Marlon, en sus propias palabras
Actor convertido en ícono, símbolo sexual, activista social, mujeriego, Marlon Brando dejó cientos de grabaciones inéditas usadas ahora para un documental sobre su vida.
Haber tenido acceso a más de 300 horas de grabaciones realizadas por Marlon Brando a lo largo de toda su vida, y que comprenden desde reflexiones sobre el arte de la interpretación hasta sesiones de autohipnosis, fue la gran oportunidad para el británico Stevan Riley de llevarlas al cine bajo el título Listen To Me, Marlon (Escúchame, Marlon).
Riley, director de otros documentales como Fire in Babylon–sobre el equipo de críquet de las Indias Occidentales–, contó con el beneplácito de la fundación que ahora tiene los derechos sobre el material del actor.
El documental está contado por el mismo intérprete, mezclando pensamientos y confesiones del actor. Además, Riley tuvo acceso a imágenes y entrevistas desconocidas, con lo que dejó que se retratara a sí mismo.
A Marlon Brando no le gustaba hablar de él, ni de su vida. Fue una de las mayores estrellas que ha tenido el cine y probablemente una de las más cuidadosas de su intimidad. Sin embargo, el documental estrenado en el último Festival de Sundance descubre que al actor sí le gustaba hablar de él, de su vida. Eso sí, a solas.
El título del filme es el mismo con el que Brando empezaba las grabaciones de autohipnosis, la cual practicó durante los últimos años de su vida, recluido en su casa de Los Ángeles. “Sabía que este material existía, pero no sabía cuánto había”, contó Riley en Sundance. “Marlon conservó todas estas cintas en un búnker fuera de su casa. No guardaba nada de recuerdos en la casa, porque lo tenía todo ahí fuera. Había también muchísimo material escrito y audiovisual. Es increíble, porque él apenas hizo entrevistas”.
Su propia voz es protagonista
Cuando empezó a investigar en la vida de Brando, Riley leyó todas las biografías, entrevistas y comentarios de gente que lo había conocido a lo largo de su vida. Conoció incluso a parte de esa gente y, de lo que cada uno le contaba, se encontraba con una versión distinta del actor. “Él había compartido tanto su vida y también ciertas relaciones que no tenían que ver con las otras”–explica el cineasta–. “Fue lo que me llevó a darle voz a la única persona verdaderamente calificada para revelar la esencia y el alma de Brando: él mismo”.
Además de las autohipnosis, Brando guardaba cintas de conversaciones privadas (tenía micrófonos escondidos en todas las habitaciones de su casa), grabaciones que hacía mientras preparaba sus personajes, sesiones de meditación y diarios de recuerdos y opiniones sobre compañeros de profesión. Todas ellas componen una ventana a su alma que él mismo había ido desvelando poco a poco en sus papeles. El Kowalski de Un tranvía llamado deseo, por ejemplo, fue el personaje que más lo superó, “tenía una bestia en su interior”, cuenta en el documental, una bestia a la que no quería parecerse porque le recordaba a su padre, maltratador, que lo abandonó a él y a su madre, cuando Brando tenía 11 años.
Riley no ha utilizado el documental para desvelar secretos de la vida de Brandon, ni desatar nuevas polémicas, sino solo para “quitarle la máscara” y descubrir al verdadero actor. “Quería que fuera una experiencia que lleves contigo, no solo hechos. Quería que fuera Marlon compartiendo su vida”, explica a Vogue.
De esta forma, la cinta no tratará sobre la vida íntima sexual del actor, quien, durante los años 50 y 60, era el símbolo sexual estadounidense por excelencia al haberse acostado con Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Grace Kelly, entre otras, y haber declarado en 1976 que había tenido relaciones homosexuales con “supuestos amantes como Cary Grant, Rock Hudson, James Dean, Laurence Olivier, Wally Cox (el más sonado), por nombrar algunos”, según la página dailymail.co.uk.
