Pronto en Guayaquil: El legado de un gran maestro
Casi 30 años dirigiendo una de las más famosas escuelas de actores. Richard Pinter se especializó en la técnica Meisner y fue amigo de Sanford Meisner.
La voz en inglés en el teléfono siempre es clarísima. “Hola” si entiende, dice. “And that’s it” (Y nada más).
Pero a sus 71 años, la comunicación nunca fue un problema para Richard Pinter, el hombre que dirigiera durante casi tres décadas la escuela de actores Neighborhood Playhouse –la más antigua de los EE.UU.– donde se revolucionó el ambiente teatral neoyorquino cuando Sanford Meisner empezó a desarrollar una técnica actoral que se alejaba radicalmente del canon establecido por Stanislavski en décadas anteriores y que era parte de un establishment liderado por Lee Strasberg del Actor’s Studio y otros profesores reconocidos.
Lo que impactó primero a Richard de la profesión actoral no fue exactamente el proceso de aprendizaje. Según él, hay algo místico en la vocación y en el trabajo grupal de la creación teatral que es vital. “Hacemos algo que todos amamos y hay algo especial entre nosotros”, dice. “Espero que no suene cursi o gracioso porque es absolutamente cierto, de lo contrario no podríamos hacerlo. Nos preocupamos el uno por el otro, nos respetamos. No nos juzgamos. Tenemos opiniones, pero nunca nos juzgamos”.
Lo dice un hombre que en su juventud en Mount Prospect, cerca de Chicago, no tenía la más remota idea de su vocación. “Mis padres me hablaban de ser abogado, médico, algo así, pero yo era terrible en mis estudios, no podía concentrarme en lo que ellos querían que yo fuera”, dice. “Estaba asustado, aterrado de no ser bueno. Pero tuve la suerte de que en mi universidad existía un buen departamento de arte. Y cerca había un teatro y siempre lo miraba desde afuera. Un día lluvioso finalmente entré al lobby y un señor amablemente me dijo que entrara a ver el segundo acto de la obra. Era una adaptación de Oliver Twist. Allí estuve como hipnotizado y desde ese momento supe que no había nada más a lo que podía dedicarme”.
Una vida en el teatro
El célebre dramaturgo David Mamet también fue parte del Playhouse junto con Pinter. Su obra Una vida en el teatro registra la experiencia del actor como una tragicomedia. Para Pinter, el asunto siempre tiene que ver con una conexión esencial, tanto como actor como profesor. Si bien su carrera artística se inició en la actuación, un sacerdote en la universidad le recomendó que contactara a Sanford Meisner en Nueva York para aclarar sus horizontes.
“No sabía nada del Playhouse ni de Meisner”, recuerda Richard. “Fui a la entrevista y la mujer que me entrevistó me aceptó en la escuela”. Era 1965. Si bien su preparación de dos años fue en la actuación, su vinculación con Meisner lo motivó a asumir la otra faceta de su vocación: profesor de arte dramático.
“Y no extraño actuar ni un poquito”, dice. “Cuando enseño, todo lo que hago, todos los elementos son necesarios para actuar. Concentración, conexión emocional. Quizás el trabajo –realizado con los estudiantes– no es actuar, pero la energía es exactamente la misma. Intento ser 100% honesto con las personas que trabajo, porque si no les doy todo lo que yo sé, cómo ellos van a poder asumirlo con la misma intensidad. Siempre me siento unido con todos de una manera muy positiva. No, no extraño estar en el escenario, mientras estoy enseñando lo que Sandy (Meisner) me dejó”.
Junto con Meisner
“Hasta cambié mi nombre por él”, dice. Richard Pinkos era su nombre verdadero, pero su profesor tenía otra perspectiva para el estudiante-actor y le sugirió el de Pinter. “Y le hice caso, porque cuando llegué a la escuela pude entender lo que era la actuación. Él trazó un sendero muy claro que me permitió convertirme en lo que soy. Desde mis primeras clases yo sentí muy dentro de mí que eso era lo correcto, que era la verdad de mi oficio. Fue algo instintivo, más que cerebral. Lo único que supe de las otras técnicas era lo que Meisner diría. Y sobre Strasberg y el método, era que estaba lleno de mierda. No le gustaba para nada. Nunca se llevó bien con Lee Strasberg, pero se conocían muchos años”.
