Puná en ‘bici’
El domingo anterior acompañamos a un grupo de ciclistas a una aventura en la mayor isla del golfo de Guayaquil.
A numerarse: 1, 2, 3, 4, 5, 6 (…), 37, 38, 39, 40. ¡Somos 40! Cada ciclista grita un número (yo canto el 28), mientras nos organizamos en la playa del caserío Bellavista, en la cara noroeste de la isla Puná, pocos minutos después de haber desembarcado de las lanchas con nuestros vehículos de metal.
Así sabemos que somos 40 los ciclistas que ingresamos a Puná a las 10:20 del domingo anterior. ¡Y 40 deberemos salir!, a eso de las 16:00, cuando termine este paseo organizado por el colectivo guayaquileño Ciclistas sin Fronteras.
Nadie debe perderse, por eso siempre es necesaria la presencia de un guía nativo. También esperamos que nadie sea secuestrado por personajes de la mitología local, como el Tintín (un duende enamorador de pies chuecos) o la Bruja del Tamarindo, una anciana que supuestamente espanta niños bajo un frondoso árbol.
También confiamos en que nadie se accidente por admirar los chanchitos que escarban en la arena para alimentarse de moluscos, o los chivos que corretean libres en manadas como grupos de amigos juguetones.
El sol está perfecto para recostarse, pero mejor escuchamos las primeras indicaciones: “Bienvenidos a la isla Puná”, nos dice Vicente Quinde, puneño que nos recibe en esta aventura. “Van a recorrer 8 kilómetros por la playa con dirección sur hacia el caserío Subida Alta. Allí ingresarán a la montaña”.
Ronald Game, presidente de Ciclistas sin Fronteras, también toma la palabra: “En Subida Alta nos dividimos. Los ciclistas novatos tomarán una ruta a la montaña para avanzar unos 10 km y luego regresar por el mismo camino; mientras que los ciclistas más experimentados tomarán otro camino, al sur del pueblo, que los llevará por la playa y las montañas durante 40 kilómetros, y regresarán por el camino que transitaron los novatos. Así que todos, al final, nos reuniremos en Subida Alta”.
Subimos a las bicicletas. Los primeros metros sobre la playa comienzan a preocuparme, ya que la arena suave detiene mi pedaleo. Pero un ciclista más avispado me dice que me acerque al mar, ya que las llantas no se hunden en la arena húmeda. Agradezco el consejo y así, cerca del océano, avanzo junto con este pelotón que disfruta del suave golpeteo de las olas a nuestra derecha, mientras que a la izquierda se sacuden las palmeras y más vegetación de esta isla que también exhibe suaves colinas tierra adentro.
Me detengo en algunas ocasiones para tomar fotos con mi cámara. También para grabar videos con mi celular. En una maniobra, mi teléfono cae sobre la arena húmeda, poco antes de acercarse una pequeña ola. Así que me lanzo al suelo como tigre para salvar mi dispositivo del agua salada. Esas fueron las únicas veces que me bajé de la bici en esos 8 km sobre la arena, lo cual considero un logro ya que tengo como cuatro años sin realizar grandes rutas ciclísticas.
Sin embargo, quizás por ello fui el último en arribar. “Estaba cuidando que nadie quede rezagado”, contesto sonriendo cuando me preguntan por qué venía a la cola.
Punto de encuentro
Subida Alta es un agradable caserío encaramado en un pequeño acantilado que mira al mar, por lo que está a pocos metros de una gran playa tan tranquila como piscina de complejo recreacional.
Algunos ciclistas aprovechan para bañarse en el agua tibia. Unos se recuestan en unas hamacas bajo la sombra. Otros toman agua. Yo tomo valor para empezar la segunda parte del recorrido, en la montaña. Los expertos enfilan por el camino más largo, de unos 40 km, mientras que otros, incluyéndome, vamos por un sendero al norte del caserío.
Las piernas las tengo adoloridas. También otras partes del cuerpo. Las sacudidas por el terreno agreste nos acompañan en esta ruta montañosa de cuestas ligeras y bajadas alegres, de sol intenso y brisas acariciantes, de lagartijas que revolotean por el piso y de un chivo blanco que sale corriendo cuando nos ve pasar.
El pedaleo transcurre por un bosque que nos alegra el espíritu unos 8 km, pero se detiene cuando una de las ciclistas reporta que se ha caído su celular en alguna parte de la colina. Dos excursionistas damos la vuelta para buscar el aparato, que la dueña encuentra a dos kilómetros de distancia. No sé si ella habrá saltado como tigre al verlo tendido en el piso. Pero yo sí repito el brinco media hora después, totalmente exhausto, casi acalambrado, cuando finalmente puedo acercarme a aquellas tranquilas hamacas bajo la sombra de Puná. Ese movimiento es el mejor tributo para entregar a esta playa relajante de paisajes tan fantásticos. (I)
Con los expertos
Ronald Game, presidente de Ciclistas sin fronteras, narra la ruta que realizaron los expertos a partir de Subida Alta. “Reiniciado el pedaleo, y como a unos 4 km de Subida Alta, nos adentramos a la montaña para tomar un sendero de unos 5 km que nos llevó al otro extremo del farallón rocoso de Punta Brava, porque la marea no nos permitió pasar por la playa en ese sector.
La dificultad del camino provocó algunas caídas y ‘tubos bajos’. A 11 kilómetros de distancia y 35 minutos de pedaleo, llegamos por fin cerca del sector Las Elices, en donde dejamos la playa para ingresar al interior de la isla. Después de pedalear por unos 8 km, en parte de lo cual bordeamos el cerro de Zambapala, el más alto de la isla, llegamos a un cruce de caminos, donde tomamos a la izquierda para regresar al pueblo de Subida Alta. Este sendero presentó algunas elevaciones y descensos acentuados. La última parte del camino, por las dificultades del sendero, nos pareció a ratos interminable. Cuando el camino se volvía más plano, y se escuchaba el rugir de las olas del mar, ya sabíamos que el final estaba cerca. Empezamos a apreciar algunas casitas a lo lejos, y una vegetación menos agreste.
Así llegamos de regreso a Subida Alta, donde los moradores nos tenían preparados platos marinos que, después del exigente recorrido, realmente nos supieron a gloria. Asimismo, algunos aprovecharon para bañarse en la plácida ensenada y descansar sus exigidos músculos del pedaleo. Esta aventura puso a prueba nuestras condiciones físicas. Siempre será una experiencia para recordar”.
Contactos: Ronald Game, Ciclistas sin Fronteras, 099-700-9822; Vicente Quinde, turismo en Puná y la comuna Subida Alta, 099-482-3258; Francisco Parrales, turismo en Puná y la comuna Cauchiche, 099-710-3462.