Roberto Manrique en 'Sin nada qué decir'
Es una situación extrema, como todos los casos en este estilo cinematográfico. Un hombre que está a pocos segundos de ser asesinado por una traición de su mujer, pero es capaz de mirar a la muerte de frente y “escupirle” su odio en la cara. Hubo ira, miedo, frustración, coraje, todo bajo el marco del odio generado por el amor. Sin duda fue un trabajo intenso y desgastante, por un rato, pero ahí se vuelve más reconfortante... En ese extremo, en ese dar el 100% y empujarte al límite, hay algo en la oscuridad, algo encantador e hipnótico. No sé si es el viejo cuento de que la actuación te da el permiso de vivirla que fuera de ella no tenemos”.