“Llegué a frecuentarlo fuera de clase y claro que era diferente. Pero al principio fue terror a primera vista. Hasta pensé... es un monstruo”, dice con un dejo de ironía. “Pero él tenía tanto que enseñar y al mismo tiempo podía ser cruel y severo. Uno sentía esa presencia tan fuerte, de alguien que tenía tanta experiencia, tanta información. Así que durante un tiempo fue una relación de amor-odio, porque también nos dábamos cuenta del regalo que nos daba con sus conocimientos”.
Según Meisner, el actor es primero un artista que vive –él no hablaba de actuar– una realidad imaginaria. Formaba en cada actor una entrega total a su vida emotiva desprovista del análisis y los vetos cerebrales. El reto era formidable y Pinter lo asumió a cabalidad. A tal punto que en 1985, cuando Meisner tuvo que retirarse del Playhouse por motivos de salud y trasladarse a California, él recomendó a Pinter al directorio de la escuela para que asumiera la dirección. La razón no estaba del todo clara para algunos. “Creo que yo llegué a conocerlo un poco más que otros, sabía de sus diferencias y las mías, que siempre respetábamos, esa brecha quedó allí cuando se fue”.
Richard Pinter se jubiló de la dirección de la escuela en mayo del año pasado y su trabajo actual sigue estando con el que fue su maestro de la vida en el arte dramático. “Hago coaching con actores en clases privadas, siempre en el espíritu central de lo que enseñé en el Playhouse”. Meisner nunca patentó sus enseñanzas y se molestaba cuando oía de tantas personas impartiendo su técnica. Se quejaba: “Ni siquiera sé quiénes son, ¿cómo pueden hablar así de mi filosofía de trabajo?”, le decía a Pinter.
“¡Anda a Guayaquil!”
La conversación telefónica se mantuvo unos minutos más sobre las últimas películas y obras teatrales. Birdman, de Alejandro González Iñárritu, lo ha cautivado. “Todo es maravilloso, especialmente la dirección”. Alejandro es mexicano y sería el segundo director de su país que llega al Óscar.
Y entonces vino la llamada de Marlon Pantaleón, exalumno de Pinter en el Playhouse e involucrado en talleres de Meisner en Guayaquil con Steven Ditmyer, también egresado de la escuela, lo tomó de sorpresa cuando le propuso hacer talleres en Ecuador. “Recordaba a Marlon y sentí que hay tanto potencial que todavía está guardado en nuestros estudiantes y que debemos desarrollarlo y cultivarlo”.
Pinter nunca ha estado en América Latina y no parece ser un viajero constante. Su amiga “del alma” es Diane Keaton, con quien habla siempre –ella vive en California y ahora no es solo actriz, sino productora–, fue la primera en conocer de la invitación de Pantaleón. “Casi me gritó en el teléfono. Estás loco. ¡Anda a Guayaquil!, me dijo cuando le hablé de esta posibilidad”. (I)
meisner en guayaquil
El actor guayaquileño Marlon Pantaleón (foto) tuvo el privilegio de formarse en el Neighborhood Playhouse, teniendo como maestro directamente a Richard Pinter.
“Lo veíamos una vez por semana, pues él supervisaba la evolución de los alumnos y sus clases tenían una energía indescriptible. Hablaba con sus alumnos y les enseñaba la técnica como si supiera lo que ellos estaban pensando”, comenta.
Y hace algunos años introdujo esta técnica; comenzaron los talleres en el TCA. Este año continuará con la participación de Richard Pinter. “Contar con profesores de este nivel es algo que pocas veces se ve y abre el camino a muchas posibilidades en este arte”.
Lugar: Centro de Convenciones de Guayaquil. Contacto: 099-407-6843. marlonpantaleon@gmail.com