El color de sus realismos
Desde una colina en la orilla noroccidental de la laguna de Yahuarcocha (Ibarra), el expresionista Nicolás Herrera transmite aquello que considera necesario expresar.
Los azules, rojos, verdes, naranjas, negros, amarillos y blancos se transforman en gritos urgentes en los lienzos del pintor Nicolás Herrera.
“No puedo quedarme callado. El arte es una manera de expresarme, de decir lo que pienso”, comenta desde su amplio museo (anexo a su hogar), poblado por unas 60 obras que, según explica, deambulan desde el realismo mágico hasta el realismo trágico.
La magia proviene de los paisajes naturales que comenzó a conocer desde su natal Los Andes, “un pueblo hermoso” de la provincia del Carchi, a una hora de Ibarra, en el cual escuchó de sus mayores sobre la existencia de duendes y demás seres fantásticos que lo acompañaron en esa tierra de montañas de colores irrepetibles.
Herrera, nacido en 1961, comenta que en Los Andes aprendió a “mirar”, cualidad que siguió desarrollando cuando a los 11 años se mudó a Ibarra para estudiar en el colegio Teodoro Gómez de la Torre. “Fue maravilloso crecer en medio de esta geografía de volcanes y lagos, con un clima agradable y gente muy tranquila y sociable”, dice sobre Imbabura.
Las obras de realismo mágico expuestas en su museo delatan que aquella naturaleza inspira la creación de escenarios expresionistas sembrados de bosques, selvas, frutas, vegetales, insectos, mamíferos y aves transformados con encanto desde los más profundos resquicios de su mente creativa.
Espacio para la tragedia
Los muros del museo también brindan espacio para las miserias del ser humano. “Lo real trágico viene del sistema social en que vivimos, que a veces es muy agobiante por instituciones como la política, la religiosa, la militar. Tengo un cuadro llamado Trilogía de la Santísima Peste que expresa que los poderes no cumplen con el propósito de ayudar al pueblo, porque el poder corrompe a escala mundial, en todas partes”.
Herrera lanza con los colores una dura crítica a esas tres instituciones, que en repetidas ocasiones se olvidan del pueblo, indica. “El poder militar es un mal necesario, en el cual se invierten millones y millones de dólares que podrían utilizarse para mantener hermoso a este mundo”, considera con convicción, pero resaltando que su visión no es dedicada exclusivamente al poder en el Ecuador o a la religión católica.
“Me refiero a todas la religiones que manipulan el pensamiento de las personas para dirigirlas a fanatismos que hacen mucho daño, porque Dios se resume en una sola palabra, Dios es amor. Todo aquel que predique amor es un hombre de fe, incapaz de hacerle daño a nadie”, considera.
Esos cuestionamientos habitan su mente de artista, que también crea esculturas inspiradas en la voluptuosidad femenina y máscaras de aspecto mítico que apuntan a la “exteriorización del ser”, según dice, “porque todos ocultamos algo, pero los artistas tenemos la capacidad de mostrarlo a través del arte”.
Pincelazos
Nicolás Herrera ha ganado tres premios importantes: Primer Premio Nacional de Pintura Luis A. Martínez (1988), Ambato; Primer Premio Nacional de Pintura del Salón Mariano Aguilera (1990), Quito, y Condecoración García Tulcanaza en Reconocimiento a la Cultura y Arte (2008), Tulcán, Carchi.
Sus pinturas han conformado diversas exposiciones y han sido vendidas a personas y coleccionistas de Ecuador, Francia, España, Suiza, Estados Unidos, Colombia, Panamá, Chile, Perú y México.
Su hija Soly, quien también es artista plástica, maneja el Arte Café Vista Galería, cafetería donde organizan encuentros literarios, talleres, conversatorios y recitales de poesía.
EE.UU. y Alemania
La exteriorización de lo oculto es también el concepto de 50 obras que Nicolás Herrera está preparando para la exposición denominada Trasvida, que tendrá lugar el próximo año en Alemania y EE.UU.
“Mis contactos en esos países están organizando los detalles y definiendo las ciudades”, cuenta Herrera sobre esa muestra que contará con desnudos que lucen “forjados en metal, para representar lo fuertes que somos para afrontar los problemas del mundo globalizado y tecnológico”, indica.
Esta exposición reunirá sus realismos mágicos y trágicos para desnudar las visiones voraces de su mente cuestionadora.
“Es mi manera de expresarme, de transmitir lo que pienso”. Así comparte con los demás los colores de sus mundos de magia y de tragedia, muy juntos el uno del otro, porque concluye que a la final son el mismo. (M.P.)
Contacto: 099-355-9638, www.nicolasherrera.com