En el País de las Maravillas: Alicia rebelde, feminista y justiciera
Para Lewis Carroll, estar en presencia de las niñas era casi una experiencia religiosa, pues, según él, ellas estaban más cerca de Dios.
Publicado hace 150 años, el libro Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas no tenía ninguna enseñanza moralizante; al contrario, la heroína del cuento era una niña contestona. Lewis Carroll estableció así una forma completamente nueva de contar historias para niños.
El 4 de julio de 1862 es memorable para la literatura porque esa tarde Charles Lutwidge
Dodgson (1832-1898) tuvo que inventar una historia para entretener a tres niñas que paseaban con él en un bote que fluía apaciblemente por el río Támesis. Una de esas niñas era Alice Liddell, de 10 años.
Fascinado con Alice
Al latinizar sus dos nombres (Carolus Ludovic), Dodgson –que se ordenó de diácono, pero no sermoneó porque tartamudeaba– se transformó en Lewis Carroll y por casi cincuenta años fue profesor de la Iglesia de Cristo, el colegio de Oxford que fue su alma mater. Carroll fue un conferenciante y un escritor que produjo cientos de artículos, panfletos y libros de temas tan variados como matemáticas, lógica, política, juegos, arquitectura y religión.
Para Carroll, estar en presencia de las niñas era casi una experiencia religiosa, pues, según él, ellas estaban más cerca de Dios. Se aficionó por la fotografía cuando este arte estaba empezando, y llegó a ser un experto en retratar niñas y famosos. La composición de sus fotos reflejaba gran destreza y muy buen gusto. Por supuesto, hizo muchas fotografías de Alice.
Se ha especulado sobre si él, entonces de 30 años, se había enamorado de Alice. Martin
Gardner señala que, aunque no se ha hallado ninguna evidencia que compruebe esto, su actitud hacia la niña siempre fue la de un hombre enamorado. La mamá de Alice debió percibir algo fuera de lugar y por eso tomó varias iniciativas para alejar a Carroll de su casa; incluso quemó las cartas que él había escrito a la niña. La fascinación de Carroll por Alice es uno de los pasajes más oscuros en la vida del escritor.
Sinsentido y empoderamiento
Desde que se publicó en 1865, Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas ha atraído a varias generaciones de traductores, literatos y dibujantes (John Tenniel ilustró de forma insuperable la primera edición). El mundo en este cuento es completamente extraño. A los niños les causaba gracia que los adultos fueran retratados como locos, lo que cambió la literatura infantil –truculenta, donde los pequeños eran castigados y los grandes siempre se salían con la suya– y también la noción misma de la niñez. Alicia desafía a los adultos sin que le importen las repercuciones que esto pueda tener.
Alicia, en el cuento una niña de 7 años, se embarca en aventuras casi surrealistas, pues muchos acontecimientos son inexplicables y la narración es complicada por el uso del sinsentido, la parodia y el juego con las palabras. Alicia muestra una inmensa confianza en sí misma.
Megan S. Lloyd sostiene que “Alicia rechaza y se libera de las típicas características femeninas: no deja que los roles prestablecidos ni las exigencias sociales la limiten”. La niña aprende a salir airosa de los desafíos que se le presentan desde que cae por el hoyo de la madriguera. Con gran capacidad intuitiva, ella sola va resolviendo dificultades de manera activa. Alicia ejemplifica la capacidad de las mujeres cuando toman las riendas de su destino.
Aunque pueda parecer un poco áspera –a fin de cuentas tiene que vérselas con un mundo al revés–, ella consigue afirmar lo femenino dentro del universo masculino en el que habita, como se puede ver en la fiesta del té junto al Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y el Lirón: confiada en sí misma, Alicia está preparada para enfrentar lo que sea y proceder según sus puntos de vista.
Contra la injusticia de los poderosos
Un juicio se instaura en contra de la Sota de Corazones, acusada de robar unas tartas de la Reina. Alicia es llamada como testigo y participa en un juicio enrevesado en el que se niega a acatar reglas no escritas en los códigos; una vez más, contradice los argumentos de los poderosos. Ante a la orden de la Reina de dictar primero la sentencia y después redactar el veredicto, Alicia protesta. Ella se proyecta como una mujer preparada para enfrentar a cualquiera, es una chica que tiene los pies en la tierra, según George A. Dunn y Brian McDonald, por su “implacable insistencia por darle sentido a las cosas”. Para muchos, Alicia debe ser tomada como un modelo para la mujer del siglo XXI.
En 1871 Carroll publicó A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, una continuación de las aventuras. La estructura de este libro es paralela con los movimientos de una partida de ajedrez, lo que pone a prueba el ingenio de Carroll con las formas literarias. Humpty Dumpty, un personaje central de esta secuela, produce diálogos que desafían el sentido común y la lógica. Alicia trata de poner orden ante
Dumpty, que cree que puede hacer que una palabra signifique lo que él quiera. Alicia emprende una lucha por el lenguaje con el propósito de entender el mundo y el lugar que ocupa en él.
¿Quién soy?
En los dos libros se pueden hallar profundidades filosóficas, pues en ellos se intenta dar respuestas a preguntas importantes, como aquella –con el pretexto de que Alicia se agranda y se achica– de ¿quién soy yo?, pues tantos cambios la hacen dudar de su identidad. Si el inicio de las aventuras está marcado por el aburrimiento, Alicia ayuda a que las mujeres tengan acceso a otro mundo, a un espacio en que las mujeres hacen sus propias fábulas, solucionan sus problemas y enfrentan lo inesperado. Hay un momento cervantino en el País de las Maravillas, de ficción dentro de la ficción, en el que Alicia se siente metida en un cuento: “Debería escribirse un libro sobre mis aventuras”, dice.
Los libros de Carroll han sido interpretados con variadas perspectivas: Sherry Ackerman cree que son una codificada filosofía esotérica de amor místico; para W. H. Auden son una meditación y recuperación de la infancia; Tan Lin cree que enseñan a dominar el aburrimiento y el deseo; Charles Taliafierro y Elizabeth Olson afirman que son un tesoro de acertijos filosóficos. Gilbert K. Chesterton concluyó: “Las palabras de Carroll deberían ser leídas por sabios y filósofos de cabello blanco… para estudiar los problemas más oscuros de la metafísica, la frontera entre la razón y la sinrazón y la naturaleza de la más errática de las fuerzas espirituales, el humor, que baila eternamente entre ambas”.
Cuando Alicia empieza a perseguir al Conejo Blanco, se embarca en un viaje alucinante en el que la curiosidad –el curiosismo– es el apropiado mecanismo de conocimiento para enfrentar el dislate y darle otro sentido al sinsentido. Algunos lectores han visto en esta vitalidad de Alicia una cierta capacidad darwiniana de supervivencia, pues, a diferencia de otras heroínas que se apoyan en hadas o fuerzas sobrenaturales, Alicia cuenta únicamente con su astucia para no perder la cabeza. Para muchos, sin embargo, los libros de Alicia deben leerse y disfrutarse simplemente como cuentos para niños (y niñas). (I)
Alicia rechaza y se libera de las típicas características femeninas: no deja que los roles prestablecidos ni las exigencias sociales la limiten”.
Megan S. Lloyd,
Crítica literaria