Virtualmente: desconfianza que nos une
“Todos sabemos que en la enredadera muchas reglas se rompen...Nos damos también el permiso de crear relaciones basadas en la desconfianza”.
Me pregunto si las redes sociales deberían tener un botón con el ícono de la Biblia y que cuando uno lo aplaste una voz diga: ¿Jura decir la verdad, solamente la verdad y nada más que la verdad?
Aunque creo en la posibilidad de que la respuesta no reflejaría la realidad, me daría el permiso de pensar en un sincero “sí, juro”. Pero más bien se me viene a la mente un “sí, claro...”. Y es que ante la posibilidad de crear una vida paralela en el ámbito virtual, suena más interesante decir lo que no somos y comentar lo que no diríamos con nuestra propia identidad.
Pero como todos sabemos que en la enredadera muchas reglas se rompen, las distancias se acortan y las personas tienen bellos rostros, nos damos también el permiso de crear relaciones basadas en la desconfianza. Es curioso, porque en nuestra vida fuera de los aparatos tecnológicos solemos buscar la confianza como un principio básico de toda buena relación. Mientras más confianza tenemos en la persona que conocemos, más cercana se nos vuelve. Un conocido se convierte en amigo, un amigo en novio, esposo o socio. La confianza es el imán que nos une con los otros y acerca nuestras vidas en proyectos conjuntos.
Con el cierre de Megaupload, un servicio de alojamiento de archivos en línea, se despertó una polémica entre diseñadores y personas que utilizaban este tipo de sitios para colgar archivos, para que sus clientes o proveedores los tomaran. Indudablemente, era una forma más rápida y económica de trabajar. El diseñador español Álvaro Sobrino en su blog Crónicas de Pseudinmma (pseudonimma.blogspot.com) publicó una nota sobre esto, pero lo hizo hace dos años y un mes. En su texto decía: A veces, sobre todo con clientes y proveedores, lo que mando son archivos informáticos.
Si son pequeños utilizo el correo electrónico, pero a veces ocupan muchos megas. Hay unas empresas (yo suelo usar megaupload o rapidshare) que de manera gratuita me permiten usar sus servidores para albergar esos archivos, de manera que el destinatario pueda descargárselos...Son como los apartados de Correos. Si quiero ampliar el límite de peso o una mayor velocidad, nos cobran por ello, a mí y/o al receptor. Igual que Correos.. Aunque seguro que en Correos habrá encontrado la policía armas y drogas, incluso alguna vez desgraciadamente paquetes-bomba –en esos casos lo vemos en el telediario– a nadie se le ha ocurrido cerrar Correos, a pesar de que transportan a veces esas mercancías. Ni impedirnos a los ciudadanos que accedamos a sus servicios. Porque ellas no son responsables de lo que cada uno meta en el paquete.
Pero, como en las redes nuestras relaciones se basan en la desconfianza, esta medida es natural. Porque todo se puede, o todo se pudo, aparecen medidas tardías para evitar esa extrema libertad. A ver si así en ese nuevo mundo podemos creer los unos en los otros.