cinco Cerros, cargando mochilas llenas de agua y piedras para ir acostumbrando a nuestro cuerpo a las exigencias del trayecto.
Sin embargo, nada nos preparó para lo que tuvimos que enfrentar: ya en el Appalachian Trail terminamos llevando en nuestras mochilas el equivalente al 30% de nuestro peso corporal, cuando lo recomendado es no sobrepasar del 25%. Era lógico, teníamos que llevar todo el abastecimiento de comida, agua, carpa, equipos… Cuando ahora nos preguntan cómo pudimos subir y bajar montañas con ese peso a cuestas, solo cabe una respuesta: cargamos nuestras mochilas mitad con el cuerpo, mitad con la mente.
Seis días de ruta
Iniciamos el viaje en la ciudad de Asheville (Carolina del Norte) como centro logístico, donde recibimos asesoría para definir los últimos detalles tanto del recorrido como del equipamiento. Incluso aprendimos técnicas para distribuir el peso dentro de la mochila y hasta cómo actuar si veíamos un oso (mirarlo a los ojos, caminar hacia atrás, hacer ruidos molestos y nunca correr).
El punto donde comenzamos a caminar fue Cataloochee, ubicado a unos 65 km de Ashville y a una altitud de 795 metros.
Empezamos el recorrido por la tarde, hasta llegar al Campsite 39, uno de los muchos puntos para acampar que hay a lo largo del sendero. En este primer trayecto debíamos acostumbrarnos a la mochila y al uso de los equipos, como el filtro de purificación de agua. Lo ideal era abastecernos diariamente de dos litros de agua cada uno.
Desde la primera noche tuvimos que poner en práctica las regulaciones de la zona y colgar sobre los árboles, en bolsas especiales alejadas de nuestra carpa, toda la comida y productos que tuviesen olor: repelente, bloqueador, pasta de dientes, con el fin de prevenir el acercamiento de los osos.
El segundo día ascendimos por más de ocho horas el monte Sterling (1.780 metros), cuya cumbre tiene una torre de avistamiento de incendios que permite divisar gran parte de las Great Smoky Mountains. Es una de las vistas más preciosas del sendero y por la noche recibimos la visita de osos, que dejaron sus huellas muy cerca a nuestra carpa. Ya al día siguiente ascendimos hasta la zona denominada Big Creek Ranger Station, ubicada a 518 metros de altura y cuya dificultad resultó ser mucho mayor a lo pensado debido al peso de la mochila y la irregularidad que presentaba el terreno.
La tranquilidad nocturna
Las noches en medio de tanta belleza natural y densos bosques nos arrullaban relegando a un segundo plano el temor a todos los ruidos desconocidos que emergen en la oscuridad. En ese entorno, el cansancio de la jornada hace más natural la sincronización espontánea con la naturaleza: la salida del sol marca el inicio del día, el cual termina cuando este desaparece en el horizonte. Pudimos disfrutar de días sin lluvia y noches despejadas, aun cuando en lo denso del bosque resultaba difícil ver la majestuosa luna que nos acompanó.
La cuarta jornada llegó para efectuar un nuevo ascenso hasta los 1.158 metros en un cima con claro abierto de las montañas, para luego descender hasta los 869 metros en el denso bosque para dormir en el Groundhog Shelter (Refugio de la Marmota). Al igual que en los días pasados, tuvimos mucha dificultad para encontrar fuentes de agua y por algunas horas debimos limitar el consumo, lo cual generaba mucha tensión y mayor cansancio.
Y así continuamos. Durante los seis días del viaje subimos y bajamos tres montañas en una zona boscosa de inigualable belleza, disfrutando de los paisajes más espectaculares que habríamos podido esperar. Las dos cumbres más impresionantes fueron el monte Sterling y Max Patch (quinto día), que permiten divisar todo el esplendor de las Great Smoky Mountains.
En esos dos puntos disfrutamos de los atardeceres y amaneceres que solo pueden ser soñados en películas.
Pero tales ascensos también nos recordaban que el desgaste físico era importante: necesitábamos reponer entre 3.500 a 5.000 calorías diarias, para lo cual contábamos con una pequeña estufa a gas y utensilios básicos que nos permitían calentar agua y los alimentos precocidos que llevamos. Pero como no teníamos experiencia para calcular cuánto consumiríamos, terminamos cargando más de lo que requeríamos comer, pagando el duro precio del exceso de peso.
Con todas esas vivencias, esos seis días en la Ruta de los Apalaches resultaron desafiantes, reveladores, gratificantes, llevándonos al límite de nuestra capacidad física y mental.
Esas jornadas fueron un hito en nuestras vidas, un antes y un después no solo por el amor que tenemos a este tipo de actividad, sino por haber vivido como pareja el trabajo de equipo que se requiere para lograr un extraordinario objetivo.
Sí, fueron seis días fantásticos.