El filme empieza con el audio que el mismo actor mandó a digitalizar en los años 80, para después continuar con un repaso a “todas las edades de Brando: Marlon, el niño de Nebraska; Marlon, el actor; y Marlon, el hombre mayor mirando atrás en su vida desde su retiro de Mulholland Drive; y también está Marlon, el comprometido con los indios y la población negra, y Marlon, el padre”, destaca el cineasta sin olvidar el episodio más doloroso para el actor, cuando su hijo Christian mató al novio de su medio hermana, Cheyenne, que después acabó suicidándose, capítulo al que Riley le dedica bastante tiempo.
Esta etapa fue devastadora en la vida de Brando ya que empezó su crisis económica y su salud se vio seriamente afectada hasta su muerte.
El director usa únicamente la voz del actor sobre imágenes de sus películas o entrevistas televisadas que, claramente, mostraban otro Brando muy diferente al que se escuchaba en ese entonces.
Su madre (la actriz Dorothy Pennebaker), por quien se convirtió en actor y recuerda con dolor por su alcoholismo; y Stella Adler, su querida profesora con la que aprendió que “la interpretación consistía en encontrar la verdad”, son las personas a las que Marlon dedica sus mejores palabras.
En los tráileres se escucha cómo descarga contra la fama y todo lo relacionado con la industria del cine, a aquellos que despreciaban el arte; a su padre (el productor Marlon Brando) y contra el rodaje de Motín a bordo –“Mi peor experiencia”, reconoce el actor–.
Hacia el final del documental, el actor dice: “Voy a tener un micrófono especial en mi ataúd, para que cuando me despierte ahí dentro, a dos metros bajo tierra, diga ‘hazlo de otra manera’”. Para los críticos, a través de las grabaciones del actor, el espectador acaba hipnotizado con su voz y el descubrimiento del hombre que vivió detrás del ícono.
Brando tecnológico
Avra Douglas, que fue asistente personal de Marlon Brando en los últimos años de su vida, dijo que el actor era un fanático de la tecnología. “Fue de los primeros en comprarse una Mac, fue la primera persona que me habló de internet”, lo hizo en una entrevista para Los Angeles Times, para explicar que Brando empezó a grabar sus pensamientos “en cuanto puso las manos en una grabadora”.
El actor registró su voz de forma compulsiva durante décadas en cerca de doscientas cintas que estaban en manos de los administradores de su legado desde su muerte, y que según sus apoderados saldrán a la luz con la intención de “presentarlo a una nueva generación que no sabe mucho de él o que quizá solo le suena por su papel de Don Vito Corleone en El padrino.
El resultado es un retrato personal de un hombre genial, pero perseguido por los fantasmas de una infancia dura, idolatrado en la cima de su carrera, abrumado por la fama y despreciado muchas veces por aceptar papeles sin calidad a cambio de mucho dinero. Marlon empezaba sus grabaciones así: “Escúchame, Marlon. Esta es una parte de ti mismo hablando a otra parte de ti mismo. Escucha el sonido de mi voz y confía en mí. Sabes que quiero lo mejor para ti”.
En el documental no hay rastro de los habituales testimonios de familiares, amigos o colaboradores. Sorprende ver a un actor –que huyó de los medios y de las entrevistas en el final de su carrera– confesarse ante sí mismo.
Su llegada a la Gran Manzana
Brando llegó muy joven a Nueva York para estudiar interpretación con la legendaria profesora Stella Adler. “Recuerdo emborracharme, tirarme en la acera y quedarme dormido”, cuenta de su llegada a esa ciudad. Su fuerza interpretativa, su naturalismo poco habitual en la época y su crudeza no tardaron en llamar la atención, y pronto triunfó en Broadway con Un tranvía llamado deseo.
De su papel en esa producción, Brando opina en el documental que no se parece en nada a Stanley Kowalski. “Odio ese tipo de gente. Odio a esa persona, no me puedo identificar en nada con ella”. Además, desprecia su actuación y reconoce que “nunca sabes cuándo lo haces bien” y que es a veces el público “quien crea cosas que no existen, son ellos los que actúan”. (A.C.J.) (I)
Fuentes: marlonbrando.com, elpais.com y actualnet.es