Hatshepsut: La faraona
Fue la mujer con más tiempo en el gobierno de Egipto. Aunque se intentó borrar su legado, la arqueología le devolvió a Hatshepsut su lugar en la historia.
Ella era descendiente directa del linaje real egipcio. Hatshepsut fue hija de Tutmosis I, quien había gobernado Egipto por doce años, y la reina Ahmose. Pero tras la muerte del faraón, se eligió como su sucesor al hijo varón de una de sus esposas secundarias: Tutmosis II. Hastsheput no podía gobernar por sí sola porque era mujer.
Para convertirse en reina y esposa, Hatshepsut contrajo matrimonio con su medio hermano y ese fue su único rol durante el breve gobierno de Tutmosis II. Al morir él, la historia se repetía: Hastsheput no tenía hijos varones, solo una mujer: Neferura. Otra vez, el elegido al trono sería el hijo de una concubina menor: Tutmosis III.
Pero él era aún demasiado joven para reinar, así que Hatshepsut sirvió inicialmente como su regente y actuaba en nombre de su hijastro, hasta que decidió reclamar su lugar como faraona.
De reina a faraona
Hatshepsut consiguió efectuar su exitosa transición gracias a los aliados y consejeros que estuvieron a su lado. Muchos de ellos habían sido oficiales privilegiados durante el gobierno de su padre, Tutmosis I. Uno de los más cercanos fue el arquitecto Senenmut, quien diseñaría el templo en su honor (actualmente puede ser visitado por los turistas y es considerado una de las maravillas del Antiguo Egipto). Otro de sus consejeros cercanos fue el sumo sacerdote de Amón (deidad egipcia). Con su apoyo, Hatshepsut consiguió justificar su gobierno.
Reinventó su imagen para fortalecer su presencia en el trono, argumentando que Amón la había nombrado como gobernante de Egipto. Además, reescribió su historia en las paredes de su templo (Deir el-Bahri) para afirmar que su nacimiento fue producto de una unión entre Amón y su madre, mientras ella dormía.
Los egipcios solo habían conocido faraones hombres y Hatshepsut quiso respetar esta visión y combinó, durante su largo reinado, sus cualidades femeninas con los rasgos físicos tradicionales de un rey. “En una estatua de granito rojo se muestra a Hatshepsut con el inconfundible cuerpo de una mujer, pero con los símbolos del rey: el nemes (tocado a rayas de la cabeza) y la cobra Uraeus. En algunos relieves de templos, Hatshepsut porta el apretado vestido tradicional hasta los tobillos, pero tiene los pies separados, la postura típica del rey”, escribió National Geographic. “Algo motivaba a Hatshepsut a cambiar la forma en que se representaba a sí misma en los monumentos públicos, pero no sabemos qué”, dijo Peter Dorman, renombrado egiptólogo y presidente de la American University de Beirut. “Una de las cosas más difíciles de adivinar es su motivación”.
Sin embargo, se cree que una de las razones para ordenar que se la representara con rasgos masculinos fue para ser recordada con la autoridad de un verdadero faraón y no solo como una reina egipcia.
Su gobierno
Pese a los desafíos que debió superar para convertirse en faraona, sus decisiones trajeron paz y prosperidad a Egipto. Otro gran logro de su reinado fue la autorización de la expedición comercial que trajo de vuelta a Egipto muchas riquezas, incluyendo marfil, ébano, oro, piel de leopardo e incienso, desde el distante territorio entonces conocido como Punt (posiblemente actual Eritrea).
Al igual que otros gobernantes que la sucedieron, construyó obeliscos, templos y monumentos en su honor. Incluso dejó testimonios en piedra de su linaje, sus títulos, su historia y hasta de sus pensamientos y esperanzas. Las expresiones de preocupación que Hatshepsut inscribió en uno de sus obeliscos en Karnak: “Ahora se me vuelca el corazón cuando pienso lo que la gente dirá. Aquellos que vean mis monumentos en los años por venir, y que hablarán de lo que he hecho”.
Desaparición y descubrimiento
Tras su muerte, Tutmosis III se encargó de destruir y borrar la evidencia de su gobierno. “Sus imágenes como reina quedaron intactas, pero donde se proclamaba como rey, los trabajadores de su hijastro usaron sus cinceles en un acto vandálico cuidadoso y preciso”.
“La destrucción no fue una decisión emocional, sino política”, dice Zbigniew Szafraski. Se cree que el nuevo gobernante temía que la corregencia con Hatshepsut afectara la legitimidad de su derecho al trono. Otros historiadores creen que la desfiguración y la destrucción están relacionadas con la destrucción del espíritu de Hatshepsut, tras su muerte.
En 2007, un diente ayudó a identificar los restos de la faraona y su causa de muerte: cáncer de hueso. La momia fue descubierta en 1903 en una tumba en el Valle de los Reyes (el mismo lugar donde fue enterrado Tutankamón), pero no se los relacionó con la gobernante.
“La identificación del diente con la mandíbula muestra que es Hatshepsut. Es 100% definitivo. Un diente es como un huella digital”.
Aún se debate sobre la motivación de Hatsheput para reclamar el trono. ¿Ambición o solo velaba por los intereses de su tierra? En todo caso, su historia no debe ser olvidada. (D.L.) (I)