El artista guayaquileño Wolfang Bloch y sus paisajes marinos
El artista guayaquileño Wolfgang Bloch gusta de crear su propio océano, sus propios paisajes marinos, sus propios cielos, cargados de una esencia primitiva que lo acompaña desde su feliz infancia en Ecuador hasta su actual vida como residente de la ciudad de Costa Mesa (California).
La crítica estadounidense lo ha llenado de alabanzas. Bolton Colburn, exdirector de The Laguna Art Museum, considera el arte de Wolfgang Bloch “sublime y extraordinariamente romántico”. Para Ben Bramsey, editor sénior de Artworks Magazine, sus pinturas “transmiten la tranquilidad del océano, eliminando distracciones y preservando la experiencia sensorial”.
Sus primeras olas lo atraparon a la edad de 8 años. Sus padres, Helmuth y Eva, gustaban de viajar al mar, principalmente hacia las tibias aguas del poblado de El Pelado, a 8 kilómetros de Playas.
“En esa época no había nadie y casi siempre teníamos toda la playa para nosotros. Con mi hermano mayor, Walther, agarrábamos olas acostados sobre pedazos de balsa que encontrábamos en la playa”, comenta Wolfgang Bloch vía e-mail, ya que vive en California.
Este guayaquileño de ascendencia alemana reconoce esos años como el inicio de sus inspiraciones como artista. En su adolescencia, los colores intensos del mar ecuatoriano se habían convertido también en su parque de diversiones, ya que la afición por el surf lo abrazó hasta convertirse en parte de su vida.
Pero su conexión con las playas ecuatorianas se alteró cuando, en septiembre de 1982, se mudó a Estados Unidos para tomar estudios que le permitirían graduarse de bachiller en Bellas Artes en la Universidad de Florida. Y luego obtuvo una licenciatura en Diseño Artístico en el Art Center College of Design, de Pasadena (California).
Su afición lo motivó a conseguir trabajo en el equipo de diseño de la línea de ropa de surf Gotcha Sportswear, en la cual obtuvo reconocimientos, tras lo cual laboró para marcas como Quicksilver, Billabong USA, Jeep y Tower Records.
La ola definitiva
Después de una década trabajando como diseñador, Wolfgang optó por retornar a uno de sus amores primitivos: la pintura; allí mantuvo al océano como su fuente de inspiración.
“Desde que era pequeño el mar ha sido un lugar especial para mí, siempre me trajo tranquilidad. Surfing, en cambio, ha sido un deporte, una diversión. Hoy, con 52 años, todavía sigo surfeando. Es una distracción que me ayuda con el estrés de la vida diaria”.
Tales gustos fueron ingredientes en el desarrollo de su estilo. “Mis pinturas, como la vida, son parte de un proceso, han ido evolucionando. Al comienzo eran pinturas realistas; vistas del mar con palmeras y puestas de sol. Muy cliché. Estaban bien pintadas, pero nunca me gustaron. No me daban la misma tranquilidad que el mar me daba”, indica sobre esos tiempos en que pintaba con fines comerciales.
“Un día de frustración, pinté encima de una obra que estaba casi lista, como que quería borrar todos los elementos que me molestaban. El resultado fue una pintura sencilla, con tan solo dos espacios de color, divididos por una línea que parecía una ola reventado en la orilla. Por primera vez sentí que había creado algo original, una pieza que representaba algo de mí”, señala sobre ese estilo que considera surrealista.
“Cuando las pinto, nunca pienso en un lugar específico. Nunca pinto mirando al mar o copiando fotos. Son lugares de mi imaginación que me traen tranquilidad. Nunca planeo una pintura, solo empiezo a pintar, mezclo colores y poco a poco la pintura va evolucionando. Pienso que los colores que uso son una expresión de mi subconsciente”.
Los cuadros de Bloch han sido expuestos en varios países, además de ser publicados en revistas y libros, incluido el suyo, publicado por la editorial Chronicle Books y titulado Wolfgang Bloch: los colores de la coincidencia (2008), con diseño de David Carson y textos de Mike Stice.
Recuerdos de Guayaquil
Wolfgang reside con sus dos hijos en Costa Mesa, California, muy cerca del mar, desde donde se muestra nostálgico con sus raíces. “Yo nací y me crie en Guayaquil. Es una ciudad que siempre ha sido y será especial para mí. Tengo tantos buenos recuerdos, tantas experiencias inolvidables, tantos amigos, familia. Extraño el calor latino, la comida, de restaurante o de comedores por la calle”.
Suena emocionado cuando menciona al Ecuador. “Mi última visita fue para la celebración de los 25 años de graduado del Colegio Alemán Humboldt”. Por ello espera regresar pronto y visitar a sus hermanos Werner y Monika, y sus sobrinos, además de otros familiares que permanecen en Guayaquil.
Y también quisiera exponer su trabajo en esta ciudad. “Tengo confirmada una exposición en Portugal para fines de mayo y estoy organizando una en Los Ángeles para octubre. Desgraciadamente no he tenido la oportunidad de exponer mis obras en Ecuador, pero espero que algún día resulte. Sería increíble...”. Así, las olas lo traerían de regreso a su primera casa. (I)
Cuando las pinto (sus obras), nunca pienso en un lugar específico. Nunca pinto mirando al mar o copiando fotos. Son lugares de mi imaginación que me traen tranquilidad”.
Wolfgang Bloch