Dos generaciones, un Óscar
Ambas compiten por la estatuilla dorada en la categoría de mejor actriz. Charlotte Rampling es inglesa y Saoirse Ronan, estadounidense.
No se pueden comparar las carreras de Charlotte Rampling y Saoirse Ronan, ya que ambas en su tiempo han demostrado, la una, ser una actriz consagrada y, la otra más joven, que apunta al estrellato.
Charlotte Rampling
Con más de cien créditos en películas, en 1965 una hermosa actriz asomaba fugazmente el rostro por primera vez en la pantalla en la película The Knack y cómo conseguirlo, uno de los títulos que configuraron la nueva cultura juvenil en los agitados años del Swinging London.
Esto acabaría convirtiéndola en ícono y símbolo de un estilo y de una modernidad que el paso del tiempo no ha dejado de revalorizar. Ostenta el título, compartido con Jane Birkin (Blow Up), de la actriz británica más francesa del cine.
A sus 70 años celebró su primera nominación al Óscar a mejor actriz gracias a su papel en la película 45 años, del cineasta Andrew Haigh, en cuya celebración cinematográfica se sumó la publicación de sus memorias, Qui je suis (Grasset), un texto en el que la actriz expone públicamente por primera vez pasajes de su infancia y su juventud, señalados por momentos dolorosos como el suicidio de su hermana Sarah, o misteriosos como el descubrimiento de unos diarios ocultos escritos por su madre, Isabel Anne Gurteen, un personaje de novela de F. Scott Fitzgerald que sacrificará su vida al casarse con un militar de la OTAN.
Charlotte atravesó los años sesenta como uno de los rostros más luminosos e iconoclastas . Actrices como Julie Christie, Vanessa Redgrave, Sarah Miles, Rita Tushingham representaban entonces un soplo de aire fresco alejadas del modelo típico de las estrellas de Hollywood. Su primera gran oportunidad la tuvo al otro lado del Canal de la Mancha gracias al director Luchino Visconti en La caída de los dioses (1969), sobre la ascensión del nazismo en la Alemania de los años treinta; Charlotte fija ese modelo de belleza elegante, de perfil aristocrático y lado misterioso moldeado por el creador italiano y padrino artístico. En 1974 los amantes del cine la recuerdan en el explosivo filme Portero de noche, una trama de seducción y sadomasoquismo que proyecta su imagen de actriz transgresora.
Catalogada como diva, Charlotte Rampling ha construido una carrera cinematográfica señalada por el cine de autor sin renunciar a grandes producciones como la fábula de ciencia ficción Zardoz (1974) –junto con Sean Connery–, Veredicto final (1982) con Paul Newman o en Adiós, muñeca (1975). A medio camino entre París y Londres, Rampling se convirtió en la actriz fetiche de directores como François Ozon, Patrice Chereau.
Frente a otras estrellas que han visto apagarse su carrera en ese tránsito siempre delicado entre la madurez y la vejez, Rampling ha conseguido iniciar una segunda y brillante etapa profesional trabajando con directores como Lars von Trier (Melancolía) o afrontando papeles arriesgados como la protagonista de Hacia el sur (Laurent Cantet, 2006), en la que interpretaba a una mujer practicante del turismo sexual.
A sus70 años Charlotte Rampling forma parte de esa generación de mujeres que por primera vez han subvertido los códigos de la seducción transformándola en algo mucho más profunda y reflexiva.
Eso es racismo contra los blancos. Es difícil saber si es el caso, pero puede que los actores negros no merecieran estar en la recta final”.
Charlotte Rampling (refiriéndose al boicot contra la entrega de los Óscar por la ausencia de actores negros en la ceremonia)
Saoirse Ronan
Saoirse (abril, 1994, Nueva York) ha aparecido en más de veinte cintas, una de ellas nominada a un Óscar en la categoría mejor película: El gran hotel Budapest (2014); y dos más a mejor actriz de reparto por Expiación, más allá de la pasión (2007) y ahora, a mejor actriz en Brooklyn (2016). Si lo logra su nombre figuraría en la historia de los ansiados premios de Hollywood apenas a los 21 años de edad.
En 2007 apareció en El novio de mi madre, película dirigida por Amy Heckerling. Pero muchos la recuerdan en Hanna (2011), cuando el director Joe Wright la convirtió en una máquina en busca de venganza. “Siempre quiero hacer lo que me apasiona. Necesitaba una película para esta etapa de mi vida. Mi personaje puede tener empatía con una persona que tal vez esté por viajar, por dejar a su familia, siempre hay personas así todos los días, que buscan un futuro mejor.
Saoirse ha interpretado personajes adultos. “Nunca he estado en una película de niños a pesar de mi corta edad. Pero digamos que recién ahora podría sentirme lista para mostrar un poco más de madurez en mis personajes, y asumir roles que son de adultos. Brooklyn llegó en el momento adecuado para mí. Siento que no lo hubiera podido hacer hasta hace algunos años, digamos a los 15 o 16 no hubiera podido”. (A.C.J.) (E)
Cuando era niña era una especie de forastera, no solo estaba en Irlanda, sino que viajaba mucho, tenía un acento extraño, en las escuelas era como una especie de oveja negra”.
Saoirse Ronan
OPINIÓN
Dos luces
Por: Carlos A. Ycaza
A veces es difícil encontrar la palabra correcta para definir el impacto de una creación artística en nuestras vidas. Con el trabajo de Charlotte Rampling en 45 años, la única descripción que encuentro es galvanizante. Como una corriente eléctrica que se infiltra en nuestras venas desde las primeras escenas de este innovador drama del director Andrew Haigh.
Ella es Kate, la esposa de Geoff, un escritor (Tom Courtenay). Ellos viven sus años de retiro en la campiña de Norfolk, Inglaterra. Es una de esas idílicas residencias donde comparten una relación sin hijos después de sus setenta años. Se acerca la celebración matrimonial de sus 45 años en pocos días. Pero la carta que recibe Geoff es el detonante de una tragedia conyugal. Lo que irrumpe en la vida de esta mujer es la memoria de una antigua relación de su marido que se convierte en una presencia que podemos palpar por la asombrosa caracterización de la Rampling. En 45 años no hay gritos ni sorpresas chocantes. La vida transcurre con la parsimonia de una pareja de la tercera edad entre la cual se comienza a abrir un abismo aterrador, al que podemos ser arrastrados por la fuerza de las pasiones interiores que afloran en el rostro que parece impenetrable de una actriz que aquí realiza el rol de su vida.
Cuando descubrimos a Eilie, la protagonista de Brooklyn, la primera sensación es la de adentrarnos en la vida de una chica solitaria que sobrevive abnegadamente la pobreza de su hogar con su madre viuda y su hermana mayor en un pueblo irlandés. Las grandes decisiones vienen a través de un sacerdote que le consigue un trabajo en Nueva York y ella deja su hogar.
La emigración ha sido motivo de algunas historias épicas, pero con Saoirse Ronan en el papel protagónico esta vez nuestra percepción se conecta al mundo interior de una joven. Estamos saturados del facilismo histriónico y exagerado en estos melodramas, pero el director John Crowley apunta certeramente: esta “nueva vida” que Eilie descubre en Brooklyn y su primer contacto sentimental nos llevan –con ella– a constatar que la verdadera patria a veces no es la tierra que pisamos, sino aquella en la cual palpita nuestro corazón. (O)