Los numismáticos: Las monedas de La Capitana
Coleccionistas de monedas y billetes raros están en la búsqueda de verdaderos tesoros. Aquí una muestra.
Eran las vacaciones de 1974, me encontraba paseando con mi padre por las playas de Chanduy, un día antes hubo aguajes, avanzábamos explorando aquellas playas en búsqueda de lo que el mar había devuelto, ahí fue cuando él se dio cuenta de que apareció algo metálico e irregular, con tinte verdoso y un ligero brillo, me comentó que aquella moneda probablemente pertenecía a La Capitana.
Desde entonces, de cuando en cuando el mar arrojaba monedas, mi progenitor me las obsequió y en una suerte de amor a primera vista, empezó lo que luego sería mi entusiasmada pasión por coleccionarlas. Desde ese tiempo nació mi yo “numismático”.
La compilación de monedas es diversa y variada. Nuestro país ha contado con insignes coleccionistas, entre quienes cabe mencionar a Víctor Iza (+), Julio Estrada (+), Danilo Carrera D., Melvin Hoyos G., Roberto Mastalir D., y también existen coleccionistas jóvenes como David Castro P., Carlos Torres T. y Sebastián Borja Y., quienes han formado colecciones variadas, específicas o completas.
Un investigador numismático
Roberto Mastalir D. nació en 1945, en Praga, naturalizado ecuatoriano. Arribó a nuestro país en 1954. Se dedicó a la numismática desde 1984, y en especial a coleccionar la moneda colonial hispanoamericana. Es un entusiasta de su apasionada afición y durante diez años se entregó a la investigación de la moneda colonial, al respecto comenta que “esas son las monedas más bellas” y las conserva dentro de estuches especiales.
Afirma que “¡jamás se encontrarán dos monedas iguales!”. Además, que el cuño y el golpe de martillo empleado en su confección hacían que “estas macuquinas” fueran imperfectas y tuviesen ligeras variantes en sus figuras y leyendas. Entre 1649 y 1653, en las minas de Potosí (hoy Bolivia) se fabricaban aquellas monedas, que contribuían como una parte del impuesto del quinto real que se le tributaba al rey Felipe IV.
Para Roberto, haber investigado la moneda de dicha época le significó una pasión que desbordó intensas emociones; asimismo, pudo concluir su primer libro titulado La gran transición en la ceca de Potosí, que establece un catálogo sobre la moneda de ocho reales, de curso legal en aquel entonces; además prepara tres libros más para referirse a las monedas de 4, 2 y un reales; en su afán por actualizarse y ahondar en sus trabajos investigativos, se ayudó con los avances tecnológicos, el internet, logrando identificar y determinar que de las monedas de La Capitana, de 1652, solo quedan 850 unidades, aproximadamente.
Es maravilloso observar y tener en las manos estas monedas, unas incluso con contramarca, pues al descubrirse el uso de plata con menor valor, que el de la plata fina, el monarca decidió devaluar para que, de esa manera, fuese aceptada en las transacciones comerciales.
Ecuador, mi pasión...
Las monedas ecuatorianas se pueden dividir en dos grupos: predecimales y decimales. Un grupo diferente lo constituyen las de la Gran Colombia, se puede decir que con 350 monedas se completa el álbum del Ecuador, de las cuales 311 son monedas oficiales sacadas por los diferentes gobiernos y 39 fueron ensayos que no circularon.
Se podría efectuar un recorrido histórico en el que surgieran las interrogantes ¿me gustaría ser numismático?, ¿cuántas monedas conforman una colección ecuatoriana?, ¿cómo y dónde las consigo?
Todos los numismáticos concuerdan en algo: el primer amor nace cuando les solicitan a sus antecesores, familiares y amigos, que les obsequien aquellas monedas atesoradas y guardadas en algún rincón de una gaveta. Después comienzan a visitar lugares idóneos, como ferias, tiendas especializadas, asociaciones, y ahora también en la red social Facebook existe una página llamada Numismatic Guayaquil con 1.400 miembros y en la que no necesariamente se establece un hecho mercantil, sino por el contrario, se dan intercambios y esto se constituye en los primeros pasos que se recorren alrededor de esta entrañable pasión.
El tener un minucioso conocimiento de nuestra historia, así como la indescifrable emoción que despierta ir completando una colección, o el afán de investigar rarezas en ciertas monedas, son las motivaciones primordiales para un numismático, quien goza y disfruta al descubrir cada moneda e ir formando su colección mediante sacrificios y esfuerzos, y en muchos casos, el tiempo invertido en esta actividad.
Para el coleccionista David Castro, la etapa predecimal de la numismática ecuatoriana fue una de las más complejas de formar; en ese grupo es muy difícil conseguir piezas en alto estado de conservación. Él empezó en la numismática a los 16 años.
Juan Carlos Vásquez, comerciante de monedas, manifiesta tener un grupo de adolescentes entusiastas que con frecuencia llegan acompañados de sus padres y así han ido poco a poco adquiriendo las monedas para sus colecciones. Estos se ayudan con catálogos y ahora navegan por internet, donde reposa toda la información que ellos requieren.
Carlos Torres (21 años) eligió la red social FB y en ella comparte amplia información con otros apasionados por esta afición. Esta herramienta le ha significado estar en contacto con numismáticos dentro y fuera del país, y además de que se derriban fronteras consiguió la mayoría de las monedas de su colección por esta vía.
En nuestra urbe porteña existe una colección completa de monedas, exhibida para disposición de todo público, debidamente protegida y conservada, en la planta baja de la matriz del Banco de Guayaquil.
En julio de este año, la Biblioteca Municipal de Guayaquil presentará el libro de Roberto Mastalir D. y aquella será la ocasión ideal para que nuestra ciudad y nuestro país tengan la oportunidad de engrosar las filas de la numismática universal. (I)